por José Guerra
Venezuela está enfrentando actualmente un serio problema de escasez y desabastecimiento de algunos alimentos esenciales. Según las cifras del BCV, correspondientes a agosto de 2013, la escasez general se sitúo en 20,2% pero en algunos renglones alimenticios, tales como harina de maíz, harina de trigo, azúcar y leche en sus diversas presentaciones, la escasez supera el 50,0%. En otros bienes, tales como la carne de res, aceite y pastas, entre otros, la ausencia alcanza al 30,0%, cifras estas muy elevadas para cualquier patrón de comparación. ¿Cómo explicar esos niveles de escasez?
Una forma de entender el asunto es dando por buena la tesis del gobierno, según la cual hay unos saboteadores que intentan liquidar al gobierno creando artificialmente desabastecimiento en productos vitales para la alimentación. Ello supondría que para el empresario es mejor no producir que aumentar la producción, además que deben contar con grandes bodegas para esconder los productos. Esa explicación no tiene asidero en la realidad porque ha habido períodos a lo largo de estos catorce años que corren entre 1999 y 2013 donde la producción de alimentos ha sido suficiente para satisfacer los niveles de consumo. La excusa del sabotaje es una forma de evadir la realidad y no asumir la responsabilidad en el diseño y aplicación de una política económica errada.
La forma correcta de enfocar el asunto es mirando las condiciones en las que se realiza la producción de alimentos. Hay que partir del hecho de que el único ente que produce cifras coherentes y sistemáticas sobre la manufactura de alimentos es el BCV. En lo relativo a la producción agrícola y pecuaria, en Venezuela simplemente no existen datos oficiales que gocen de alguna credibilidad. Ante la carencia de información estadística por parte del sector público, entidades como la Confederación de Asociaciones de Productores Agropecuarios (Fedeagro) se han visto precisados ha construir estadísticas propias sobre la producción de renglones fundamentales para la alimentación. Así, de acuerdo con Fedeagro, entre 2007 y 2012, la producción de maíz disminuyó 40,0%. Mientras que en 2007 se produjeron 990.000 toneladas de arroz, en 2012 la producción de ser rubro alcanzó a 652.232 toneladas, lo que refleja una declinación de 34,0%. En caña de azúcar de haber producido Venezuela 8.962.852 toneladas en 2007, la producción cayó a 6.100.000 toneladas, evidenciando una caída de 32,0%.
Con relación a los alimentos manufacturados no es mejor la situación. De acuerdo con el BCV, la producción de alimentos entre 1997 y 2013 se ha expandido en un ritmo raquítico menor al 1,4% anual, claramente insuficiente para compensar siquiera el crecimiento de la población, que en ese mismo lapso crece a una tasa de 1,8%. Es decir, el aumento de la producción de alimentos está regazado respecto a los nuevos venezolanos que nacen cada año, tal como se evidencia en el gráfico adjunto. Si esa población que cada día se expande, se le asigna un ingreso también en aumento, la conclusión es obvia: las capacidades productivas de Venezuela en materia agro- alimentaria están seriamente mermadas y el país no produce lo suficiente para darle que comer a sus habitantes.
A esta situación se ha llegado como resultado de una política económica que hizo de las expropiaciones de fincas, hatos, haciendas y empresas una doctrina nacional. Ello como era de esperarse averió severamente los incentivos para que la gente del campo y de las empresas manufactureras se atrevieran a ampliar sus negocios para dotar a los venezolanos de alimentos abundantes. Por su parte, las empresas estatales han fracasado estrepitosamente, son deficitarias, minadas por la corrupción y con disminuciones en sus niveles de producción. Otro factor que ha afectado negativamente la producción de alimentos es un esquema de control de precios que literalmente ha barrido la rentabilidad de las empresas que todavía producen en Venezuela a lo cual hay que sumar una política antiinflacionaria que al descansar exclusivamente en el anclaje del tipo de cambio, ha facilitado las importaciones e incentivado la destrucción de las capacidades productivas internas. De esta manera, actualmente a la tasa de cambio oficial, en Venezuela muy pocos bienes se pueden producir en forma competitiva, de lo que resulta una inundación de bienes importados subsidiados que desplazan a la producción nacional. Finalmente, debe mencionarse el agresivo programa del gobierno de compra en el extranjero de bienes alimenticios que fácilmente se pueden elaborar en Venezuela.