Por Eduardo Martínez
La destrucción de Venezuela es de tal magnitud que es casi impensable encontrar de dónde saldrá el dinero para recuperarla.
Lo que se traduce en dinero, solo sumando los fondos necesarios -sector por sector- arroja un total gigantesco. ¿Cómo haremos para conseguir tal cantidad de dinero?
Eso hace que la situación actual de Venezuela, a parte de estar muy comprometida, sea de difícil solución. Y lo que es difícil, no necesariamente se hace imposible.
Encontrar soluciones para resolver lo que parece imposible, no debe asustarnos en lo más mínimo. Por cuanto seguimos teniendo algunas ventajas que abren la puerta a la recuperación.
Se ha generalizado en el país la idea de que ya el petróleo no da más para financiar el funcionamiento de la economía venezolana. Esto ha logrado desánimo, ha corrido las nuevas inversiones y el descrédito de la Nación.
Por supuesto que esta idea, de que ya el petróleo no da para más, es cierta en tiempo presente. Pero errada en pasado y futuro.
Con 600 mil barriles diarios de producción petrolera, el país es económicamente inviable. Sin embargo, si pensamos el futuro con una producción petrolera de 3 millones de barriles diarios – como llegó a ser en el pasado antes de 1999- regresará a nuestra cara una sonrisa y un mejor color.
Venezuela tiene yacimientos para producir 3 millones de barriles diarios y hasta más. El aumento de 5 veces, de la producción petrolera, requiere de fondos que pueden llegar al país para elevar ese aumento. Pudiendo llegar por la vía de préstamos, y por la vía de nuevas inversiones.
Si ese esquema de endeudamiento para aumentar la producción se hace inteligentemente, se puede impulsar un impacto social en corto tiempo de grandes proporciones. Y eso, sin que estemos invirtiendo directamente en programas sociales. Estaríamos utilizando la economía petrolera para mejorar la vida de los venezolanos.
Empezando con la electricidad
Para producir petróleo, dadas las características de los yacimientos venezolanos, hace falta que a la salida de los pozos estén instalados los “balancines”.
Esos balancines funcionan con electricidad. A la vez, como consecuencia del deterioro de la infraestructura del sistema eléctrico nacional, no se produce suficiente electricidad ni para alimentar los balancines de la producción de petróleo, ni para la manufactura en general, ni para el comercio, y ni siquiera para la población que, en muchas regiones, languidece por horas y días sin el servicio eléctrico.
Todos tuviéramos electricidad, si estuvieran en funcionamiento pleno, los grandes complejos de producción de electricidad, como Guri, Planta Centro, entre otros.
Es así como discutir fondos, para suministrar electricidad a las viviendas -con la tradición de tarifas subsidiadas- resultaría muy cuesta arriba.
Si por el contrario, el negocio se plantea en términos de recuperación de la producción petrolera, las cuentas van a resultar en la hoja de cálculo financiero de la operación, sea de préstamos o de nuevas inversiones.
De esta manera, poniendo estas operaciones de financiamiento en términos del petroleo, conseguiríamos los fondos necesarios para recuperar el sistema eléctrico nacional, se impulsaría la producción de petrolera para comenzar a amortizar la deuda contraída, proporcionaríamos electricidad a quienes no tienen energía para producir, y una mejor calidad de vida para la población.
Hay un factor sicológico envuelto en esta idea. Cuando el venezolano que sufre actualmente la falta de electricidad, pueda pasar el interruptor y se encienda el bombillo, el impacto social y anímico será inmediato.
Las fuentes de financiamiento
Hay cuatro opciones posibles que Venezuela tiene enfrente. Una son los fondos de los organismos multilaterales, como el Banco Mundial (BM), el Banco Interamericano de Desarrollo (BID) y el Fondo Monetario Internacional (FMI), que tienen programas de asistencia financiera de grandes montos, a largos plazos y bajas tasas de interés.
A parte, existen otros organismos multilaterales como la Unesco, la Organización Mundial de la Salud (OMS), la Oficina Panamericana de la Salud (OPS) -entre otros- ofrecen financiamientos sectoriales en montos no tan grandes, y en algunos casos, hasta a fondo perdido (donaciones).
La segunda opción, es recurrir a préstamos con la banca internacional. Son más costosos y a menor plazo. Pero es una alternativa para proyectos puntuales para empresas públicas, y en fondos administrados para ciertos desarrollos de empresas privadas.
La tercera opción, son inversiones privadas extranjeras en industrias claves, como la petrolera, la electricidad, los acueductos, etc. Traen dinero fresco, que no serán contabilizados como préstamos.
La cuarta opción, es el uso de los Eximbanks de los países desarrollados. Préstamos para financiar la compra de maquinarias y materias primas para la industria, así como también para la construcción de infraestructura.
Estos préstamos tiene la condición de estar amarrados a la compra y contrato de empresas de esos países.
Primero lo primero
Si en algo ha fallado el actual régimen venezolano, en sus intentos de resolver la crisis del país, es su imposibilidad de vencer sus propias limitaciones y corregir sus propios errores causantes de la crisis.
En este sentido, el país debe honrar sus compromisos, tanto de las deudas contraídas como en los contratos y acuerdos firmados. Lo que tiene como primer paso respetar la seguridad jurídica, tanto de los extranjeros como de los venezolanos.
Por supuesto, que es válida la idea de que no tenemos para pagar todas nuestra deudas. Lo requiere una evaluación del total (que no lo conocemos), y una jerarquización de esas deudas.
Pero que no podamos pagar, con una producción de 600 mil barriles diarios, no implica que no debamos pagarla. Nadie nos va a prestar, si no honramos esas deudas y si no damos seguridad jurídica.
Cuando no se tiene como pagar, sea una persona, una empresa o un país, siempre hay la posibilidad de “negociar” los términos. El deudor tiene la opción del pataleo, en términos de los plazos de pagos, la renegociación de los montos y los intereses. Para lo cual hay que tener presente dos aspectos que son importantes para el acreedor: reconocimiento de lo que se debe, y garantía del flujo de pagos. Sean estos pocos o grandes montos.
El eslabón de la negociación
En toda negociación hay negociadores. Lo que ha sido el eslabón perdido de Venezuela. Es de reconocer que históricamente, en general, no hemos tenido buenos negociadores. Lo que no quiere decir que no tengamos buenos negociadores que calcen lo necesario para lograr positivos términos para los intereses nacionales.
De una conversación con el profesor y economista José Miguel Uzcátegui, surgieron la ideas de este análisis.
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