Por Anthony Barrera
Las ínfulas democráticas de la reciente inauguración del nuevo parlamento nacional indio contrastan radicalmente con la discriminación, violencia y desigualdad que azota a las minorías religiosas del país.
Aunque la India sea constitucionalmente democrática, esto no es más que una cáscara vacía cuando las comunidades religiosas no hindúes son objeto de discursos de odio, rechazo y violencia.
La discriminación, que alcanza su culmen contra los musulmanes, es ocasionalmente apoyada, e incluso impulsada, desde el poder estatal a través del Bharatiya Janata Party (BJP), el partido nacionalista hindú que actualmente gobierna India con su primer ministro Narendra Modi.
Desde hace cientos de años , en la India conviven diversos grupos religiosos, donde los cristianos, musulmanes, sijs, budistas e hindúes , son solo los principales. No obstante, el peso demográfico de estos grupos es variado y desigual. Los hindúes representan casi el 80% de la de la población india. A estos les siguen los musulmanes, que en conjunto suman cerca del 15% de la población, lo que en términos absolutos serían más de 200 millones de personas, según datos del Pew Research Center . Esto hace de la India el segundo país con más musulmanes del mundo. El restante 5% de los indios son cristianos, representando poco más del 2%, los sijs, que rozan el 2% de la población, y los otros grupos religiosos con un tamaño relativo reducido.
Este peso demográfico es clave, ya que siendo India una democracia, el tamaño de cada grupo religioso determina su capacidad para defender e impulsar sus intereses. Así, el paisaje demográfico-religioso del país muestra el claro control que los hindúes pueden ejercer sobre la política india. Teniendo estas disparidades en cuenta, los redactores de la constitución india definieron al Estado indio como secular, establecieron derechos básicos como la libertad religiosa y de pensamiento, y reconocieron cuatro códigos civiles, uno para cada grupo religiosos (musulmanes, hindúes, cristianos y budistas).
Lamentablemente, estas garantías constituciones han sido insuficientes para frenar actos de violencia y discriminación contra minorías religiosas, y reducir las desigualdades entre ellas. Esto ha sido especialmente cierto desde que el BJP, promotor del nacionalismo hindú, saliera victorioso en las parlamentarias de 2014. Desde entonces, las denuncias de discriminación y actos de violencias, principalmente contra musulmanes, y en menor medida contra otras minorías, se han intensificado.
¿Pero a todas estas, qué es el nacionalismo hindú, y qué ha hecho contra los musulmanes?
En términos simples, el nacionalismo hindú es una ideología que defiende que los hindúes deben ocupar un rol preminente entre las comunidades religiosas de la india. Como en todo movimiento, existen diferencias entre los miembros. Los más moderados buscan dar al hinduismo mayor relevancia, o carácter oficial, dentro de la india a través del reconocimiento de fiestas hindúes como fiestas nacionales, algo similar a lo que sucede con las religiones cristianas en occidente. Desde el otro lado del espectro defienden que la India es la tierra santa hindú, donde no hay espacio para grupos no profesen esta religión. Estos individuos apuestan por deshacerse de las minorías religiosas a través de la asimilación, la presión o la coacción.
El BJP está más cerca a esta última postura, y esto es visible en sus discursos y acciones contra los no hindúes. Un ejemplo de ello es la matanza de musulmanes que ocurrió en el estado de Gujarat durante febrero de 2002. El incidente se inició luego de que un tren se incendiara, causando la muerte de 59 peregrinos hindúes. La comunidad hindú acusó a los musulmanes de lo sucedido, aunque posteriores investigaciones señalaron que el incendio se produjo dentro del tren, y seguramente de forma accidental. No obstante, en el calor del momento las acusaciones encendieron la chispa de la violencia. La matanza se saldó con la muerte de más de mil personas, en su gran mayoría, musulmanas. En respuesta a estos hechos, activistas, varias ONG y gobiernos extranjeros criticaron duramente la inacción del gobierno regional ante el estallido de violencia. Un gobierno que, en aquel entonces, era dirigido por el actual primer ministro indio, Narendra Modi.
Una vez que Modi se hizo con el control del gobierno nacional, la situación de las minorías religiosas se endureció. Desde entonces, organizaciones como Amnistía Internacional han denunciado un aumento en la violencia por motivos religiosos, así como del discurso de odio contra musulmanes. Además, se ha denunciado la creación de leyes con claros tintes discriminatorios. Un excelente ejemplo es la enmienda a la ley de la ciudadanía realizada en 2019. Con la modificación, los inmigrantes ilegales no musulmanes conseguían beneficios como la legalización de su estatus, lo que les concede ciertos de derechos y facilita su integración, si pueden probar que provienen de Afganistán, Bangladesh o Pakistán. Además, ellos solo tendrían que residir en India por 6 años antes de aplicar a la ciudadanía india por naturalización, frente a los 11 años que son exigibles para otros grupos . De esta manera, la enmienda consigue mostrar al gobierno indio como un gobierno benevolente ante las minorías, mientras que excluye a millones de musulmanes en situación irregular.
