De la teoría económica a la creación de empleos

Análisis del fenómeno del desempleo desde un punto de vista estructural, utilizando para ello algunos elementos que facilita la teoría económica, pero referidos estrictamente a la situación del empleo.

por Oscar Villalón, MBA

Uno de los graves problemas de nuestro tiempo es el alto índice de desempleo que deriva en una gran cantidad de efectos sociales indeseables que en su conjunto afectan la calidad de vida de los pueblos.

Y no impacta solo a los países en vías de desarrollo, sino que también y quizás en mayor medida a los del llamado primer mundo como Europa e incluso a los Estados Unidos de América. Paradójicamente entre los menos afectados están Brasil, India y China, que no califican precisamente como desarrollados. Sobre las causas mucho se ha escrito antes, durante y después de la crisis de las sub-prime de EE UU. con argumentos más o menos convincentes. No vamos a abundar en eso, sino que iremos a analizar el fenómeno desde un punto de vista más estructural, utilizando para ello algunos elementos que nos facilita la teoría económica, pero referidos estrictamente a la situación del empleo.

Antes de aplicar el instrumental de oferta y demanda al empleo, es importante recordar los aportes de algunos economistas clásicos cuyas observaciones constituyen un marco de referencia para el análisis subsecuente:

El reverendo economista inglés Thomas Malthus (1766-1834) nos dejó un interesante legado sobre la asimetría que existe entre el crecimiento poblacional, que lo hace en forma de progresión geométrica, y el crecimiento de las actividades económicas, principalmente la producción de alimentos, que lo hace en forma de progresión aritmética, mucho menos intensa que la anterior. Esto ha servido para facilitar la enseñanza de la matemática de las progresiones, donde la geométrica es exponencial en tanto la aritmética crece por un factor constante. Al proyectar el alto crecimiento de la población y compararlo con el bajo crecimiento de los alimentos, llegó a la conclusión de que inevitablemente se iba a llegar a una crisis alimentaria por cuanto estos últimos iban a ser insuficientes para cubrir las necesidades de los primeros. Para los efectos de nuestra tesis de empleo, nos vamos a quedar solo con la primera parte que postula el crecimiento geométrico de la población, que en principio es demandante de puestos de trabajo. Para la segunda parte vamos a cambiar la producción de alimentos por la generación de empleo u oferta de trabajo que crece aritméticamente. Se estaría dando una suerte de Malthusianismo en este campo, donde la demanda paulatinamente ha ido superando a la oferta, sobre todo en los últimos años.

Su contemporáneo Jean Baptiste Say (1767-1832), economista francés, formuló la “Ley de los mercados”, según la cual los productos, en última instancia, se intercambian por otros productos, es decir, para demandar bienes es necesario previamente haber producido otros para poder intercambiarlos. Por esta razón de causa-efecto, la “Ley de Say” postula que toda oferta crea su propia demanda. También enfatiza la importancia del papel del empresario, que no es el mismo que el del dueño del capital. Si estos postulados los transpolamos hacia el tema que nos ocupa, no hay que temer producir toda clase de bienes y servicios, ya que ellos van a conseguir su propia demanda dentro de un marco de normalidad y sano juicio.

Un siglo después el economista austríaco (hoy sería checo) Joseph Alois Schumpeter (1883-1950), nos habló de la importancia del espíritu emprendedor (Theory of Economic Development, 1911) de los empresarios que crean innovaciones técnicas y financieras en un medio competitivo, en el que deben asumir continuos riesgos que van a destruir viejas estructuras para dar lugar a otras nuevas más eficientes. El proceso económico tendrá su mayor evolución gracias al aporte del empresario innovador (Unternehmergeist) que va a propiciar procesos de cambio que van a redundar en prosperidad para toda la sociedad. En otras palabras, se requiere de muchos de estos nuevos empresarios innovadores para estimular el crecimiento económico y con ello el empleo, que es el tema que nos interesa.

Teniendo presente entonces el marco de referencia de estos tres economistas para analizar el equilibrio entre oferta y demanda de empleo, donde los demandantes superan a los que ofrecen trabajo, nos debemos enfocar primero hacia estos últimos.

