México: Una cita a ciegas
Por Eduardo Martínez
Presumiblemente, entre este jueves 24 y el viernes 25, se celebrará una mesa de diálogo entre gobierno y oposición venezolana en la ciudad de México. ¿Porqué no en Caracas?
¿Qué saben los venezolanos de este nuevo diálogo? Ciertamente muy poco. Hay un secretismo casi absoluto.
¿A quién le conviene tal velo informativo? ¿Al régimen? ¿A la oposición? ¿A ambos? ¿Personalmente a los negociadores? Lo sabremos por los resultados, si es que se anuncian acuerdos.
Cuando son más las preguntas que respuestas, analizar lo acontecido en los anteriores “diálogos” pudiera ayudar a entender ciertos aspectos que, si bien están a la vista, parecieran haberse olvidado.
En todas estas negociaciones, gobierno y régimen han siempre tenido los mismos negociadores. Eso con excepción de la llamada Mesa de Negociación y Acuerdos (2002), que concluyó su trabajo en el 2003, pero cuyos acuerdos se materializarían con el Referéndo Revocatorio del 2004.
En esa primera negociación, la más difícil y complicada, Nicolás Maduro estuvo como miembro de la delegación del régimen de Hugo Chávez. En tanto que en el Revocatorio, Jorge Rodríguez fue presidente de la Junta Nacional Electoral del CNE, y luego sería designado presidente del mismo organismo electoral.
Desde entonces, Rodríguez ha participado como representante del gobierno en las negociaciones con la oposición.
Por parte de la oposición, mientras el régimen ha mantenido una representación monocolor en los “diálogos”, los representantes opositores han cambiado de acuerdo a como la agrupación de disntitos partidos ha venido reduciéndose: G8, G8, G5 y ahora G4.
Solo desde el 2021, por la oposición se mantenido Gerrado Blyde como negociador opositor con el régimen. En tanto que Jorge Rodríguez lo ha sido como jefe de la delegación del régimen.
En cuanto a las locaciones de los encuentros gobierno-oposición, los negociadores han recorrido México, Dominicana, España, Francia, Noruega, el Hipódromo de la Rinconada, entre otras locaciones que se conozcan.
La opinión de los expertos
Para expertos venezolanos en negociaciones internacionales, que han hecho saber sus recomendaciones a los partidos de oposición, encuentran que ha pesar de haber advertido que el lugar y la forma de estas negociaciones son importantes, la delegación opositora ha hecho reiteradamente caso omiso de las mismas.
Entre estas recomendaciones, se le ha señalado que la sede debe estar en un país neutral. México y Dominicana no lo son, según sus apreciaciones; y en el caso de La Rinconada, terminó siendo una especie de carrera arbitrada por la “banca suiza”, dado sus resultados.
Otro aspecto que destacan los expertos, es la facilidad con que el régimen irrespeta lo acordado. Para lo cual hay que recordar el retiro del Vaticano como mediador o facilitador, luego de los encuentros de República Dominicana.
Las variables del régimen
Es el “tiempo” la principal variable – no discutida- que ha sabido manejar la estrategia de la delegación gubernamental. Prueba de ello fue la serie de encuentros que acabaron con la propuesta opositora de convocar un referéndum revocatorio del mandato de Nicolás Maduro. Estrategia también manejada en el caso del Revocatorio del 2004, que dio tiempo al CNE para manipular el montaje del proceso electoral como tal, y revertir parcialmente la opinión pública.
El tiempo por lo visto, lo resuelve todo. Sobre todo el relativo a las fechas de convocatorias de elecciones, y de la designación de los rectores del CNE y del Tribunal Supremo de Justicia.
Algo que ha sido como esas afeitadoras desechables de tres filos, que uno tras otro corta de raíz los pelos de la voluntad popular y de los resultados electorales: Dialogo-CNE-TSJ.
Primero, se lleva la crisis -desde el 2001 el país vive en una crisis continuada- a un solo momento: el diálogo. Lo que sirve para ganar tiempo.
Segundo, se alínea y aproxima al momento en que se deben realizar elecciones. Lo que concentra, y hace más efectivo, los recursos del régimen.
Si se hace memoria, en este segundo filo de los procesos de diálogos anteriores, encontraremos que los reclamos por el ventajismo del régimen, son reiterativos. Siempre se reclama lo mismo. Lo que significa que la negociación nunca los ha resuelto.
Bien vale recordar lo más significativo de estas elecciones pasadas: se penaliza administrativamente -via Contraloría- a los candidatos con mayores posibilidades, lo que bloquea su postulación; no se registran nuevos partidos de oposición con buen puntaje favorable en las encuestas; se mudan grandes grupos de electores; se cierran centros de votación o se concentran para dificultar el voto opositor, a la vez que se desconcentran centros donde hay gran cantidad de votantes afectos al régimen; se impide el acceso a la sala de totalización del CNE de los representantes de la oposición, y lo que más evidente y grave: a los rectores del CNE que son independientes o NO afines con el régimen; se restrinje la difusión en tiempo real de los votos que van llegando al centro de totalización en Caracas (lo que facilita la manipulación final de los resultados); y la llamada estrategia de proclamar en horas de la madrugada los llamados “resultados irreversibles”; entre otras manipulaciones.
