Por Eduardo Martínez
Cuando nos tocó estudiar Historia Universal, aprendimos que Johannes Gutenberg inventó la imprenta en el año 1.440. Lo que era para nosotros, niños de primaria, una fecha más como el descubrimiento de América o las gestas independentistas nuestras o de otros países de la región. Algo de memorizar, y escupir al caletre en los exámenes.
No nos enseñaban la historia con sentido crítico e interpretativo, sino con obligada devoción y veneración. Cosas de la época y de la herencia.
Medio siglo después del señor Gutemberg (1492), los barcos españoles encuentran la ruta al Nuevo Mundo. La imprenta tardaría un poco más en llegar, según los historiadores.
En Europa se iniciaba el Renacimiento. Florecían las artes, las ideas, la música y el conocimiento. Las imprentas imprimían, y las personas sentían la necesidad de aprender a leer y escribir para enterarse.
En Occidente, el principal medio para aprender -de la Biblia y de cualquier cosa- era oir a los sacerdotes cada domingo desde los púlpitos de las Iglesias. Lo que estaba acompañado del arte sacro que recreaba la historia sacra y los principios y valores de la fe cristiana. Los feligreses no sabían leer, pero podía interpretar los oleos y las esculturas. Un diablo con un tenedor gigante en las manos, y el fuego del infierno amenazante como castigo al pecador, nadie se equivocaba al interpretarlo. Y si había alguna confusión, estaba ahí mismo el presbítero para aclararlo.
Eso cambia cuando los libros comienzan a salir publicados a gran escala.
Esto resultó en que de ese momento en adelante, serían las personas -si aprendía a leer- quienes interpretarían las escrituras, y se enterarían de las interpretaciones y nuevas propuestas de pensamiento.
Eso ocurrió en momentos políticamente complicados, por cuanto si bien la imprenta servía para divulgar la Fe y las ideas “correctas”, también servía para divulgar ideas que atentaban contra el absolutismo imperante. Menuda controversia. Lo que servía para propagar la Fe, también servía para combatirla.
Es así que, con la aparición de la imprenta, también en pocos años aparece la “censura”, el tema que nos congrega en esta nota. Imprenta y censura, iban de la mano.
La Iglesia tomó el toro por los cachos. El Papa Pío IV en el Concilio de Trento, 1564, promulgó el Index librorum prohibitorum (índice de libros prohibidos), con una lista de las publicaciones que la Iglesia catalogó de heréticas, inmorales o perniciosa para la fe. Por lo tanto, libros que los católicos no estaban autorizados a leer.
El Index sería actualizado por cerca de 400 años, hasta que Paulo VI lo suprimió (1966).
Así que nos encontramos con que, el problema de los inicios del Index, es que vino acompañado de la Inquisición.
Afortunadamente, la humanidad tiene su propio ritmo de evolución y crecimiento. Ni la inquisición, ni el index, ni el poder omnímodo de los poderes dominantes, lograron acabar con la revolución que generó la aparición de la imprenta.
Dando un salto de varios siglos…
En el mundo moderno, la inquisición también evolucionó. Es lo que conocemos hoy en día como “represión”, y una de sus herramientas es la censura. Una censura inquisitoria que no se redujo a solo lo impreso, sino que también evolucionó con la tecnología: radio, televisión, internet, redes sociales, y por lo visto, a lo que venga.
El absolutismo ancestral aterrizó en lo que también hoy en día conocemos como “dictadura”. Una nueva tradición del control social que ha tenido su mayor esplendor en el Siglo XX. Y que, si bien reducida en número, seguimos viendo en el Siglo XXI. Pero esta vez de naturaleza político, casi exclusivamente, y orientada a la preservación del poder con intenciones ad-infinitum, o como se decía antes: per secula seculorum.
La censura contemporánea
En HispanoAmérica, Argentina es un país con una larga experiencia de dictaduras -quienes son las que aplican más abiertamente la censura.
