“Estamos condenados a ser libres. La libertad pertenece a la estructura misma de la conciencia.” Jean Paul Sartre.
Por Neuro J. Villalobos Rincón
Aún cuando en Venezuela no están muy marcadas las cuatro estaciones del año, me quiero referir a un evento de rebelión que ocurrió allá por el año 1968 en Checoslovaquia que se denominó La Primavera de Praga. En ese entonces se acuñó un hermoso pensamiento que cobra vigencia ahora a pesar de los años transcurridos. “Podrán cortar todas las flores pero no podrán impedir que llegue la primavera. Las armas sirven para matar hombres, pero nunca sirvieron para matar ideas.”
El símil de ese pensamiento podemos aplicarlo en Venezuela. El régimen dictatorial actual, con un cuarto de siglo en el poder, ha tratado de cortar de raíz las ilusiones de varias generaciones de venezolanos, pero no ha podido, y la primavera venezolana con su anuncio de libertad llegará inexorablemente.
Muchos otros venezolanos se han quedado en el camino, víctimas de las balas asesinas del régimen, que se ha aferrado insensatamente a una pretendida falsa revolución que no es más que la expresión del bandidaje atroz, disfrazados de políticos. Han acabado con casi todas las flores del jardín venezolano, pero no podrán impedir que la primavera venezolana envuelta en gritos de libertad que María Corina y Edmundo González han inculcado en la conciencia de millones de personas, a pesar de los inimaginables obstáculos que el régimen coloca a lo largo y ancho del territorio tratando de impedir su paso de vencedores.
Las ideas de libertad, democracia y esperanza han germinado en las mentes de los venezolanos, más aún con el fervor y la pasión que María Corina imprime a sus palabras y a sus acciones. Las ansias de libertad material y espiritual se han colocado muy por encima del garrote vil que blande el régimen dictatorial con pasmosa frecuencia.
Para Soren Kierkegaard, tener que elegir, y poder elegir, agrego yo, es lo que llamamos libertad y eso nos produce angustia, de modo que el espíritu tiembla, se angustia, dice, y en último término puede buscar la fe, que a su vez es también algo terrible porque no nos promete en principio, razones, comprensión o utilidad, y eso funciona así porque algunos seres humanos racionales no le encuentran muchas veces, razón a la fe, pero existen momentos difíciles en su vida que los impulsa a aferrarse a ella.
Para John Dewey el fundamento de la democracia es la fe en la capacidad de la naturaleza e inteligencia humana y en la experiencia asociada en la forma de colaboración y solidaridad.
Es innegable que la sensación de desorientación y de fatalidad inminente frente al régimen que nos subyuga se agrava por la disrrupción tecnológica acelerada y por el ritmo que lleva el desarrollo científico que nos hace sentir en un lejano pasado. No obstante, recordemos las sabias palabras de Yuval Noah Harari: “Lo que confirió a homo sapiens la ventaja sobre los demás animales y nos convirtió en los amos del planeta no fue nuestra racionalidad individual sino nuestra capacidad sin parangón de pensar de manera conjunta en grupos numerosos.”
Es en la unidad y coherencia de pensamiento que podemos lograr cohesión para la acción para que con fe y esperanza, podamos reconstruir el país y que las flores con todo su esplendor, anuncien que una nueva primavera ha llegado y podamos entonces, distinguir y disfrutar con sus olores y colores, las cosas bellas que tiene la vida ya que, como señala Harari: “ Ahora el homo sapiens está empezando a quebrar las leyes de la selección natural, límites determinados biológicamente, sustituyéndolas con las leyes del diseño inteligente.” Solamente tenemos que acelerar nuestros pasos.
* Editado por los Papeles del CREM. Responsable de la edición: Raúl Ochoa Cuenca.
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