Destaca en todos estos episodios, otro que se repite una y otra vez ante los ojos de todo el mundo: el prolongar la hora de cierre de la votación, a pesar de que no existan electores haciendo fila a las puertas de los centros y las mesas. Lo que se evidencia más aún por el silecio institucional que luego logra “los resultados irreversibles”.
Tercero, es el TSJ la última instancia para rematar los pelos de la oposición. Con la judicialización, se anulan los resultados no favorables la régimen, y sobre todo en lugares considerados estratégicos. Lo que sucedió en Barinas con las últimas elecciones para gobernador, por ejemplo.
Así, con estos tres filos, y como dice una conocida publicidad: “Lo que a uno se le pasa, el otro lo remata”, palabras más palabras menos.
Las variables de la oposición
Cuando analizamos restropectivamente lo sucedido con los diálogos, encontraremos que siempre existe una posición reiterada en la oposición: recurrir a factores de apoyo externos. Lo que no necsariamente ha sido negativo para los objetivos opositores, por cuanto la presión externa ha obligado al régimen a ceder en sus pretenciones.
En el 2002-2004, esas presiones -entre otras de la OEA- obligaron a que el régimen aceptara la realización del Revocatorio. Aunque la puesta en marcha de ese revocatorio, sería tergiversado por la misma oposición que se enredó por desacuerdos internos.
Entre otras variables que ha caracterizado a la oposición han sido, la rotación de los negociadores, y el no incorporar las recomendaciones de los asesores; no comunicar a los venezolanos lo que se negocia; enredarse en las manipulaciones de la delegación gubernamental; y dejar transcurrir el tiempo, hasta que este se agota.
Lo más importante de este dejar transcurrir el tiempo, es que luego de 20 años de negociaciones nos encontramos frente a una oposición organizativamente disminuida y fragmentada.
En el 2002 estábamos frente una alianza opositora de partidos fuertes, y ahora en el 2022 estamos ante unos partidos empequeñecidos, con una alianza que cada vez más incorpora menos integrantes.
El momento en 2022
El principal punto a favor, que tendría la oposición, es la crisis en la que se ahoga Venezuela. Lo que a parte de evidenciar las consecuencias de la crisis, a la vez representa una desventaja electoral, por cuanto 7 millones y medio de venezolanos emigraron, y de los cuales cerca de 4 millones y medio son potenciales electorales.
Electorales que en los actuales momentos están impedidos de ejercer su derecho al voto. El CNE no tiene previsto abrir el registro electoral en el exterior. Aunque si lo abre, se prevee que lo hará en forma reducida y por tiempos muy cortos.
A esta situación en el exterior, se puede sumar lo que pduriera ocurrir dentro del país con el registro electoral. Hay otros millones de venezolanos en edad de votar, que no están registrados.
Sumando los venezolanos no registrados para votar que están fuera y dentro del país, los expertos han señalado que pueden representar una tercera parte de los electores totales.
Ante situación, el régimen cuenta con una ayuda -que no sabemos si es voluntaria o involutaria- de ciertos sectores de la oposición.
¿Cómo es esto? Muy sencillo. Coincidiendo con las manipulaciones del CNE, en materia de registro electoral, la oposición monta unas primarias para que los electores de oposición escojan un candidato presidencial, pero a la vez dejan por fuera a los casi 5 millones de electores que viven afuera. Ni más, ni menos.
Se entiende que el régimen no desee que voten estos venezolanos de la diáspora. Lo que no se entiende es que la oposición también impida que voten. Sin esos votos, a la oposición se le hará muy difícil ganar.
La grieta favorable
Que el régimen sea el que esté impulsando una negociación, evidencia una gran grieta. Porque estamos ante un régimen con grandísimos problemas de financiamiento. El “efecto Guaidó” ha hecho mella. El hueco fiscal es enorme.
En su huir hacia adelante, Maduro y sus compañeros de aventura, ven la posibilidad de manipular las aspiraciones de los opositores, para lavarse la cara internacionalmente, lograr su reconocimiento y sobrevivir al descontento popular.
Sin embargo, la oposición no debe caer ni en las manipulaciones del régimen, ni en la de algunos de los sectores opositores, que en ambos casos pretenden bloquear que la oposición pueda incorporar a la mayor cantidad de factores, incluyendo a los electores y a los partidos de oposición excluidos.
Si los negociadores de la oposición se meten por la principal grieta que muestra el régimen, pueden trancarle el diálogo, y obtener no solo el salirse con la suya, sino hacer que la Constitrución se cumpla y se impogan la voluntad popular. Lo que es la manera correcta de ver esta posibilidad.
La cita en México, o en la parte que sea, no puede ser una cita a ciegas.
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