Luis Barragán: Carlos D´Ascoli, Tanquista de Pensamiento

Por Luis Barragán

Solemos olvidar que los partidos políticos fueron una magnífica escuela del pensamiento necesario para el desempeño democratizador del país, si se quiere, palabras éstas de edulcoración para aludir a una difícil, larga, dura y también sangrienta experiencia a favor de las libertades públicas reales y concretas por estos predios. Faltando expertos en distintas áreas, por entonces, las organizaciones partidistas propendieron a reclutarlos o a formarlos militantemente; e, importa decirlo, numerosísimas individualidades pudieron enriquecerse con el exclusivo ejercicio privado de la profesión, pero optaron por el servicio público, una casa a pagar por largos años, la inversión prioritaria en la educación de la prole y un retiro decoroso, como modesto; por supuesto, huelga comentar, hubo excepciones que confirman la regla.

Nos tienta reflexionar en torno a la política y a la academia, la suerte corrida en la Venezuela contemporánea y las toneladas de prejuicios que, ahora, más que nunca, conviniendo infinitamente al régimen, caracterizan esa relación. Sin embargo, deseamos referirnos a un caso emblemático que espera por los estudiosos, respecto al partido-tanque de pensamiento, como el de Carlos D´Ascoli, al igual que pudiéramos versar en torno a aquellos otros líderes liberales, socialdemócratas, socialcristianos, marxistas y de toda la variedad ideológica que se nos ocurra, cuyo pensamiento se explicaba a través de la acción, y viceversa.

D´Ascoli fue un destacado y, por cierto, longevo tanquista adeco que cursó estudios de  economía, derecho y ciencia política,  en las universidades de Columbia y París. Dirigente estudiantil de proyección latinoamericana, y, luego, profesor en varias casas de estudios, regresó a Venezuela a mediados de la ruda década de los treinta del veinte, propulsando las entidades que precedieron a Acción Democrática que también lo tuvo por fundador.

Insuficiente la información dada por las redes digitales, fue ministro de Hacienda entre 1945 y 1947. Nada improvisado, ya daba clases en la Facultad de Ciencias Económicas en la UCV, ejerciendo la presidencia de la Sociedad de Estudios Económicos, al irrumpir la llamada Revolución de Octubre y, más tarde, resultó aventado del país con el golpe de 1948.

Partamos del supuesto demasiado obvio de la reconstrucción del país, toda vez que dejemos atrás al actual régimen. ¿No significa igualmente impulsar la tarea de reconstruir a los partidos decidida y genuinamente democráticos? ¿Qué llevó a D´Ascoli a comprometerse por el resto de la vida con un ideario que pudiera servir de inspiración al futuro liderazgo obligadísimo a superarlo? ¿Cómo antes pudieron coexistir dirigentes de la más diversa gama de talento, vocación, oficio y convicción? ¿Se dejará a la academia todo el peso de reflexionar al país, como a los partidos el de ejercer la política? ¿Saldremos adelante a punta de inteligencia artificial, activando exclusivamente en las redes digitales?

Pudiera argumentarse que D´Ascoli fue un adeco de los más pesados y de una enorme influencia, caída la dictadura de Pérez Jiménez, pero no tenemos noticias de una conducta reñida con la ética, protagonizando algún escándalo o desvarío. Ya octogenario, es que se convierte en individuo de número de la Academia Nacional de Ciencias Económicas, y si bien es cierto que fue senador principal durante 25 largos años por su estado natal, Sucre, no menos lo es que el parlamento y su partido contaron con sus conocimientos y experiencias de una sorprendente continuidad, credenciales éstas sin ningún equivalente en la Asamblea Nacional a lo largo del presente siglo.

Otra faceta inadvertida, hubo referentes políticos de mucho timbre en Venezuela que escasamente, o nunca, ocuparon altas posiciones ejecutivas, destinados principalmente a brillantes funciones legislativas, partidistas, y hasta edilicias, dependiendo del criterio de selección del mandatario nacional y a su particular coyuntura.  Criterio muy quizá influido por alguna simpatía o antipatía personal, u otra predisposición,  tendían a no predominar las relaciones primarias, y, en el caso concreto de D´Ascoli, quien no fue ministro del segundo Betancourt, no cabe duda de la relación de amistad y afecto entre ambos: nada casual, en una de las áreas de trabajo de la que fue residencia de Betancourt (Pacairigua), está expuesta una estupenda fotografía de Carlos, por lo demás, empleada a finales de los cuarenta para las nos de  prensa (por ejemplo, El Heraldo, Caracas: 15/10/1947).

Convengamos, mucho antes de convertirse en los formidables partidos de masas que fueron, comprobada la condición aún fuera de Miraflores, tempranamente los caracterizaban aquellas relaciones de una importante y, a veces, inasible complejidad. La perspectiva histórica permite descubrir, incluso, en términos de poder interno, las más variadas y también sorprendentes circunstancias que modelan el escenario e iluminan u opacan a sus actores.

Tanquista por excelencia, Carlos D´Ascoli publicó libros de su especialidad, sin abandonar jamás los artículos de opinión que ejemplifican la propia existencia del debate público, como ahora no lo imaginan las nuevas generaciones. Ojalá sepamos pronto de una compilación de las columnas, esperando encontrar y leer un libro-homenaje, publicado por el BCV en 1990 de elocuente título: “La honra de ser político”.

Fotografías: El Heraldo, Caracas, 15/10/1947; y LB, Pacairigua (Caracas, 29/02/2024).

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