Una exclusión sin sostén. De acuerdo con el partido de Modi, los musulmanes no se benefician de la enmienda, porque esta buscaba proteger a las minorías religiosas que huyeron a la India por la discriminación que sufrían en sus países de origen. Esto parte de la idea de que los musulmanes en países donde el islam es mayoritario no son discriminados. Sin embargo, los críticos de la enmienda sostienen que ese argumento no tiene fundamento, ya que, de ser así, la ley debió de beneficiar también a grupos musulmanes como los Roghinyas, una etnia de origen birmano, cuyos miembros han estado huyendo de Myanmar por la persecución que sufren. Los detractores también argumentan que la enmienda es inconstitucional, debido a que la constitución india prohíbe claramente la discriminación por motivos religiosos.
Otro aspecto en el que se refleja una relación desigual entre musulmana e hindúes es la infrarrepresentación de los primeros en el congreso indio. Actualmente, aunque los musulmanes representen alrededor de un 15 % de la población, ellos solo ocupan un 5% de los asientos en la Lok Sabha, la cámara baja del parlamento. La ausencia de musulmanes en el BJP, el cual controla 56% de los asientos, sería uno de los factores que explican este desequilibrio. No obstante, la historia revela que los musulmanes han tenido menos posibilidades de acceder a puestos de poder, un ejemplo de ello es que el puesto de primer ministro nunca ha sido ocupado por un musulmán en los más de 70 años de historia democrática de la india.
¿Cómo se refleja los conflictos religiosos en la sociedad?
Los resultados de una encuesta realizada por el Pew Research Center en India puede arrojar luces sobre esta pregunta.
De acuerdo con los datos, la mayoría de los indios, indistintamente de su fe, tienen en común ciertos valores e ideas, como el respeto a los ancianos, la creencia en el karma o la percepción de que la diversidad religiosa es beneficiosa para la India. Sin embargo, también señalan que la mayoría de los cristianos, musulmanes e hindúes se perciben a sí mismos como grupos muy diferentes los unos de los otros, y que hindúes, musulmanes, jainistas y sijs rechazan en su gran mayoría los matrimonios interreligiosos. Sobre esto último, es importante mencionar que la conversión es generalmente un requisito para que musulmanes e hindúes puedan casarse, aunque no siempre es el caso. Esto debido a que, de acuerdo con el islam, los musulmanes no pueden contraer nupcias con personas que no sigan una religión abrahámica.
Dicha tendencia a convertirse antes del matrimonio es una de las razones por las cuales existe rechazo a los casamientos interreligiosos, ya que son percibidos por el resto de los creyentes como una amenaza a su comunidad. En este contexto surge el concepto de “la yihad romántica”, que hace referencia al supuesto intento de un hombre musulmán de enamorar a mujeres hindúes con la intención de convertirlas. Esta clase de creencias apelan y exacerban el miedo, a tal punto, que incluso se han establecido leyes como la norma contra la conversión religiosa ilegal en algunos estados gobernados por el BJP. Generalmente, estas normas exigen que ambas familias acepten el matrimonio, y la notificación previa a un juez para comprobar que la conversión no se hace de forma forzosa. Desde su establecimiento, algunos grupos han señalado que, además de inconstitucional, estas leyes están siendo utilizadas como una herramienta segregacionista.
A todo lo anterior hay que añadir que los indios tienden a desarrollar sus círculos sociales dentro de sus comunidades religiosas. Comportamiento que es especialmente marcado entre hindúes, tanto por preferencias, como por ser el grupo religiosos más grande, y por ello, con menos posibilidades de relacionarse con no hindúes. En este sentido, el estudio indica que uno de cada tres hindúes no estaría dispuesto a tener como vecino a un musulmán, una proporción que se reduce ligeramente cuando se trata del resto de personas de otros credos. En contra posición, los hindúes son el grupo más aceptado entre el resto de las comunidades. De hecho, 9 de cada 10 cristianos y budistas no muestran rechazo a la idea de tener un vecino hindú, proporción que se reduce a alrededor de 8 de cada 10 musulmanes y sijs. Sin embargo, al considerar este punto con el resto de los factores mencionados hasta ahora surge una imagen preocupante, la de una sociedad segregada en comunidades religiosas.
Este es el problema de la India. La desconexión entre los grupos religiosos en una suerte de segregación, el ascenso del nacionalismo hindú, y el subsecuente auge de la discriminación, la violencia religiosa y los discursos de odios contra minorías, y de forma especial, contra los musulmanes. Esto amenaza la estabilidad del país y su estatus como nación democrática. En otros términos, la falta de un discurso cohesionador e inclusivo, de políticas públicas que busquen la igualdad entre los indios y de espacios de diálogos respetuosos entre las distintas comunidades religiosas, están amenazando al proyecto que iniciaron los padres de la nación, Gandhi y Nehru, y que sigue siendo el ideal al que apuntan muchos indios, una India democrática y unida en diversidad.
Editado por: Laura González Yerla
Fuente de la imagen destacada: Reuters
Publicado originalmente en: https://somosprismauc3m.wordpress.com