por Theodorakys Marín (*)
Antes de iniciar este corto ensayo, debo señalarles que soy un joven que recientemente he culminado mi carrera médica, y que me quedo en el país por convicción.
Con tristeza he visto como, lejos de reflexionar de forma humana, muchas fracciones del oficialismo han volcado su cólera en los jóvenes profesionales que emigran tras haber egresado de las Universidades del país, satanizando este fenómeno sin reflexionar detenidamente sobre las causas, consecuencias y posibles soluciones.
Encontrarán en estas líneas la visión de un joven ucevista.
Causas
Para hacer posible esta reflexión humana es imperativo preguntarnos el por qué, respondiendo sólo después de buscar las respuestas en nuestros corazones. Consideren a continuación tres preguntas clave:
Primera pregunta: ¿Los médicos venezolanos emigran para obtener una mejor formación?
Sin lugar a dudas la respuesta es no. Prueba fehaciente de ello es la gran cantidad de ofertas que recibimos por parte de instituciones extranjeras, inclusive en pregrado, que no sólo incluyen continuidad en la formación profesional, también techo, pan y familia.
La calidad de la formación del médico venezolano egresado de las Universidades históricas, cabe acotar, es reconocida a nivel mundial, y ocupa los primeros lugares en Latinoamérica. Muchos de nuestros profesores tuvieron la oportunidad de formarse en grandes Escuelas de Medicina extranjeras, y regresaron para contribuir en la preparación de profesionales en su país, muestra de ese alto compromiso social del que goza el médico venezolano.
Y con el advenimiento del internet y el desarrollo de motores de búsqueda médico-científicos es posible acceder a la información, ahora universal, venciendo toda clase de barreras.
La crisis que sufren nuestros hospitales nos ha convertido en grandes inventores y administradores.
Nos ha tornado “recursivos”, término que a pesar de no hallarse entre las páginas del Diccionario de la Real Academia Española nos describe muy bien, puesto que aprendimos a sanar con lo indispensable, utilizando las terapias y medicamentos estrictamente necesarios, y creando sustitutos hasta para los recursos más básicos. ¿Acaso McGyver no quedaría asombrado al ver cómo creamos AeroChambers® (Espaciadores) a partir de botellas plásticas para el tratamiento del asma en pacientes pediátricos?
Esa “recursividad”, no sé si desafortunadamente, nos hace aún más atractivos para el mundo.
Segunda pregunta: ¿Los médicos venezolanos emigran para obtener una mejor remuneración?
La pasión que siento por mi carrera me obliga a gritar un rotundo no.
¡No existe profesional más humano y social que el médico venezolano que egresa de nuestras Universidades!
Los sacrificios que exige este arte son mayores que cualquier esperanza de enriquecimiento oneroso y vil, y el deseo por sanar a una persona prevalece en nuestros principios.
Si bien es cierto no nos enseñan Mercantilismo, como quieren hacer creer muchos, el ejercicio nos obliga a que constantemente visitemos las farmacias para consultar precios y poder garantizarle a nuestros pacientes el tratamiento más efectivo y económico, abusando de los genéricos y ordenándolos por prioridad para que el paciente, con base a su presupuesto, compre los estrictamente necesarios.
Infinitas veces hemos tenido que ver, lamentablemente, cómo pacientes aguantan dolor por tener sólo para comprar los antibióticos, dejando a un lado antiinflamatorios y analgésicos.
Infinitas veces hemos tenido que recurrir a las, ya tradicionales, “vacas” de médicos y enfermeras de guardia, para comprarle medicamentos a pacientes hospitalizados y de emergencia.
Sean testigos de la camaradería entre pacientes y familiares en una sala de hospitalización, donde reina la colaboratividad y se comparte prácticamente todo lo compartible, para conocer al venezolano.
¿Ya ven por qué exigimos un pago justo? Para tener más dinero para sanar. Y después, para vivir.
Tercera pregunta: ¿Los médicos venezolanos emigran para obtener justicia y seguridad social?
No creo necesario ahondar para explicar por qué esta es la respuesta.
