Alberto Borregales: Post-Capitalismo avanzado y el aparato de captura

Por Alberto Borregales

Seguimos observando el detrimento de una noción ideológica con Falsa Conciencia.

Todos los prolegómenos de una doctrina o credo, entran en desuso, cuando vemos como se degradan todas sus teorías, sus premisas, sus conceptos.

Objetivamente, solicitarles a esta «gente» que se hagan una crítica universal de su propia alienación, es tarea compleja y delicada para un mezquino y burdo aparato de consignas represivas y patológicas.

Todos sus mecanismos intrínsecos de una Voluntad transformadora, en sus inicios, ingresaron a la fase de oxidación.

El lenguaje es enfermizo, no se respetan a sí mismos, dejó de existir la «política», su única porción es sobrevivir bajo la ofensa, la amenaza, el chantaje, el chuleo, el crimen.

Parte de esa porción, ya gravitando bajo forma de residuo, intenta alargar su pesadilla en un paradigma epocal que dejó de ser el 28 de julio del 2024, cuando una inmensa y solemne mayoría, ejerció su derecho de conciencia con los mecanismos sulfurosos de una tiranía que cada vez más ingresa a los tortuosos mecanismos de un aparato de captura que los absorve, trituradamente, poco a poco.

Los elementos gramaticales que componen un llamado a próximos procesos electorales, están descompuestos al nombrarlos. Figuras embalsamadas, cuyas «fortunas» serán congeladas por las premisas inagotables de un flujo de liquidez que emana como chorreo afirmativo de una máquina abstracta post-avanzada.

Atrapados inconscientemente, no logran vivificar su propio asunto y construyen una pesadilla con los ojos abiertos. Si se están equivocando, no los distraigan.

El Aparato de Captura es insoslayable.

Enceguecidos, nublados, tenuemente opacos y oscuros, «viven» su comedia. La frase de Fredrick Nietzsche sobre la esperanza, les brinda una riqueza penetrante a su falso destino en detrimento: La esperanza es el peor de los males, pues prolonga el tormento del hombre.

La Patología

La esquizofrenia es una enfermedad mental grave que afecta el modo de pensar, sentir y comportarse de las personas. Puede dar lugar a una mezcla de alucinaciones, «ideas» delirantes y pensamientos y comportamientos desorganizados.

Las ideas delirantes son creencias firmes sobre cosas que no son ciertas. Puede parecer que una «dirigencia política» esquizoide ha perdido el contacto con la realidad, lo que puede dificultar mucho su vida cotidiana.

Estás personas deben recibir tratamiento de por vida. Esto incluye medicamentos, terapia de conversación y ayuda para aprender a ocuparse de actividades en su vida diaria.

En el caso de una dirigencia política con esta enfermedad, lo más indicado es internarla en recintos particulares de atención psicológica, para poder tratar su demencia que en algún momento, les parecía normalizada.

Normalización que afecta, en sentido general, a una sociedad secuestrada, panoptizada, encarcelada, amenazada por un grupúsculo de enfermedades que se sostiene patológicamente en el «Poder».

Un «aparato de Estado» fragmentado mentalmente, su razón es conflictiva y hay, imperativamente, que aislarla y tratarla como Cuerpo demencial.

Muchas personas con esquizofrenia no saben que padecen esa enfermedad mental y pueden creer que no necesitan tratamiento. Existen muchos estudios de investigación, se han analizado los resultados de la psicosis no tratada y estás personas suelen tener síntomas graves, peores habilidades de razonamiento y procesamiento.

Ejemplo de esta patología, el llamado a «elecciones» en un «Estado» forajido delincuencial y la respuesta demencial, en figuras individuales con patologías de arrastre de caos psíquico en la población, en la Ciudad de Maracaibo.

En consecuencia, Qué sucede en la instancia psíquica de esos «dirigentes» con falsa conciencia, por cierto, una concepción difundida por el marxismo para criticar la fenomenología de regímenes de Derecha y su alto grado de alienación y ahora, muy en boga en los regímenes que promulgaron dicha concepción, incluso, cientificamente en los materialismos dialécticos e histórico.

