Víctor Maldonado: Las quejas contra Sodoma

por: Víctor Maldonado C.

¿…los justos con los malvados?

Génesis 19,23

 El fin del año es propicio para todo tipo de predicciones. Las hay astrológicas y también económicas o sociológicas. Sin embargo, lo que vaya a ocurrir ya está abonado por lo que ha ocurrido y seguirá ocurriendo, no solamente porque el gobierno tiene una hoja de ruta que cumple con implacabilidad furiosa, sino también porque en nuestra agenda personal, la de cada uno, no parece haber cambio alguno en la forma como nos hemos relacionado con el régimen. El chavismo seguirá recogiendo la cosecha de magros y malos resultados de una ideología perversa, una política económica equivocada y un alto gobierno tan malo que no tiene cómo compararse a ninguno de sus pares latinoamericanos.

Chávez seguirá equivocándose una y otra vez, leyendo malos libros, recibiendo peores consejos, y aferrándose a su propia versión de los hechos históricos, donde Bolívar fue el resultado sufriente de una gran conspiración, Paez fue poco menos que un gran traidor, y Fidel Castro es el padre de la libertad, la paz, la concordia, y la integración de los pueblos. El líder del socialismo del siglo XXI seguirá haciendo todo lo posible por mantener a flote el naufragio de la revolución castrista y mantendrá hasta la última puya venezolana el octeto de chulos latinoamericanos: Bolivia, Nicaragua, República Dominicana, el Caribe,  Ecuador, Argentina, Paraguay y Uruguay. Continuará haciendo el ridículo regalando fueloil a New York y Londres, y por supuesto, dirá hasta el último suspiro que no fue solo el Libertador quien fue objeto de un atentado que acabó con su vida, sino que él mismo ha recibido lo suyo del imperio; por eso el cáncer.

Pero, ¿y nosotros? Como lo dijimos al principio, también tenemos nuestro inventario de culpas y razones, porque como se ha visto en la primavera árabe, y allí donde se hayan  exhibido los indignados, nada de lo que ocurre es totalmente ajeno a la voluntad social. A este descalabro hemos aportado una mezcla muy culposa de indiferencia, colaboracionismo, lenidad, ainstrumentalidad, hipercriticismo y desconfianza en nuestros líderes cuyo resultado ha sido el afianzamiento del oprobio en los últimos 13 años. Tan grave ha sido que nada de lo que acontezca nos perturbe, como que hemos encontrado la forma de justificar esa extraña conducta que por una parte critica al gobierno y por la otra le financia su estrategia económica. En los últimos tiempos nada nos ha parecido lo suficientemente grave como para movilizarnos. Ni las diecinueve mil muertes violentas, ni la forma como se procesan a los perseguidos del régimen, mucho menos las cinco millones de hectáreas que han sido robadas a sus legítimos dueños o las cinco mil empresas que han desaparecido como producto de este sistema de persecución y cerco. Nada de eso nos parece lo suficientemente importante. Y por si fuera poco, hace tiempo que perdimos (si es que alguna vez lo tuvimos) esa forma de ser que a veces nos obligaba a retroceder dos pasos para regresar con mayores bríos gritando “vuelvan caras”. Nos dejamos llevar por la marea de acontecimientos sin que algo se nos ocurra para revertir la situación. En tanto, flotan entre nosotros argumentos tan audaces como “la gran trampa electoral” o la venta de todos y cada uno de nuestros líderes sociales. Preferimos el rumor y las “teorías de las conspiraciones” al trabajo constructivo y la fructuosa disciplina de la solidaridad. Nadie parece estar a la altura de nuestra propia versión de las circunstancias, y nos cuesta hacer lo debido, financiar la política, participar en los procesos, animar a los que están en la vanguardia, debatir y exigir cuando ello sea necesario, y no caer en la superchería tan venezolana de creer que esto se va a resolver por las buenas, o sea, sin esfuerzo, sin exigencias, sin contrastes y sin dar todas y cada una de las batallas que sean necesarias para restaurar las bases institucionales de la democracia. Que me perdonen los justos, pero la mayoría de nosotros somos en gran medida los patrocinantes de nuestro propio oprobio, y si no cambiamos de actitud, seguiremos sufriendo este chavismo que tanto nos incomoda, pero que tan poco nos promueve hacia la acción.

¿Alguien quiere saber cómo será el 2012? Será tan malo como nosotros lo permitamos. Empero, tenemos la oportunidad de patrocinar los cambios, sustentando emocionalmente la unidad, participando activamente en las primarias del 12 de febrero, financiando la política, haciéndole saber al régimen que no va a continuar por mucho tiempo, y a la vez generando confianza en todos aquellos que dudan. El secreto está en una sola definición como propuesta de año nuevo: ¡Basta ya de tanta demagogia improductiva!  Se acabó el tiempo de Chávez.

e-mail: victormaldonadoc@gmail.com

 

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