El binomio Colombia-Venezuela
Por Eduardo Martínez
Venezuela y Colombia tienen una historia común. Y en esa historia, los problemas también han sido comunes, de un lado de la frontera y del otro.
A pesar que políticos y exaltados trataron por décadas manternos separados, el sentido común ha privado en el sentimiento de ambos pueblos. Sigue siendo así.
Hasta entrado el régimen de Hugo Chávez, la corriente migratoria fue de colombianos hacia Venezuela. Desde los años 50, millones de colombianos -tantos como más 6 millones- vinieron a buscar oportunidades de trabajo y vida que no disfrutaban en su país.
Esa corriente migratoria se revirtió, en la medida en que la crisis venezolana se profundizaba con el régimen Chávez-Maduro. Primero comenzaron a devolverse los colombianos. Luego le seguirían los venezolanos, asfixiados por los logros revolucionarios.
Al día de hoy puede haber cerca de 4 millones -entre colombianos y venezolanos que antes residían en Venezuela- que cruzaron la frontera y se establecieron en Colombia. La cifra no se puede estimar con exactitud. Las autoridades colombianas contabilizan poco menos de 2 millones de venezolanos. En tanto, que de los 6 millones de los combo-venezolanos con doble nacionalidad, es difícil establecer una estimación, por cuanto ingresaron a su país de origen con documentos colombianos.
En Venezuela, en momentos que crecía el éxodo, temimos que el recibimiento no fuera del todo del agrado de las autoridades. A pesar de pequeños brotes xenófobos, como era de esperar, la sorpresa ha sido la actitud de las autoridades colombianas. Han comprendido la problemática política, económica y social venezolana. Hay que agradecerles.
Dejando de lado el éxodo de venezolanos hacia Colombia -que es el tema más importante- se puede decir que la frontera entre los dos países ha sido una línea arbitraria de separación de dos pueblos, que sus tradiciones, costumbres y afectos perfilan como un solo pueblo.
Al ser un conglomerado de iguales, los problemas son los mismos. Lo que señala que los enemigos, son también comunes para ambas naciones. Guerrilla, droga, contrabando, militarismo, desigualdades, paramilitarismo, entre otros, han sido las amenazas comunes.
Cuando la clase política venezolana supere la pesadilla de la crisis, y en el entendido que Colombia haya superado la amenaza que Gustavo Petro representa, la agenda de ambos países deberá generar un nueva visión de su relación bilateral. Deberemos vernos como lo que somos, pueblos hermanos con un destino común.
Siempre se habló retóricamente de una integración. Política que tuvo su avances y retrocesos por terquedades de parte y parte. Sin embargo, es necesario evaluar el período de mayor cercanía, cuando los actores económicos de ambos países – de manera espontánea- se ingeniaron para interrelacionarse.
Esta interrelación bilateral no pasó desapercibida para el fallecido Hugo Chávez, quien no la toleró. Prefiriéndo entenderse con la guerrilla, en abierto enfretamiento al gobierno colombiano, para llegar finalmente a la ruptura y cerrar la frontera.
El binomio Colombia-Venezuela es una realidad. Solo falta la voluntad política para darle dirección y contenido.