La falsa conciencia, es un concepto filosófico que se refiere a las ideas o concepciones de una persona que no corresponden a su situación real o clase social.

En el marxismo, la falsa conciencia se refiere a las ideas de las personas que no se ajustan a sus condiciones de vida. Por ejemplo, en el capitalismo, la falsa conciencia sería la imposibilidad de los trabajadores de pensar más allá de los límites impuestos por el sistema.

En este sentido, asistimos, ni siquiera a un modelo de aplicabilidad que tenga como referencias premisas científicas de razonamiento en torno al tema, su resultante es una amorfa patología que inscribe en su demencia, el espíritu de pesadez y destrucción de una forma social equilibrada e histórica.

La falsa conciencia se basa en creencias y actitudes que pueden ser generadas por mecanismos que escapan al control de la persona. El concepto es esquemático, al desvirtuar su definición, el sentido extremo convierte a un grupo social en una peligrosa máquina criminal, asesina y represiva sustentada por una ideología cuya falsa conciencia es estrepitosamente enfermiza y patológica, exactamente como la instalada en Cuba, Nicaragua y Venezuela, por no analizar las del Terrorismo islámico, ruso, chino Corea del Norte.

De esta forma, el concepto de falsa conciencia, muy bien argumentada en Venezuela, por el filósofo Ludovico Silva, cuyos discípulos universitarios no supieron comprender y deambulan en las filas de una maquinaria tiránica sin saber ni entender porque están allí, en forma sumisa y obediente.

La «Personalidad» demencial y esquizoide como componente de una Máquina Despótica.

– Discurso y pensamiento desorganizado.

Un discurso desorganizado causa un pensamiento desorganizado. Las personas con esquizofrenia pueden tener dificultades para hablar con otras personas. Ejemplos visibles en las actuales máquinas barbáricas.

Las respuestas que los esquizofrénicos dan a las preguntas pueden no estar relacionadas con los que se le preguntan, o dan pocas entrevistas, no conversan, ofenden, se mienten a ellas mismas, usan en monólogo, entre sus seguidores espectadores, nadie pregunta, no existe reflexión ni opinión crítica.

Sus respuestas, cuando existe la entrevista, es incompleta, hablan sin sentido y unen palabras que no están relacionadas, es decir, hacen un pastiche de palabras.

– Comportamiento motor extremadamente inusual y desorganizado.

Se puede ver reflejado de varias formas, desde niñerías sofocantes en la «vida pública» del Gendarme, hasta agitarse sin motivo. El comportamiento no está enfocado en un objetivo, así que es difícil hacer las tareas, si las hubiese, pero como no hay tareas, no hay proyecto y no existe un horizonte de conocimientos, todo lo observable es de índole patológica, donde las Variantes enfermizas como paranoia, neurosis, psicosis hacen aparición en cada movimiento corporal que se efectúa. No siguen instrucciones. Son ausentes de contenido y su capacidad cognitiva no existe, todo es maniobra, manipulación y ridiculez.

El Aparato de Captura de la Máquina Abstracta Imperial.

Las adherencias en enfermedades psiquiátricas en las Máquinas Despóticas.

Trastornos usuales en la deformación de los componentes «institucionales» de los Cuerpos represivos arbóreos o jerárquicos:

1.- Trastorno afectivo depresivo.

2.- Trastorno Bipolar.

3.- Trastorno por ansiedad proyectiva.

4.- Trastorno de la Personalidad.

5.- Dependencia de Sustancias como personales y sociales.

  • Adherencia Absoluta.
  • Adherencia Parcial Selectiva.
  • Adherencia Intermitente.
  • Adherencia Tardía.
  • Mala Adherencia Tardía.
  • Abuso.
  • Mala Adherencia Conductual.

En las Máquinas despóticas, totalitarias, panópticas y represivas, sus evidencias son sintomáticas. El salto al vacío es intempestivo y sus resultantes son trituradoras, tanto en cuerpo como en alma.

