Por Eduardo Martínez
Desconocer la realidad tecnológica que envuelve al Mundo es un acto de ignorancia. Y cuando es un gobierno quien exhibe esa actitud, no es otra cosa que una desatada estupidez como política de Estado.
Pretender en estos tiempos, controlar y restringir los flujos de informaciones hasta llegar a la censura, es en primer lugar una clara violación de la libertad de prensa que debe existir en un país democrático.
Los países democráticos no restringen los medios de comunicación por transmitir noticias adversas a los gobiernos de turno y sus jerarcas. A lo sumo, se ventilan demandas judiciales por quienes se han sentido afectados en su honorabilidad y buen nombre. Lo que también requiere que el sistema judicial, por ser un país democrático, sea autónomo de los demás poderes.
En esta semana, el gobierno venezolano por intermedio del ministro Freddy Ñañez, “denunció al medio de comunicación internacional, DW Español, por difamación de contenido y promoción de propaganda de odio contra Venezuela, al igual se preguntó: ¿Qué otra cosa hace DW Español además de encubrir el genocidio en Gaza?”.
No contento con eso, el gobierno ordenó a las cableras retirar de las parrillas de transmisión al canal DW. Censura que tiene como consecuencia que millones de suscriptores venezolanos no tengan acceso, en su servicio de TV por cable, a este canal de TV alemán que transmite en español.
Por esas cosas de la tecnología, y para razonar el término estupidez, vamos a poner en números el suceso. Y así demostrar lo inútil de la medida.
A parte de las facilidades que proporcionan los servicios de internet hoy en día, y los antídotos contra los bloqueos -denominados VPN- hay que recordar que cualquier veneozlano tiene en su bolsillo, maletín o cartera, u receptor ambulante llamado “Smart Phone”, también conocido como celular o móvil.
Este dispositivo, a parte de utilizarse como teléfono, es una panacea de las comunicaciones que permite grabar audio y video; escribir mensajes largos o cortos; publicar con un solo click en youtube, TikTok o chats; y también recibir informaciones en tiempo real, siendo testigos -sin importar distancias- de guerras, asesinatos, protestas, así como también programas en vivo de canales de TV y radio. Todo el Mundo en las manos de las personas y en forma instantánea.
Por otra parte, hay otros números que son importantes en el caso de los venezolanos. Y no son otros, que los 10 millones de venezolanos que emigraron a otros países en donde, por casualidad, no han censurado a la DW. Casi uno de cada 3, tiene libremente a su disposición el programa que aludió el ministro, y que despertó la intolerancia de los jerarcas.
¿Qué hicieron esos migrantes venezolanos? Cuando se difundió programa, muchos no dudaron en enviar una copia del mismo a sus familiares en Venezuela. Y cuando se conoció que el alicate de la censura, había sido accionado en contra de la Deutsche Welle, el resto de venezolanos se dieron a la tarea de re enviarlo. Así nos enteramos qué había transmitido la DW.
Ahora, los venezolanos que emigraron están atentos a lo que la DW reporte sobre Venezuela y su gobierno. Antes, no lo estaban. Ha sido el gobierno venezolano quien ha despertado un monstruo. El monstruo que permiten las nuevas tecnologías. Por eso, la censura de medios es una estupidez en estos tiempos. Produce un efecto contrario.
@ermartinezd