La crisis económica venezolana alcanza a todos los sectores y niveles del país. A nadie le queda un “hueso sano”.
En los medios estamos acostumbrados a hablar de las grandes variables. Eso que los economistas llaman la “macro economía”. Y que se refiere a los grandes indicadores “globales”.
Tales como los montos totales de los bienes y servicios producidos, el índice inflacionario, el total de las exportaciones e importaciones, y en eso que llaman “las cuentas nacionales”, y de las cuales informan con frecuencia los bancos centrales.
De cara a la economía, tenemos la “micro economía”, que estudia cómo se comportan los individuos: consumidores, empresas, trabajadores e inversionistas.
En Venezuela, la parte política, los burócratas y quienes dan explicaciones económicas en los medios, suelen abordar generalmente la macro economía.
Las personas comunes, en sus conversaciones personales, suelen -por otra parte- abordar los asuntos propios de la micro economía.
Hoy nos referiremos a ese tópico “micro” de la economía. Lo que atañe a las personas en cuanto a las personas, y no el país en su totalidad (“que es lo macro”).
Es decir lo que tiene que ver con el “bolsillo”: el suyo, el mío, el del vecino, y de cualquier persona que habita en Venezuela y de cuantos nos podemos encontrar en la calle.
Estando en la calle estuve, como cualquier consumidor, haciendo compras este jueves en uno de los mercados municipales de Caracas.
Allí pude apreciar lo que está aconteciendo a diario en la parte micro de la economía.
El dinero en efectivo, que es el instrumento de intercambio en el comercio, prácticamente ha desaparecido. No existen bolívares en billetes para hacer las transacciones de compras.
Dada esta realidad, el país se ha dolarizado. Eso lo sabemos todos en este inning del partido del juego de salir a comprar.
Lo que nos estamos encontrando en los últimos meses, es que han desaparecido de la circulación los billetes de moneda estadounidense menores a los 20 dólares. No se consiguen billetes de 10, 5 y un dólar.
La búsqueda del “vuelto” nos puede llevar más tiempo, que la compra en si.
Esta ha hecho que la hora del pago sea una suerte de mezcla de dólares, bolívares pagados con tarjeta de débitos, comprar más o menos de lo que se quiere comprar, o dejar una deuda o pagar de más, para utilizarlo o pagarlo la próxima vez.
Lo que ha tenido como consecuencia que haya retornado el “fiado” y la confianza mutua. Dos comportamientos que teníamos tiempo que no se veía en las relaciones comerciales.
Otra consecuencia, es que los comerciantes de mercados y ventas especializadas, estén experimentando un caída de los compradores.
En el sector de alimentos, y como es evidente que la gente necesita comer, el flujo de consumidores se ha re dirigido hacia los supermercados. Allí, se compra de todo y se hace un solo pago.
En los mercados municipales, por el contrario, está establecida la especialización de los productos que se expenden. El mercado está divido en sectores especializados: carnes, lácteos, vegetales, frutas, mercancías secas, etc.
Ante esta situación, en los mercados se está comenzando a ofrecer las ventas en combos. Usted va a comprar papas, y si el comerciante no tiene efectivo para darle vuelto, le pregunta “¿qué otros productos quiere comprar?”. Ese comerciante se los consigue, y usted hará un solo pago.
Al final del día, como en una cámara informal de compensación, los comerciantes se reúnen y cuadran las cuentas.
De esta manera, los comerciantes de los mercados están operando más cooperativamente, y en cuanto a dar vuelto, se están complementando y no compitiendo a la hora del pago del consumidor.
Lo micro se ha hecho más micro, y el mercado está construyendo soluciones.
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