El periodista Fernando Ferreira escribió un trabajo de investigación sobre la censura, bajo el título Una historia de la censura (2000).
En este trabajo, Ferreira incorpora varias decenas de testimonios sobre la censura. Desgarradoras experiencias personales y, hasta colectivas, que produjeron exilios, persecuciones, encarcelamientos, separación de grupos familiares, desapariciones y hasta muertes, entre otras. Toda una tragedia.
Nos permitimos tomar el testimonio de Jorge Fontevecchia. Si bien se publicó este trabajo hace 24 años, Fontevecchia exhibe una visión de futuro que nos ubica en estos días. Lo anexamos a continuación:
Jorge Fontevecchia: «La concentración de poder es el resultado de la debilidad»
Testimonios de la Censura
«Por el decreto 1075 se prohíbe la edición, impresión, distribución, venta y circulación de la revista La Semana y clausura la editorial Perfil, que la publica. Considerando que el gobierno no puede permitir el desarrollo sistemático y reiterado de acciones degradantes para con instituciones esenciales de la República … » Octubre de 1982.
Habría que analizar este fenómeno de la concentración dentro del contexto tecnológico, ya que en realidad lo que produce es una previa atomización. Si uno mide en peso específico el resultado que aparece, posterior a la concentración, descubrirá que en realidad no hay empresas más grandes o más poderosas. Si se compara el poder y la influencia que tenía la Crítica de Botana en los años 30 o 40, se verá que hoy Clarín a pesar de que es el diario más importante, el segundo canal de televisión abierta, el primer canal de televisión de cable, la segunda radio abierta, la dirección más visitada en Internet … , a pesar de la cantidad de medios que concentra, tiene menos poder e influencia que los que tenía Botana en aquellos años.
Es decir, la concentración ¿ es el resultado de la fortaleza o de la debilidad? Mi tesis es que es el resultado de la debilidad. Resulta similar a la figura de un corredor en una cinta. La percepción que uno tiene es de enorme velocidad, pero en realidad no avanza mucho. Entonces, yo diría que habría un aumento o una potencialidad de mayor censura, porque después depende de que los accionistas tengan deseos de censurar o no, que éste ya no es un tema físico sino sociológico.
Existiría una eventual mayor capacidad de censurar, en la medida en que esa concentración se produjese sin la creación de nuevos medios.
Hay que analizar lo que sucede hoy en relación a hace 20 años. No existían las radios FM, no existían las 130 señales de televisión por cable que se reparten entre las dos grandes operadoras, no existía la televisión satelital, no existía Internet. La cantidad de publicaciones, en términos de revistas, era de la mitad de las actuales. Los títulos de libros publicados por año eran un tercio de los actuales. No cabe ninguna duda de que el número uno hoy es menos poderoso de lo que era hace 20 años.
Un ejemplo claro de esto lo daría a mi juicio el sentido negativo de la Guerra de Malvinas. Y en el sentido positivo, la revolución o el intento de revolución contra Gorbachov en Rusia, que fue la última vez en que el ejército ruso desechó utilizar las mismas herramientas que en el pasado.
Hoy sería imposible que toda la sociedad argentina fuese engañada a partir de una manipulación como la que realizó el gobierno militar durante la Guerra de las Malvinas bajo el paraguas de la seguridad nacional. Sería imposible porque los medios internacionales se encargarían de mostrar que informaciones como las que se difundían por ATC no eran ciertas.
De cualquier forma, el último intento de revolución rusa contra Mijhail Gorbachov marca claramente que no estaban en condiciones de controlar las comunicaciones, ni siquiera en la Unión Soviética donde la tecnología estaba menos desarrollada.
(…)
* Director y fundador de Editorial Perfil. Lanzó su primera revista en 1974. En 1978 fundó La Semana.
Fuente: Extracto del libro Una Historia de la Censura, del periodista Fernando Ferreira, Grupo Editorial Norma, 2000.