Hermann Alvino: Los nuevos «musiús»

Por Hermann Alvino

1- Los europeos eran generalmente considerados tolerantes y abiertos a cualquier tendencia social, una creencia que se intentó consolidar a partir de la creación de la actual Unión Europea; sin embargo, con dicha unión se acentuaron  los nacionalismos, especialmente cuando cada ciudadano de a pie comprobó que de repente los precios se habían eurizado, esto es, aumentando arbitrariamente a criterio, por ejemplo, de los dueños de las cafeterías, mientras que sus salarios, igualmente eurizados, seguían con el mismo poder adquisitivo, mermando el entusiasmo europeístico al tiempo que renacía el de su extinta moneda, y el de su terruño además, cuando surgió el tema del desempleo creado supuestamente por los migrantes desde los países que entonces eran más pobres de la Unión, y la inconsistente política de la UE en materia de integración para con los euroasiáticos –especialmente Siria e Iraq-, más los magrebíes del Norte africano y los subsaharianos, migrantes todos no europeos que en su mayoría tampoco eran cristianos sino musulmanes, al punto que dos décadas después estas realidades fueron hábilmente explotadas por los partidarios de la salida del Reino Unido de la UE –el llamado Brexit-, cuyo tema fue el de los “fontaneros polacos” que le arrebataban empleos a los británicos

2- En la UE, infortunadamente, los nacionalismos y la xenofobia se fueron acentuando con el aumento de las olas migratorias que huyen del hambre y de las guerras de sus respectivos países –apartemos para este análisis las causas de esos conflictos y los actores globales que allí intervienen-, y no deja de ser inquietante que esos nacionalistas y xenófobos europeos no hayan pestañeado por la presencia de millones de refugiados ucranianos absorbidos por esos países luego de la invasión rusa, para así despertar la sospecha de que ello ha sido así porque los refugiados, algo pobres en su mayoría, o de clases medias muy venidas a menos, son d epiel blanca, mientras que euroasiáticos y africanos varios no lo son, y encima, con todo y que muchos tienen una buena preparación escolar y universitaria, son pobres y  musulmanes.

3- La Historia -la de verdad- enseña que esas migraciones no se pueden detener; y desde las referencias más lejanas sobre el ntiguo Egipto hasta las hordas asiáticas que instalaron en lo que hoy se conoce como Europa -configurando así los rasgos físicos y culturales de los actuales europeos… y británicos…-, se sabe que el hambre y la necesidad de territorio cuando la demografía se desboca o el clima se vuelve hostil, requieren espacio, para vivir, para cultivar y para críar ganado.

4- Por tanto, les guste o no a los europeos, las migraciones africanas y euroasiáticas les cambiarán el color de su piel y conllevarán muchas costumbres diferentes, enriqueciendo además los idiomas de cada país con miles de nuevas palabras, en un sincretismo multidimensional que se asemejará mucho al que se produjo cuando los germanos traspasaron las fronteras romanas, los Hunos decidieron instalarse en la actual Ucrania y Hungría, los Vikingos en Inglaterra -y luego los Normandos-, los Árabes en el Sur de España, y por supuesto la invasión a toda la América de los españoles y portugueses, y más adelante la del resto de pueblos de toda Europa, con la variante de que en lo que ahora es Latinoamérica, aquellos visitantes sí se mezclaron con los amerindios, a diferencia de su voluntario aislamiento genético respecto a los pueblos colonizados en África y Asia. Ello también sucederá en Siberia con la paulatina presencia china, y está pasando en el Tibet –aunque allí por razones geopolíticas del régimen chino, no por hambre-; todo esto  configurando globalmente una mezcla tan desordenada cuyo azar genético y prosopografía harán inútil seguir hablando de “razas”, o de “pueblos inferiores”.

