Víctor Maldonado: La conciencia revolucionaria

por: Víctor Maldonado C.

“las normas morales no derivan de la razón…”

David Hume

Uno de los hallazgos más tenebrosos que podemos obtener al revisar la literatura especializada es constatar que la obsesión por el “hombre nuevo” hermana a todos los regímenes totalitarios. A esa conclusión arriban Peter Fritzsche y Jochen Hellbeck en un artículo que escribieron conjuntamente para una obra singular, que intenta hacer una comparación sistemática entre el estalinismo y el nazismo (Beyond Totalitarianism, Cambridge University Press, 2009). A través de su lectura se va cayendo en cuenta que toda esa cháchara del hombre que se eleva por sobre sus propias falencias para alcanzar una condición heroica de renuncia y afán colectivista no es otra cosa que una herramienta ideológica para despreciar al sujeto histórico, oprimirlo hasta despojarlo de todos sus derechos y crear una claqué de incondicionales dispuestos a enviar al resto de sus contemporáneos al campo de concentración o al exterminio. La conciencia revolucionaria no es otra cosa que una trampa  mortal de supuestos y condiciones que dejan a la mayoría a disposición de un grupo de fanáticos que se presentan a sí mismos como la demostración de que sí hay alternativas concretas al supuesto liberal del hombre libre y sujeto de derechos.

El error básico de todos los socialismos, marxistas o fascistas, es creer que bajo la guía del líder y su fuerza de voluntad se pueden allanar de una vez y para siempre la multidimensionalidad de la  condición humana. Los socialistas creen que ellos pueden superar al hombre histórico lleno de ganas, afanes y motivaciones para sustituirlo por esa entidad comprometida y desinteresada que es capaz de defender la patria, la revolución, el líder y el partido aun en contra de su propio interés. Ellos creen que pueden apelar a la razón del hombre y que simultáneamente pueden exorcizarlo de todo aquello que motive su propio beneficio. Que este hombre se va a fundir con el proyecto revolucionario hasta el punto de perder cualquier tipo de interés por su propio bienestar. Que efectivamente va a mantener la fidelidad al proceso aunque falte la electricidad en su casa, pierda el empleo, no pueda tener un ingreso decente, y haya pasado por la ingrata experiencia del crimen y la violencia social. Nada de eso importa porque el compromiso con un futuro diferente no se puede distraer por las fallas ocurridas en este proceso de transición que puede durar toda su vida. En esa exigencia sobrehumana coinciden Hitler, Stalin y Hugo Chávez.

Pero importan más las contradicciones. La primera de ellas es precisamente el no contar con una masa crítica de hombres y mujeres con la suficiente conciencia revolucionaria como para dar el ejemplo. Este régimen importa desde guardaespaldas hasta analistas políticos y estrategas. Solo se siente cómodo con los mercenarios que a cambio de sueldos altísimos dan su cuota parte de colaboración para el afianzamiento de la revolución, entre otras cosas porque no hay un solo dirigente que pueda mostrar por lo menos alguno de los atributos que se les exige a toda la militancia del PSUV y que aparece detallada en la pág. 55 y ss. del Libro Rojo. Ni eficiencia ni congruencia en las huestes de un partido que se proclama antiimperialista y a la vez hace colas para sacar la correspondiente visa de turista, y hasta da saltos de alegría mientras abraza al que se le atraviesa cuando recibe la noticia de que se la van a dar. Tampoco son los mejores en la lucha contra la corrupción. Son ellos los que no han podido explicar su nivel de vida, sus “pequeños” lujos burgueses, y en qué se han convertido todos los ingresos petroleros si en tanto estamos parasitando todas las obras que se construyeron hasta la década de los 80´s en Venezuela. No son ellos precisamente los adalides del consumo necesario ni los que están dispuestos a despojarse de sus propiedades para luchar contra la pobreza y abatir la inequidad y la exclusión. Nada que ver, porque el libro rojo está hecho para los demás y no para ellos. Es solamente un arma más para defender al líder del proceso y a sus fiascos a pesar de que la realidad cae sobre sus cabezas como una tormenta. Los hombres nuevos e inmaculados no llegan. Mientras tanto, cientos de miles de venezolanos hacen cola para formalizar su cupo en una promesa que luce irrealizable e insostenible y que rápidamente se va a convertir en una nueva modalidad de extorsión social. A falta de conciencia revolucionaria todos los socialismos prefieren tener a sus pueblos encadenados. Lo lamentable es que para eso todos estén dispuestos a hacer la cola respectiva, con orden y hasta con una sonrisa en los labios. Eso sí, bien distantes del hombre apoteósico que es incapaz de bajar la cerviz.

e-mail: victormaldonadoc@gmail.com

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