Los oferentes de empleo son las empresas u organizaciones productoras de bienes y servicios. Pero estas instituciones no nacen solas; hacen falta los emprendedores que las pongan en marcha y las conviertan en exitosas. El desequilibrio se produce porque la gran mayoría de la población sale a buscar empleo y solo una minoría piensa en producirlo. Para graficar esto podemos imaginarnos por un momento que en todas nuestras universidades se prepara a los futuros profesionales para convertirlos en emprendedores de toda clase de organizaciones productoras de bienes y servicios. Si cuentan con infraestructura y financiamiento para sus proyectos, el problema se va a revertir: va a escasear la mano de obra y necesariamente los niveles salariales van a aumentar. Pero ese es un caso extremo demasiado utópico para ser real. Lo concreto es que las actividades humanas no se mueven en los extremos: generalmente es en puntos intermedios. Sin embargo, pareciera que en el caso del empleo la situación no es tan intermedia: luce como que en las instituciones educativas se está formando básicamente futuros empleados y muy pocos empleadores, generándose una suerte de Malthusianismo laboral. Ergo, para llegar al equilibrio es necesario concentrarse en la formación de los empresarios innovadores que nos habla Schumpeter. No importa los bienes o servicios que produzcan: toda oferta crea su propia demanda según la Ley de Say. Además las nuevas generaciones tienen la ventaja de tener su mente abierta hacia la tecnología, la internet y la globalización. Son múltiples los casos de muchachos que están creando verdaderos imperios tecnológicos y de redes sociales y sin duda seguirán apareciendo otros. Además, con la globalización no es extraño que en nuestro medio se fabriquen souvenirs de la torre Eiffel por ejemplo y se exporten a Francia, donde la mano de obra para hacerlos es mucho más costosa.

Pero la mentalidad emprendedora no es solo tarea de las instituciones educativas. Como en todo, la raíz está en la primera escuela que es el hogar. Somos los padres los que tenemos que mentalizar a nuestros hijos para que no sean futuros empleados sino futuros empleadores. Aunque la principal motivación puede ser económica, no es la única. La satisfacción de alcanzar el logro, el aporte social de la generación de empleo, el prestigio personal, la responsabilidad social empresarial, son algunas motivaciones adicionales para inclinar a nuestros hijos hacia el difícil campo empresarial.

Hay casos emblemáticos como el de Cuba, relacionados con este tema. Durante más de medio siglo se renegó del empresario privado. Sin embargo, cuando la porfiada realidad demostró que el estado no podía cargar con el costo de la nómina nacional, se optó por aceptar cientos de actividades empresariales para que las desarrolle el millón de empleados públicos que está despidiendo el gobierno. Esto no solo va a aliviar la carga del estado, sino que va a mejorar los ingresos fiscales por el lado de los impuestos.

Pero quizás quien debe asumir el rol más importante es el estado. En la parte educativa se deben incluir cátedras de formación de emprendedores, donde se les enseñe gerencia, contabilidad, mercadeo, economía, legislación tributaria, legislación laboral, entre otras materias. Debería haber un marco institucional de fomento al desarrollo de empresarios innovadores con estímulos fiscales, financiamiento blando, asesoría gerencial, garantías jurídicas para su empresa, apoyo internacional y facilidades en los trámites para la instalación de las empresas. La tarea nacional debe ser la formación de empresarios innovadores que con destrucción creativa transformen viejos esquemas de producción y/o financiamiento, creen nuevas actividades y fomenten la modernidad, la productividad  y el empleo. Esto no es nuevo: hay varios países que están desarrollando políticas en este sentido, incluyendo la “importación” de talentos innovadores que presenten proyectos interesantes. Pero incluso sin contar con este apoyo institucional es conveniente ir desarrollando la mentalidad empresaria en nuestras nuevas generaciones, en beneficio de ellos mismos y de la sociedad. ¿Qué tal lucir franelas con la imagen de Bill Gates, Steve Jobs, Mark Zuckerberg, ó Muhammad Yunus , entre otros? Ellos han generado miles de empleos empezando sin capital. Seguid su ejemplo para hacer algo similiar………..

5 comentarios

  1. Muy buen articulo.
    Dos problemas claves a solucionar en Venezuela para una politica publica «Pro Emprendimiento»

    1. El riesgo institucional en que incurren los emprendedores en una economia donde las reglas del juego son cambiadas arbitrariamente por las autoridades.

    2. El riesgo en que incurren los sostenedores de los emprendedores, es necesariamente mayor, que el de otras opciones de inversi{on. Se hace necesario una pol{itica p{ublica que asuma parte del riesgo natural a todo nuevo emprendimiento. Pero tambien hay un riesgo de estafa por parte del emprendedor, que la politica publica debe preveer y mitigar.

  2. Muy buena clase magistral de Economia. Lo que mas
    me gusta es que no solo se hace un diagnostico
    acertado sino que ademas se ofrece lo que seria
    una buena solucion.

Deja una respuesta

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *

*