Para saber lo que hoy somos nada mejor que saber lo que hemos sido. (L. Arconada)
Por Hermann Petzold-Pernía
Las primeras universidades surgieron en Europa, en los últimos siglos de la Edad Media, como corporaciones de estudiantes que querían aprender (Italia) o de profesores que deseaban enseñar (Francia), aunque, en ambos casos, maestros y alumnos de todos los países se congregaban con un fin primordial: Buscar la verdad mediante la discusión de los problemas que consideraban fundamentales. Desde sus inicios, estas corporaciones gozaron de independencia frente al Estado y la Iglesia Católica y no dudaron en librar batallas para conservarla, pues, estimaban que era indispensable para cumplir su función esencial y no se sentían esclavas ni del uno ni de la otra, sino que obraban en coordinación con ambos.
II
Cioran, la filosofía y las mujeres publicas
La filosofía no es una teoría, sino una actividad. Wittgenstein
En la obra Précis de décomposition (en Oeuvres, 1997) E. M. Cioran acertadamente expone: “Los grandes sistemas no son en el fondo que brillantes tautologías. ¿Cuál es la ventaja de saber que la naturaleza del ser consiste en la ‘voluntad de vivir’, en la ‘idea’, o en la fantasía de Dios o de la Química? Simple proliferación de palabras, sutiles desplazamientos de sentido. A lo que es le repugna al abrazo verbal y la experiencia íntima no nos revela nada más allá del instante privilegiado e inexpresable. Por otra parte, el ser mismo no es más que una pretensión de la Nada.
“Uno no define más que por desesperación. Es necesaria una formula; es necesario incluso mucho más, aunque no sea más que para dar una justificación al espíritu y una fachada a la nada.(…).
“Las cosas que tocamos y las que concebimos son tan improbables como nuestros sentidos y nuestra razón; nosotros no estamos seguros sino en nuestro universo verbal, manipulable a placer – e ineficaz. El ser es mudo y el espíritu hablador. Esto se llama conocer.
“La originalidad de los filósofos se reduce a inventar términos. Como no hay más que tres o cuatros actitudes ante el mundo – y más o menos otras tantas maneras de morir,- los matices que les diversifican y les multiplican no tienden más que a la elección de vocablos, desprovistos de todo alcance metafísico. “Estamos hundidos en un universo pleonástico, donde las interrogantes y las replicas se equivalen” (pp.623-4).
Y luego, hace una comparación entre los filósofos y las prostitutas: “El filósofo, de regreso de los sistemas y de las supersticiones, pero perseverando todavía en los caminos del mundo, debería imitar el pirronismo de la acera, del cual es muestra la criatura menos dogmática: la mujer pública.
Separada de todo y abierta a todo (…) ella propone al espíritu un modelo de comportamiento que rivaliza con el de los sabios. Ser sin convicciones respecto de los hombres y de sí misma, tal es la elevada enseñanza de la prostitución, academia ambulante de lucidez, al margen de la sociedad como la filosofía. ‘Todo lo que yo sé lo he aprendido en la escuela de las mujeres públicas’; debería gritar el pensador que acepta todo y refuta todo, cuando, siguiendo su ejemplo, se ha especializado en la sonrisa fatigada, cuando los hombres no son para él más que clientes y las aceras del mundo el mercado donde vende su amargura, como sus colegas, su cuerpo” (pp.651-2).
Vemos, pues, que Cioran critica que hoy en día se considere a las investigaciones filosóficas como originales, y, por ende, exitosas, si conducen a la creación de nuevos términos para aludir a conceptos y a realidades fenomenológicas conocidas o experimentadas por los seres humanos desde siempre. Es decir, que muchos de los filósofos contemporáneos habitan en un universo de palabras y alejados de las vidas de sus prójimos.
* Editado por los Papeles del CREM. Responsable de la edición: Raúl Ochoa Cuenca.