5- Más valdría entonces percatarse de esta situación y, para bien de todos, aceptar su inevitabilidad, especialmente cuando el calentamiento global sobrepase el umbral que hará inhabitables muchos territorios de la costa desde los cuales surgirán olas inmensas, pero no de mar sino de personas hacia los territorios colindantes; la India, por ejemplo con muchos habitantes abiertamente racistas respecto a los de Bangladesh, vivirá este impacto poblacional, al igual que sucederá en Hungría, Polonia, Austria, República Checa,el Norte de Italia, etc., donde una parte importante de sus élites ultracatólicas, al igual que los sectores más conservadores españoles, vanamente harán lo posible por contener la migración que les cambiará su Historia como pueblos, al igual que se las cambió en el pasado; y lo harán con alambradas y todo tipo de obstáculos políticos, explotando los temores primarios de la gente para de paso intentar instalar gobiernos cuasiautoritarios al puro estilo Trump -cuya probabilidad de volver a la presidencia de EEUU, para continuar con la construcción del “muro” mexicano, sigue siendo alta-.

6- Y aún a sabiendas que la mayoría de esas personas migrantes son gente decente, las élites conservadoras europeas solviantan a su gente con el tema el religioso, algo que desde siempre ha dividido a los pueblos y ha provocado que se maten entre ellos. Los políticos nacionalistas y xenófobos utilizan el argumento de la defensa de la civilización cristiana europea para poner esas barreras, porque para ellos la convivencia entre las tres grandes religiones monoteístas es prácticamente imposible; y mientras los líderes religiosos sigan dividiendo a la gente con ideas y fantasmas cual derivado mental de los temores inherentes a nuestra naturaleza humana, el problema no tendrá solución, al menos mientras cada religión intente imponerse a lo bestia sobre las otras a partir de lo que estima es su verdad, o logre hacerse con el favor del Estado, cuando no convertir a sus oficiantes en el Estado mismo, o sea imponer una teocracia.

7- Por otra parte, los migrantes venezolanos hacia el resto del continente y Europa ya se cuentan por millones, y deberán asumir que por unos años los seguirán tratando con el desdén con el cual en Europa tratan a los migrantes africanos y asiáticos, incluso teniendo nuestros paisanos el mismo color de piel, religión y costumbres que los nativos de los países que ahora los acogen. Bastará entonces una crisis económica relativamente importante para que en esos paises donde el chavismo los obligó a buscar refugio y futuro, los culpen de todos los males que por entonces ocurrirán. Los culparán de perezosos, de sucios, de no querer integrarse, de ladrones, y de todo aquello con que esos mismos venezolanos culpaban a los colombianos, argentinos, peruanos, chilenos, haitianos, centroamericanos, etc., que venían a Venezuela huyendo de su respectiva guerra y dictadura, luego de igualmente haber maltratado medio siglo antes a las olas migrantes europeas que recalaron en Venezuela, modernizándola en grado sumo, siendo sus integrantes lo que en el país se denominaba como musiú, o musiúes –del término francés monsieur-.

8- Claro que a diferencia de los árabes ricachones en Londres y París, los chinos pudientes que migraron y se apoderaron de Vancouver, y los boliburgueses de Madrid y Miami, lo expuesto vale solo para los paisanos más pobres y para la clase media decente que no cohonestó el latrocinio chavista, y que ahora tienen que salir diariamente ganarse el pan en un ambiente social y económico que no es el suyo y dentro del cual se compite con quienes sí conocen su patio a plenitud… aunque los boliburgueses y neorricos del mundo, en aquellos lugares tampoco son bienvenidos por presumidos y ordinarios, pero se los calan porque traen mucho dinero malhabido, incluso dinero de sangre, ya lavado y también por legitimar. Esta primera generación de nuestros migrantes decentes trabaja de panadero, repartidor, lavandero, barrendero, barbero o peluquero, etc. con uno que otro que afortunadamente ha logrado ejercer su respectiva profesión.

10- Por tanto, lo mejor que pueden hacer estos musiús primerizos es prepararse espiritualmente a esta realidad, tener como consuelo que los disgustos que sufrirán serán el precio a pagar para darle un futuro decente a sus hijos, y esperar que esos pueblos no caigan del todo en la trampa xenofóbica que les tenderán los políticos más aprovechadores para montarse y perpetuarse en el poder. Y la nostalgia, pues a apartarla, porque sus hijos no serán musiúes, sino ya muy europeos… y todo esto también vale para Miami, y el resto de Latinoamérica.

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