Los trece años transcurridos de este siglo, han sido de un verdadero esplendor para los precios de las materias primas, en particular para las cotizaciones del petróleo. Nunca antes subieron con tanto empuje y por tanto tiempo los precios del petróleo. Los países exportadores de bienes primarios, incluyendo los hidrocarburos, se vieron favorecidos por unos ingresos que han llenado las arcas de los Estados y que les permitieron emprender ambiciosos planes de desarrollo económico y social.
Muchas naciones petroleras avanzaron sustancialmente en la construcción de infraestructuras que hoy hacen palidecer a las naciones tradicionalmente catalogadas como desarrollas. Esas inversiones también se extendieron hacia la educación y la salud, lo que ha permitido en el primer caso ampliar sustantivamente las capacidades de los ciudadanos y en el segundo, contar con una población más sana y saludable.
Venezuela ha sido uno de los países que ha recibido una avalancha de dólares como resultado de los elevados precios petroleros. Sin embargo su desempeño económico es el peor entre todos los países petroleros, tal como se evidencia en el gráfico adjunto. Su tasa de crecimiento económico promedio durante el lapso 1999-2012, no llega al 3,0% interanual, muy por debajo de países como Angola, Qatar, Arabia Saudita o inclusive Nigeria, nación esta azotada por la violencia tribal y religiosa. Se estima que entre 1999 y 2013, Venezuela ha recibido producto de las ventas de petróleo al exterior la astronómica suma de US$ 760.000 millones, suficientes para que hoy Venezuela estuviera disfrutando un boom económico en lugar de estar sufriendo esta situación calamitosa, de un país endeudado, un gobierno maula que le debe a todo el mundo y que es renuente a pagar, con una infraestructura física en el suelo y una población que optó por demandar insaciablemente dólares para tratar de protegerse de una inflación que confisca sus ahorros.
¿Qué hizo Venezuela con esos recursos petroleros para que haya crecido tan poco? La respuesta está en la mezcla nociva de política económica que diseñó y aplicó con rigor Jorge Giordani, quien logró convencer a Hugo Chávez durante doce años y a Maduro durante uno, que había que anclar el tipo de cambio para bajar la inflación, que no importaba que desapareciera el sector manufacturero venezolano porque habría divisas suficientes para importar y que era mejor que el Estado se ocupara de la actividad económica en lugar del sector privado, con lo cual se amplificó hasta el extremo el ámbito del sector público en la economía, causando déficits fiscales no financiables por vías ordinarias. También persuadió Giordani a Chávez con sus tesis según la cual los equilibrios macroeconómicos no importaban debido a que el control de precios contribuye a contener la inflación y que además había que masificar las subvenciones y subsidios que otorga el Estado para bajar la pobreza. La experiencia internacional indica que ningún país se ha desarrollado subvencionando permanentemente a sus habitantes.
Ya ese modelo giordanista fue sometido a prueba en 2009 y 2010 y salió reprobado. Efectivamente, en esos años los precios del petróleo declinaron, con pronunciada fuerza en 2009, y la economía entró en una recesión que se extendió por ocho trimestres. Actualmente, en 2013, con precios petroleros ya recuperados y estabilizados en el entorno de los US$ 100,0 por barril, la economía vuelve a dar señales de fatiga y ya no responde como antes a los estímulos de una política fiscal y monetaria hiper expansiva, que en lugar de hacerla crecer, lo que ha hecho es provocar inflación, pérdida de reservas internacionales y depreciación del bolívar, al punto tal que la moneda local está en riesgo de desaparecer.
De esta manera, el gobierno desperdició la nueva oportunidad que le otorgó la providencia, al proporcionarle unos ingresos que no son producto del trabajo sino de precios que no guardan relación con los costos de producción, como es el caso de los ingresos provenientes del petróleo. Agotado este modelo, tiene Venezuela el reto de configurar uno nuevo, que coloque el acento en la producción, que estimule en lugar de castigar, que facilite el emprendimiento en vez de sancionarlo, que haga de los venezolanos sujetos aptos para la producción y el trabajo antes que habitantes pasivos a la espera de un estipendio del gobierno. Y con ello, el redimensionamiento del Estado para éste pase de ser un Estado empresario a un Estado social.