por Isabel Idárraga
Raúl y Ernesto son hermanos que están, uno comenzando la universidad y el otro a mitad de bachillerato. Se apoyan mutuamente, comparten actividades extra escolares, son excelentes estudiantes, buenos compañeros, deportistas y anhelan tener un negocio relacionado con el deporte. Cuando hablan con otras personas de sus planes y lo que están haciendo para conseguirlos son llamados, con frecuencia y en tono despectivo, ambiciosos.
La palabra ambición tiene dos connotaciones. Una está relacionada con el deseo desmedido de lograr poder, dinero y riquezas sin que importe el cómo y la otra se refiere a las aspiraciones e ilusiones de disfrutar de una mayor calidad de vida que llevan al individuo a fijarse objetivos. Es esta diferencia en la interpretación del término lo que ha llevado a que buena parte de la humanidad considere que ser ambicioso es pecaminoso por lo dejan a un lado sus fantasías de hacer algo distinto.
Es normal que el hombre busque superarse a sí mismo, realizar sus sueños y mejorar sus condiciones de vida. La ambición es el motor que alimenta el deseo de llegar más lejos, provee la motivación y determinación necesaria para alcanzar lo planeado. Enciende la llama del entusiasmo, el esfuerzo, la perseverancia y la voluntad para mantener el foco en el camino para llegar a sus metas, las cuales, por lo general, inciden favorablemente en su entorno.
La ambición es la energía que hace que los emprendedores dirijan sus esfuerzos para llevar a la realidad una idea de negocios, mueve a los padres de familia a enseñar a sus hijos a ser mejores ciudadanos capaces de elegir como vivir, lleva a los maestros a transmitir a sus alumnos la importancia del conocimiento para obtener lo que se propongan y dar un aporte a la humanidad. Es ese fuego interno que hace que el ser humano se mantenga en movimiento buscando un mundo mejor.
Las personas ambiciosas son impulsadas por una aspiración de cambiar lo que está a su alrededor, ven oportunidades donde otros ve obstáculos. Son capaces de explorar nuevas formas de hacer lo que han venido haciendo hasta ahora. Avanzan hacia adelante y se convierten en visionarios. La historia está llena de ejemplo de personas que han logrado cambios favorables a la humanidad producto de su ambición, de su ímpetu por cambiar su realidad.
Raúl y Ernesto han acudido a sus padres, como hacen siempre que necesitan ayuda para resolver una situación ante la cual no tienen respuesta. Es así como llegan a la conclusión que la ambición es poderosa, capaz de generar la voluntad necesaria para crecer personal y profesionalmente, teniendo en cuenta los principios y valores adquirido en el seno familiar. La ambición sana ofrece a los seres humanos la posibilidad de sentirse realizados al alcanzar las metas que se han propuesto.
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