Víctor Maldonado: Un país de feriados, castigos y fugas

por: Víctor Maldonado C.

No niego que entre las poquísimas razones que tienen los venezolanos para sentirse orgullosos es cuando alguno de sus equipos logra los laureles de la victoria. Sobre todo cuando el resto se presenta tan deslucido, opaco y doloroso. Un triunfo es entonces la oportunidad de la catarsis y el reencuentro, la ocasión cada vez más escasa para sacar a relucir esa mirada que se encuentra gozosa con el otro, intentando recordar que no siempre las razones que se deben imponer son las de la división y la de los odios. ¡Pero hasta allí!

Al gobernador Tarek no se le ocurrió otra cosa que montarse en la ola de la celebración y decretar un feriado para todo el norte de Anzoátegui. Ganaron los Marinos de Oriente y por lo tanto a descansar. Seis días antes el vicepresidente Jaua había anunciado una medida similar para todo el país. A juicio del flamante encargado, a falta de pan buenas son las tortas, por lo que en ausencia de una agenda de fastos a la altura de la conmemoración patria no tuvo mejor idea que decretar un mega-puente que vació a la ciudad y dejó al presidente más solo que nunca en esa vuelta enigmática, protegido por el silencio de la madrugada y espoleado por la indiferencia de la ciudad capital. Dos feriados inexplicables en menos de quince días deberían despertar todas las alertas del país, porque no hay forma de sacarlo adelante, de superar la recesión y de mitigar la inflación, si no practicamos el trabajo como dedicación fundamental y no mantenemos con firmeza el mensaje de que nada diferente a la productividad social nos va a salvar de esta debacle. Y que estos feriados autoritarios no hacen ninguna otra cosa que corromper la moral social y promover esa sensación de que sin hacer esfuerzo alguno podemos seguir viviendo esta ficción de modernidad sin requisitos y sin exigencias.

Pero supongamos por un momento que todas estas decisiones forman parte de una trama aun más perversa por la cual, para garantizar la lujuria circense tiramos a los leones a las empresas, a las que llenamos de sobrecostos, les cortamos el suministro eléctrico, les incrementamos las regulaciones, les infiltramos operadores políticos para desestabilizarlas, y además les evitamos que trabajen porque decretamos aquí y allá feriados obligatorios. Supongamos que lo que está planteado es jugar a la destrucción de la competencia y la degradación del emprendimiento, con o sin intención manifiesta, pero si regodeándose en los resultados del declive que los deja a ellos solos e invictos en el escenario de la hecatombe. Conjeturemos por lo menos un momento si estos decretos son una modalidad enrevesada de castigo a la libertad por la que nos obligan a disfrutar, aunque suframos la paradoja de sentir que por eso estamos cayendo en un vacío irreversible de cínica holgazanería que al final nos va a volver al caldo primordial de la barbarie y el delito. ¿Será que el castigo es precisamente el volvernos truhanes y pícaros irredentos hasta el punto que ya nada nos importe?

 

Mientras tanto la otra cara del gobierno, la farisaica, censura implacablemente la falta de fervor y consciencia revolucionaria. Pregunto, ¿conscientes de qué? Hasta ahora esa pasión y entrega que se exige es más una repartición de privilegios para unos pocos y la amenaza constante a todo el cuadro administrativo del Estado. ¿Fervor o chantaje? Cientos de jueces no se atreven a salir del coro reluctante que los obliga a comportarse como verdugos de los perseguidos políticos y de todos aquellos que se atreven a gritar su verdad. La noche del miércoles le tocó a Oswaldo sentir el peso de una culpa ficticia, y abatido por esa incapacidad ante la violación de todos los derechos sin poder hacer otra cosa que invocar la protesta, hacer una llamado a la decencia y cargar el peso de dos años de amenazas, por si se le ocurre salirse del carril. Al mismo tiempo, en el mismo canal informaban de la fuga del Oriente, temible Pran de El Rodeo. Una extraña escapatoria que tiene la ventaja de concluir, por ahora, un episodio de vergonzoso desvalimiento. Y como gritando al vacío, las redes sociales clamaban insistentemente que el cáncer, como sabe perfectamente Hugo Chávez, no espera. Y que Lázaro Forero y Peña Exclusa lo sufren sin que el régimen muestre algo de piedad. Todo esto en una noche es una metáfora exquisita del caos en el que estamos involucrados. Oswaldo injusticiado, Yorbis Lopez y todo su cortejo huidos, Forero y Peña Exclusa entre la cárcel y la enfermedad ignorada, y el país entero mientras tanto, evadido entre la ensoñación futbolística y esas ganas de que esto se resuelva sin tener que dejar de pensar que es posible tenerlo todo sin arriesgar nada.

e-mail: victormaldonadoc@gmail.com

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