Por Juan José Monsant Aristimuño
Leo con interés el editorial del diario El Mundo de El Salvador, del pasado miércoles 29 de julio firmado por su editor en jefe Alvaro Cruz sobre los desmanes extraterritoriales de la pandilla, gang, cartel venezolano denominado el tren de Aragua. Hay otros trenes con otros nombres provenientes de otras regiones del país, que actúan con total impunidad y la certeza de no ser reprimido.
Don Alvaro explicó muy en detalle el origen de ese curioso nombre que identifica a una vulgar pandilla de criminales sin control, que ya traspasó las fronteras territoriales para internacionalizarse y asentarse en determinados países del continente, incluyendo a los Estados Unidos de América.
Hace algunos años, me llamó la atención que las maras salvadoreñas y hondureñas no se hubiesen extendido a Nicaragua, y un amigo nica me explicó con cierta sonrisa de complicidad “Es que aquí no vienen, porque aquí desaparecen, y ellos lo saben”. Y no fue más explícito, no había necesidad. Solo acotó para finalizar la conversación: recuerda que el primer deber de un gobernante es proteger a sus ciudadanos y garantizarles su seguridad.
En medio de la hambruna e inseguridad desatada en Venezuela, desde el mismo inicio del gobierno de Chavez y luego profundizado por Maduro, el dejar actuar libremente a los tradicionales criminales de todo tipo, fue política de estado. Consideraban que el delincuente era producto de una sociedad capitalista y burguesa, en consecuencia había que reparar la injusticia y dejarlos actuar libremente para saldar esa deuda social que arrastraba Venezuela; al tiempo que mantenía temerosa a la “burguesía” que despreciaba, aún por exteriorizar formas educadas y corteses de convivencia ciudadana.
De modo que los delincuentes (no los de cuello blanco) fueron “reeducados” para direccionarlos hacia el combate social, darles sentido al resentimiento que pudiere culminar en el paraíso socialista; como fuerza de choque irregular pero direccionada hacia el combate civil. Llegar allí, enfrentar y reprimir donde no fuere conveniente la presencia de uniformados policiales o militares. Todo muy bien diseñado, entrenado y dirigido para el mal, la contención y eliminación; una especie de “tonton macoutes” motorizados, pero con la misma violencia y objetivos que diseñó Papa Doc, en su momento en Haití.
El caso es que esta estrategia se les escapó de las manos, y llegaron a someter territorios en las ciudades, asaltaron y ocuparon instalaciones policiales, incapaces de neutralizar el asalto de las pandillas armadas con armas automáticas, que ellos mismos no poseían. Se llegó al punto que tuvieron que enfrentarlos con el ejército y negociar con ellos. Así que crearon las “zonas de paz” o territorios urbanos, donde las pandillas se abstienen de señorear en ellas, a cambio de no ser acosados. Eso fue en Caracas, la ciudad capital y en las principales ciudades de Venezuela.
En los primeros años del gobierno de Chávez, cuando ya había decidido convertir el país en una colonia de Cuba, crearon el Frente Francisco Miranda, no la Misión Miranda, que tenía o tiene otro alcance. Este Frente tuvo como objetivo entrenar jóvenes venezolanos en inteligencia y contrainteligencia. Cursos de 45 días continuos que dirigen los comandos de élite las “Avispas Negras” cubanos, expertos en la lucha armada regular e irregular.
Llegaban en avión desde Venezuela y desde La Habana eran trasladados a las instalaciones del litoral de Jaimanitas, no lejos de la ciudad capital.
No solo cursos apresurados de inteligencia y contrainteligencia, sino de lucha irregular urbana, listos para contraatacar en sus motocicletas y sus mañas, a la población civil concentrada para manifestar o reclamar sus derechos constitucionales. Son letales, disuasivos, ataque y retirada, enmascarados o no allí, donde no era conveniente la visualización de uniformes policiales o militares. Por supuesto su vocación delictiva tenía bandera blanca, mientras cumplieran su macabro mandato.
Para fortalecer esa estrategia marginal, irregular de fuerza irregular de choque, Chávez creó en el 2011 el Ministerio del Poder Popular para el Servicio Penitenciario nombrando como Ministra a la diputada Iris Varela, conocida también con el mote de “Comandante Fosforito” por su verbo y actos violentos. Se inauguró como Ministro, haciéndose retratar sentada en la cama de una celda de la cárcel de la isla de Margarita, con “El Conejo”; un violento hampón con varias muertes a cuesta.
Su misión, en realidad, fue el adoctrinamiento político y el entrenamiento en el uso de armas letales, tal como se demostró en 2019, cuando un fotógrafo la captó al lado de varios procesados portando armas largas, listos para rechazar cualquier intento de la oposición por cruzar el puente Simón Bolívar que une a Venezuela con Colombia, a la altura de Cúcuta.

El Tren de Aragua se ha expandido a 16 estados de EEUU.
Cuando la migración venezolana se produjo masivamente hacia países de la región como Colombia, Chile, Perú, Panamá, Ecuador e incluso a los Estados Unidos, y sus gobiernos manifestaron el rechazo a la dictadura venezolana, allí fueron enviados los motorizados del régimen, los llamados trenes venezolanos, como el de Aragua, para desestabilizar e incomodar al país receptor. Fue y es una invasión irregular diseñada y en ejecución, para desestabilizar al país que acogía a refugiados venezolanos, y votaban en la OEA contra el régimen de Maduro.
Chile ha sido uno de los países más afectados; allí circulan envalentonados, fuera de ley, enfrentando al orden público, al gobierno, a su presidente. Toman las calles, agrupados en decenas de motos rugientes, a altas horas de la noche o a pleno de luz del día, desafiando la autoridad pública y a los atónitos ciudadanos chilenos no acostumbrados a estas desafiantes expresiones de reto y de poder.
Varios crimenes han sido documentados por los carabineros, incluso el secuestro, asesinato y posterior descuartizamiento del cuerpo del Teniente Ronald Ojeda, asilado en Chile, luego de ser acusado de conspiración para derrocar el gobierno de nicolás Maduro. Fue un crimen por encargo, cuya orden partió directamente del Ministro de Interior y Justicia Diosdado Cabello, según declaración de la Ministra de Seguridad de Chile.
Estados Unidos no se queda atrás, allí señorean desde Miami a Texas, desde Nueva York donde se asentaron, hasta Colorado; cometiendo todo tipo de delitos mayores. Varios de ellos han sido capturados por crimenes horrendos, asalto, invasión con violencia y asesinato, todos entrados desde México, por la frontera sur. Algunos de ellos han sido capturados y sentenciado a cadena perpetua por asesinato. Otros, ya ubicados, seguramente terminarán en Guantánamo, porque devolverlos a Venezuela sería una flagrante descortesía para el venezolano decente, por decir lo menos.
A El Salvador, a pesar del odio que siente Maduro y su entorno por el presidente Bukele, no se atreven a ir. Saben cómo y dónde terminaron las maras, con sus crímenes horrendos y sus tatuajes a cuestas, pero hay que tener cuidado. Hay muchas formas de hacer daño, sin andar en motos.
* Embajador. Editado por los Papeles del CREM a cargo de Raúl Ochoa Cuenca.
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