Basta ver a un médico venezolano lavando platos, o estacionando carros en el extranjero para saber qué grande es el anhelo y necesidad que siente por esa paz social, que es capaz de humillarse para vivir seguro. ¿No es equiparable esta tragedia con la de un balsero cubano que arriesga su vida en altamar con el sueño de pisar las costas de Norteamérica?
¿Se han preguntado el porcentaje de migrantes calificados que desempeña su profesión, la profesión que aman y a la que decidieron dedicarle la vida, en el extranjero?
¡Se debe recordar la importante labor que tiene el venezolano que emigra!
Son ellos los que se impregnarán del primer mundo, de la paz social que muchos de estos países emanan, de las costumbres y conciencia colectiva propia del desarrollo.
¿Recuerdan cómo nuestros próceres viajaron, se formaron, y trajeron consigo las ansias de libertad que hoy hemos perdido?
¿Recuerdan al Bolivar del que tanto han abusado en sus discursos, o al ilustradísimo Miranda?
¿A nuestro Razetti? ¿A nuestro Vargas? Por sólo mencionar unos pocos…
¡Bah! Si nuestro Libertador hubiese sido atendido en el Hospital Universitario de Caracas habría quedado maravillado con la atención de su candoroso personal médico, docente y asistencial, y gozaría de gran salud tras nuestra atención, sin necesidad alguna de Misas Ecuménicas de Salvación.
No lo hubiésemos regañado por haber tenido la imprudencia de asistir a “los cubanos”. Ni suspenderle el consumo de la panacea cubana, el Paracetamol, al cual infinitas propiedades han atribuido. Nuestro Libertador si habría confiado en nuestras competencias, en sus médicos venezolanos.
Y es que ahora esta charla de concientización se ha hecho cada vez más frecuente en nuestras consultas. ¡Qué calidad la nuestra, que hasta enmendamos las mala praxis paralelas y sanamos!
Consecuencias
Las consecuencias son bárbaras y basta con mirar con “ojo clínico” el Sistema de Salud venezolano para identificar los signos y síntomas de una condición que denominamos “crisis” por considerarla una emergencia y que demanda nuestra atención oportuna e inmediata.
Centros de Salud anémicos, servicios colapsados por los insuficientes profesionales médicos capacitados, inconsistencias en registros estadísticos y epidemiológicos, paralelismos, plagas y epidemias, corrupción e inseguridad.
E igualmente trágico, insuficientes docentes médicos de relevo que preparen a los estudiantes del mañana, y capaciten y nivelen a los médicos venezolanos paralelos, que villanamente fueron engañados bajo la promesa de prepararlos como Médicos Integrales Comunitarios. Ellos también serán clave para la sanación de nuestro Sistema de Salud, y no duden que sus gritos, que claman por nuestra ayuda, estén siendo actualmente silenciados.
Afortunadamente mis maestros me han enseñado que la solución está en seguir trabajando, ¡y con más ahínco!
Soluciones
A pesar de esto, el temor no me invade, lleno de esperanza aseguro que los profesionales que han emigrado no son un recurso humano perdido.
Aseguro que cuando cese la tormenta bastará con hacer un llamado de conciencia a nuestro gremio en el extranjero y adoptar políticas que promuevan su desarrollo para que se logre el ambiente de equidad y solidaridad social, que luchamos por reconquistar, para que retornen.
Y si me preguntan por qué estoy tan seguro, les responderé que Venezuela sigue siendo la tierra de las oportunidades.
Porque si Moisés vagó cuarenta años en el desierto en busca de la Tierra Prometida fue porque estaba en el continente equivocado, de haberse encontrado en América habría hallado a Venezuela y sus venezolanos.
El sol no sería el responsable del calor que lo invadiera ni a él ni a su pueblo como en el desierto, mas si la calidez de los que habitan estas fértiles y maravillosas tierras.
¿Y cómo no serlos? Si somos hijos de las mujeres más luchadoras y bellas que han pisado este planeta.
¡Venezuela fue, es y será nuestra tierra prometida!
¡Por eso, y mil cosas más, yo me quedo!
(*) Médico Cirujano. Escuela “Luis Razetti”. Facultad de Medicina. Universidad Central de Venezuela.