El aparato de captura

La soberanía política tendría dos polos:

1.- El Emperador Terrible que opera por lazos, secuestro, nudos, asesinato, chantaje, complicidad.

2.- El Rey Jurista que procede por tratados, pactos, contratos. Ambos aparecen siempre implicados en historias de guerra .

El despótico está invadido por una mescolanza de diatribas mentales. Está en contra del

Capitalismo Imperial pero recurre en su carencia a los productos mágicos de su producción: colecciona carros de marca, usa Rolex, come en los buenos espacios de la Máquina donde fluye el gourmet, el buen menú, su vestimenta, sus deportivos calzados.

Su envidia es grandilocuente, vive anclado al resentimiento y la venganza.

Hace combatir a guerreros que no son los suyos y los utiliza con su único ojo, una catatonia petrificada, tal cual como la guerra difusa y rizomática enarbolada por un «Ministro» innombrable; reductivo y negativo utilizado por Rusia y Corea del Norte contra Ucrania.

Utilizando prisioneros, botines, capturas, canje, chantaje.

El Jurista es un gran organizador de la Guerra, le da leyes, le prepara un campo, le inventa un derecho, le impone una dusciplina, la subordina a fines políticos, como muy bien está llevando a cabo el elegido por una mayoría solemne, el 28 de julio 2024.

Convierte la máquina de guerra en una Institución Militar, adapta la máquina de guerra al aparato de Estado.

La máquina despótica usa gente inexperta como carne de cañón que se sacrifiquen por su Gendarme, que den la vida por él a cambio de un «bono de guerra». Su necesidad primordial es tener en su cúpula como en su base, a tarados mentales, mutilados preexistentes, muertos de nacimiento, de lisiados congénitos, de muertos y de mancos.

Está tipología mítica de la Guerra Difusa está muy bien estudiada por George Dumézil en toda su impresionante Obra mitográfica.

El Estado fallido y forajido ya está sobrecodificado. Lo descodifica y lo desterritorializa, utilizando las formas Abstractas de captura, de las que en ella emana, por ejemplo, el buen whiskey, el Gourmet celestial, la marca, los materiales y cosas que codifican al ser de los utensilios y los hacen depender de su infraestructura corporal.

El despótico está capturado y reseñado.

El despótico se hace obeso para protegerse y pierde así toda su compostura artificial y molecular.

Debe «mantenerse» instaurando la violencia psíquica y el terrorismo de Estado fallido y forajido.

Se puede objetar que con el capitalismo, las relaciones internacionales, y, en última instancia, todas las relaciones internacionales, tienden a la homogeneización de las formaciones sociales. No sólo se podría citar la fría destrucción concertada de las sociedades primitivas, sino también la caída de las últimas formaciones despóticas, por ejemplo, el imperio otomano, que ponía resistencia e inercia a las exigencias capitalistas. O también a la alianza entre los líderes de USA y el Salvador con relación a la depurada panoptización de los centros de reclusión en Guantánamo con 30 mil camas para que el manipulado por la máquina despótica pueda validar su mala conciencia.

El Aparato de Captura en la máquina despótica es un mecanismo represivo que captura, coarta y somete.

En la Máquina Abstracta es un aparato que sobre codifica los flujos.

En el primero, los deseos los interpreta como carencias, tal cual como sus componentes se presentan, huérfanos, débiles, sumisos, enfermos, con una añorada pulsión de muerte; en la segunda, son flujos de intensidades, pulsión de vida, partículas de energía que vivifican la existencia.

Las pulsiones de la máquina totalitaria son nefastas, no fluyen, son estáticas y absolutas y todo lo absoluto es patológico. Asistimos a una episteme epocal cuya fractura es inminente. El escenario está dispuesto para observar los cambios.

* Alberto Borregales, filosofo, escritor y percusionista. Editado por los Papeles del CREM a cargo de Raúl Ochoa Cuenca.

«Las opiniones aquí publicadas son responsabilidad absoluta de su autor».

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