¿Dónde está el camino?

Por Eduardo Martínez

Los venezolanos nos encontramos frente a un hecho indiscutible: el régimen no cuenta con dinero para afrontar las responsabilidades, que requiere el manejo de Venezuela.

Y algo más grave, la responsabilidad de esa falta de dinero recae directamente sobre la gestión del bien llamado “proceso revolucionario bolivariano”. Luego de 22 años, esa responsabilidad es indiscutible e ineludible.

Hasta el momento, el régimen ha centrado la escasez de recursos financieros -tanto de efectivo como de financiamiento- en una administración de esa escasez en términos de sostenerse en el poder. Ha dejado de lado las necesidades mínimas para que la población venezolana tenga una vida digna.

No es una política gubernamental original del actual régimen venezolano. Ese redimensionamiento de gastos, con fines mezquinos, se repite antes y ahora en los regímenes autocráticos que tienen el mismo talante.

Al decir lo anterior, no estamos asumiendo una posición política electoral. Estamos poniendo en palabras lo que cotidianamente puede ver cualquier venezolano: no hay educación de nivel; las universidades muestran un cierre técnico; el sistema de salud también no cumple sus funciones; el bolívar -tanto por la inexistencia de papel moneda suficiente, como por la inflación- ha perdido su poder de compra y valor; el BCV ha perdido su control sobre las transacciones comerciales, al aceptarse una dolarización de hecho; bandas de todo tipo y nivel se han adueñado de las carreteras, autopistas y poblaciones fronterizas; el transporte público es insuficiente; la cesta básica es impagable con los salarios y pensiones; entre otras cosas.

Como consecuencia, la emigración ha llevado a millones de venezolanos (de 7 a 10 millones) a abandonar su tierra patria. Acercándonos a la terrible cantidad de un tercio de la población. Los mejores se han ido y los menos favorecidos también.

Hasta ahora, Venezuela ha conocido dos períodos de emigración. La primera, en la guerra de independencia, cuando la amenaza de la llegada a Caracas del realista José Tomás Boves; y ahora, que otros realistas ocupan Venezuela. La diferencia, es que en el Siglo XIX la emigración fue interna. Ahora, es al exterior. Es de extracción.

Esta situación los venezolanos debemos resolverla. Se debe tener conciencia de la gravedad de la situación, pero también a ver que el mal es colectivo. Afecta por igual a la población como a la pequeña elite que gobierna.

Hay que subrayar que el tamaño de lo que nos afecta, es distinto para cada uno. El venezolano día a día pierde sueños pensando cómo debe afrontar la compra de alimentos y el pago de los servicios. Los que gobiernan -si es que piensan en ello- pierden el sueño en buscar de dónde sacan dinero para dotar hospitales, pagar la educación, mantener los servicios, etc. Los más críticos añadirán: si es que piensan en ello.

Sin dinero, no hay salida. Con este régimen, menos.

Si eso se entiende, el camino aparecerá ante nosotros. Un camino que está allí, aunque nos esforcemos en no verlo. De un lado y del otro.

editor@eastwbside.com

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