A dónde se fue la gran riqueza de Venezuela
Por Eduardo Martínez
Cuando se estudia la historia, de los países que lograron desarrollarse en la segunda mitad del Siglo XX, se rompe el mito de ver la riqueza como producto de los recursos naturales que el país tiene, o de su ubicación geográfica estratégica. Un mito que sembraron en nuestra cabeza en las escuelas, los liceos y las universidades.
Así aprendimos que Venezuela, ubicada al norte de Sur América, a mitad de camino del sur con el norte, y de América con Europa, tenía una posición enviable en su interrelación con los mercados del primer mundo.
Además, que era una Tierra de Gracia que poseía incalculables recursos naturales que colocaban al país, en las tablas mundiales, en los primeros puestos de los rankings.
El potencial acuífero, el petróleo, el hierro a flor de tierra, la bauxita, la producción de electricidad, extensos terriotorios para la siembra, piedras preciosas, entre otros recursos, confirmaban las cuantiosas riqueza de la Nación.
Mientras en los centros educativos se nos enseñaba que eramos un país rico, nuestros gobiernos -post guerra mundial- entendían perfectamente el futuro al cual se enfrentaban.
Todos los gobiernos, desde 1945 hasta 1999, autocráticos o democráticos, con mayor o menor empuje, sembraron al país de infraestructuras para impulsar la generación de riqueza, más allá de los recursos naturales del país. Pudieron tener muchas fallas esos gobiernos. Pero, en lo que tuvieron una gran éxito, fue en ir directos al futuro.
En tanto, la educación seguía con esas ideas de que éramos ricos per se.
En las escuelas de administración de negocios, aprendimos que la riqueza hay que generarla, no solo explotarla. Tal vez Japón sea el mejor ejemplo. Un país que no cuenta con recursos naturales significativos, y que su riqueza proviene del trabajo que realizan cada día los japoneses, partiendo de materias primas importadas, convirtiéndolas en productos terminados, y exportando a todos los países del mundo.
Siendo el término clave: agregar valor. Y eso fue lo que esos gobiernos durante medio siglo aumieron como tarea.
Sidor, fue producto de trabajar el hierro y transformarlo en acero, y en una gran diversidad de productos. Bauxiven, transformarlo en aluminio. Las refinerías, en convertir el petróleo en gasolina, lubricantes, materias primas para la industria del plástico, fertilizantes, y otros productos.
Luego, algo que se hizo desde el principio de la era petrolera, importar mano de obra calificada para impulsar la extracción del petroleo, gas y otros minerales, y a la vez para que los venezolanos aprendieran. Así, se fue transfiriendo a profesionales locales las diversas áreas de operación.
No se quedó allí la tarea de calificar la mano de obra venezolana. También se abrieron las puertas a agricultures de países desarrollados, para que trajeran al país el conocimiento de la producción agrícola eficiente, y utilizando comprobadas técnicas de cultivos.
Ese gran esfuerzo, fue acompañado de grandes inversiones en infraestructuras: aeropuertos, puertos, carreteras, escuelas, hospitales, etc.
En paralelo, se impulsó la instalación en el país de grandes, medianas y pequeñas industrias, siempre, con la idea de agregar valor a las materias primas y que, en una primera etapa, satisfacieran la demanda nacional y dieran trabajo a los venezolanos, para luego exportar, traer divisas al país, y disminuir la dependencia del petróleo.
El sueño de esos gobernantes durante medio siglo, no terminó de cumplirse. En los últimos 23 años, año tras año se ha ido perdiendo la infraestructura. Y lo que es peor, el recurso humano venezolano, preparado en el país, ha emigrado. Lo que disminuye la capacidad del país para agregar valor.
Esa emigración profesional es la guinda de una torta de destrucción de Venezuela. Es la riqueza que estamos perdiendo y que no sabemos si la vemos a recuperar.
Habrá que desarrollar una política de importación de mano de obra calificada, como la que se impulsó a partir de los años 40 del siglo pasado. Solo que en esta oportunidad, dirigida al venezolano universal que puebla todos los continentes.
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