Por Eduardo Martínez
Se desinfla el globo de una presunta recuperación del país. Los indicadores de actividad económica muestran claros signos de retroceso, y la situación socioeconómica desmejora.
Ante esta situación, el gobierno no asume la realidad. A pesar de continuar en su afán de sustituir la realidad por una imagen ficticia de bienestar, aplican medidas que asoman la gravedad de lo que sucede.
El pasado 1º de Mayo, los trabajadores quedaron colgados de una esperanza que no se materializó de un aumento de los salarios. Siguen por debajo de los 6 dólares mensuales. En cambio, el jefe de gobierno anunció aumentos temporales y discrecionales de bonos que no serán tomados en cuenta a la hora de calcular las prestaciones sociales. Y ni que decir de los pensionados y jubilados.
Como se sume ese disminuido salario mínimo que ya lleva más de un año, a los bonos y otros pírricos aumentos, el trabajador venezolano no logrará llegar al punto de equilibrio ingreso-cesta alimentaria. ¿Y los medicamentos?
Esta semana que termina, la Red Agroalimentaria de Venezuela presentó los resultados de su última encuesta en las poblaciones de vínculos agrícolas. Son terribles. Síntesis que publicamos en esta edición del viernes.
Mientras tanto, la inflación sigue campeando camino otra vez a superar el 100%. Lo que se traduce, proyectado a un año, que ese salario se verá reducido a menos de 3 dólares mensuales.
A la par de esta situación, y para comparar con lo ocurre en la ergión, esta semana el gobierno de la Argentina anunció un aumento de las pensiones en un 21%. Cifra por cierto baja, cuando se estima que en el 2023 el costo de la vida superará el 100%. Sin embargo, en el mismo anuncio se señala que vienen bonificaciones para palear la situación que percibe el gobierno peronista.
Regresando a Venezuela, la misma encuesta en el campo venezolano advierte, que el pesimismo se dispara: al pasar del 41% al 79%; las condiciones del empleo siguen desmejorando; la actividad comercial deja de recuperarse; la crisis de servicios se repotencia; el desabastecimiento de gasolina ya pasó del 52%; y las protestas pasaron de 10% en noviembre del 2022 a 62% en marzo de este año, y de 26 manifestaciones a 461.
Frente a estos síntomas de crisis socioeconómica que afecta a los venezolanos, el gobierno aumentó la Unidad Tributaria (UT) en 2.150%, lo que disparará en la misma proporción las tablas impositivas y de tasas que se deben pagar por los trámites en las oficinas públicas.
Esta sola medida, de aumentar la Unidad Tributaria, quita el velo de las finanzas del Estado. Lo que lleva a pensar en la existencia de un déficit fiscal de dimensiones inimaginables.
De esta manera, y en este mes de mayo del 2023, se nos presentan los ingredientes de una tormenta perfecta en el Mar de la Felicidad: los ingresos disminuyen, la economía se sigue viniendo abajo, y el gobierno no tiene otro remedio a mano que comenzar a aumentar los impuestos, y eximirse de otorgar un aumento de los salarios.
No tienen dinero, y los trabajadores debe asumir el financiamiento del aparato burocrático.
¿Se acuerdan de los 3.000 millones dólares que presuntamente se habría apropiado Joselit Ramírez, el Super de los criptoactivos? o ¿de los 21 mil millones que habría dicho el abogado Escarrá que se habrían robado los intermediarios de la venta de petróleo?
Bueno parece que por ahí viene la cosa. Y como decía el maestro Aldemaro Romero, cuando anunciaba el fin de sus conciertos: “Se acabó lo que se daba”.
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