A dos semanas escasas de las elecciones regionales y locales del 21 de noviembre (21-N), muchos venezolanos todavía deshojan la margarita sobre si ir a votar o quedarse ese domingo en sus casas. Ese domingo no tiene cara de ser como cualquier domingo electoral anterior. En otras épocas, los amigos después de votar se reunían para comerse una parrillita y celebrar la jornada. Hay muchas razones que en estos tiempos se juntan para que eso no sea así.
El enclaustramiento obligado por la pandemia es el principal factor que desanima a los venezolanos. Aunque el escaso ingreso, que se potencia con la carestía de los productos básicos, es un freno para las personas socialicen, la ausencia de candidatos unitarios en la oposición es una bomba de profundidad que estallará en cualquier momento.
Eso lo conocen los venezolanos. Por lo que la ausencia de un cambio, que indica que todo seguirá igual o peor, profundiza el desánimo. Y ese desánimo desestimula que los electores quieran votar el 21-N.
En este cuadro, el régimen ha trazado una estrategia para que se mantenga la abstención que las encuestadoras proyectan. Lo que tiene sentido, desde el punto de vista del aparato gubernamental, por cuanto muestran en los sondeos un apoyo de solo el 20% para el día de las elecciones.
Impulsar el cambio que el país requiere, luego de más de 20 años de destrucción de las instituciones nacionales, requiere que se venza ese desánimo.
Eduardo Martínez
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