La respuesta a la interrogante planteada obviamente depende de lo que se entienda por inminente. Si ello quiere decir el lapso que corre hasta las elecciones del 8 de diciembre de 2013, con toda seguridad no habrá devaluación. Contrariamente, al considerar el tiempo que va desde mediados de diciembre de 2013 hasta febrero de 2014, es muy probable que el gobierno vuelva a devaluar el bolívar. ¿De cuánto sería la nueva devaluación? Entre 42,0% y 50,0%, con lo cual la cotización estaría entre Bs/US$ 9,0 y Bs/US$ Bs. 9,5.
Para que una moneda se devalúe en esa magnitud algo muy serio debe estar sucediendo en la economía porque la devaluación es la expresión de un desajuste que provoca que el valor de una moneda caiga respecto de otra moneda. Usualmente las devaluaciones en Venezuela están asociadas al financiamiento del déficit fiscal por parte del gobierno, toda vez que la devaluación es un mecanismo efectivo de extracción de recursos al sector privado por parte del monopolista de las divisas, que en Venezuela es el Estado. Cuando se examinan las cuentas fiscales en Venezuela, lo primero que sobresale es la falta de información. En este sentido se ha retrocedido a niveles de los países más atrasados de África en materia de estadísticas. Actualmente, el Ministerio de Finanzas no ha publicado un solo dato correspondiente a 2012 ni mucho menos a lo que va de 2013 en lo relativo a la gestión fiscal del Gobierno Central o del sector público consolidado.
Pero el hecho de que el gobierno esconda las cifras no significa que éstas no existan. Por vías indirectas, relacionadas unas con la emisión de dinero por parte del BCV y otras con los montos erogados, se llega a la lamentable conclusión de que en 2013 el déficit fiscal está por el orden de 13,0% del PIB. Se trata de una situación que desquicia a cualquier economía si los déficits se hacen recurrentes, como ha venido sucediendo desde 2007, donde las finanzas públicas de Venezuela han registrado un desequilibrio sostenido.
El gobierno, tras la reforma León-Cabezas de la ley del BCV de 2005, optó por imprimir dinero para financiar el gasto público antes que concurrir a los mercados internacionales a solicitar nuevos préstamos, debido a que las tasas de interés serían muy elevadas en vista de la percepción de riesgo sobre Venezuela. Mientras Nigeria paga 6,0% por su deuda Venezuela ha pagado 13,0%.
No ha sido suficiente un precio petrolero superior a US$ 100,0 por barril para que el gobierno obtenga los ingresos que le permita financiar el gasto. La vorágine de erogaciones de un sector público macrocefálico hace que inclusive a cotizaciones más altas del petróleo, el dinero que éste genera tampoco alcance. Algo debe estar pasando en PDVSA para que con un precio del petróleo como el referido y unos volúmenes de exportaciones como los que dice la empresa que vende al exterior, la venta de divisas al BCV sea tan menguada. Según, cifras del BCV, de cada cien dólares de exportaciones, PDVSA le vende al BCV apenas cincuenta y es con esos cincuenta que se forman los ingresos fiscales que sirven para financiar el gasto. ¿Qué hace PDVSA con el 50,0% restante de la factura petrolera? Eso es un misterio. ¿Los ha ahorrado? No, porque de otro modo no estaría emitiendo deuda y atrasándose en sus pagos. ¿Ha aumentado la inversión? Tampoco debido a que ha solicitado a los socios de las empresas mixtas que aumenten su producción invirtiendo sus propios recursos.
Por tanto, Venezuela encara un severo problema de flujos de divisas y también de bajo nivel de reservas y ello se agrava porque el petróleo es la única actividad que produce moneda extranjera debido a que la economía sigue girando sobre el mismo eje desde 1940, cuando el petróleo terminó de liquidar al resto de las actividades productivas. Sin una economía medianamente diversificada, lo que ocurre con el petróleo se traslada a la economía interna, en especial al mercado de cambio del bolívar.
Aunque la economía enfrenta una sería restricción en divisas, el BCV ha provisto los fondos en bolívares para apuntalar el gasto. De esta manera, el BCV ha monetizado el déficit del gobierno mediante una expansión francamente irresponsable de la emisión de dinero y además ha creado las condiciones para que el crédito haya aumentado a un ritmo insostenible, todo lo cual ha determinado una crecimiento de la liquidez que ha provocado un tsunami contra el bolívar en el mercado paralelo. Así, la ampliación de la brecha entre el tipo de cambio oficial y paralelo, como se ve en el gráfico, propicia un exceso de demanda permanente que no le da respiro a la tasa de cambio oficial y hace insuficientes las reservas internacionales en manos del BCV. En estas