Por José Guerra
La primera vez que estuve en la Cota 905 fue en 1980 cuando establecimos contacto con los dirigentes estudiantiles del Instituto Pedagógico de Caracas (IPC) con el objeto de coordinar el trabajo con la FCU de la UCV, en función de las reivindicaciones estudiantiles. Esa vez tomamos el autobús en la UCV hasta El Peaje y de allí por la Cota 905 hasta la pasarela para bajar hasta el IPC por unas escaleras sinuosas. Allí conocí a Alexis Corredor actualmente representante del PSUV en el CNE y a Eduardo Piñate, varias veces ministro con Nicolás Maduro. Posteriormente, viviendo en Los Paraparos de La Vega, la Cota 905 era mi ruta para ir a la UCV hasta que descubrí que era mejor pedir la cola, como decimos en Venezuela, con otros estudiantes en la Redoma de la India. Muchas personas generosas transportaban a los estudiantes en ese entonces.
En la campaña electoral de 2015 para la Asamblea Nacional, como candidato del Circuito 4 conformado por El Valle, Coche y Santa Rosalía, me tocó conjuntamente con los dirigentes del comando político diseñar una estrategia para hacer campaña en la Cota 905, dada la realidad del hampa en esa zona. En septiembre de 2015 los números indicaban que estábamos perdiendo en Coche y empatados en El Valle, de manera que en Santa Rosalía se decidiría quién ganaría el 5 de diciembre de 2015. Los barrios de esta parroquia eran fundamentales para la victoria, entre estos la Cota 905, Primero de Mayo y Los Sin Techos, entre otros sectores. Sabíamos que el candidato del PSUV estaba desactivado, confiado en la maquinaria de su partido y en la política de reparto de alimentos, electrodomésticos y dinero. Dimos una directriz clara: cero contacto con el hampa. El apoyo teníamos que buscarlo en el pueblo, no en los malandros. En eso fuimos tajantes.
Comenzamos entonces con los encuentros deportivos donde niños, adolescentes y adultos participaban en los torneos de peloticas de goma y bolas criollas dadas las condiciones de la topografía de la zona. Igualmente, atendiendo la solicitud de los sectores más deprimidos, organizamos sancochos populares donde podían comer cien personas en cada uno de ellos, preparados por la gente del sector. Nunca entregamos dinero, primero porque no teníamos y segundo porque es una práctica dañina buscar votos a cambio de plata. Recorrimos la parroquia Santa Rosalía palmo a palmo y ganamos las elecciones bien ganadas. Se acabó el mito de la invencibilidad del PSUV en los barrios. Después, como diputado volvimos a los recorridos y atender a la gente, víctima del hampa y la represión policial. Con los policías entablamos contacto y los estimulamos pero no podíamos callar ante los asesinatos de muchachos que no tenían vínculos con la delincuencia. Su delito era ser pobre. Ahora la Cota 905 vuelve al tapete por los hechos de violencia ya permanentes en ese lugar. Para mí está claro que esas bandas que azotan a Caracas fueron estimuladas o al menos no combatidas con determinación, ni por Chávez ni por Maduro y allí están los resultados: un territorio fuera del control estatal. De esto hay pruebas de sobra. Ahora corresponde aplicar una nueva política hacia la Cota 905 y otros sectores del país donde manda el hampa, para así restablecer la autoridad y la convivencia social.