Por Eduardo Martínez
Joe Biden, presidente de los Estados Unidos en ejercicio, ayer suscribió una histórica carta a sus conciudadanos. En la misma, anunció que no se postularía para elecciones presidenciales del próximo noviembre. Acto seguido, envió a sus correligionarios del Partido Demócrata, un mensaje en la red social Twitter en la cual manifestó su apoyo a la vicepresidenta Kamala Harris -compañera de fórmula.
Nadie se sorprendió con la renuncia. Desde hace meses, se comentaba públicamente que Biden debía renunciar. En cada aparición en la TV, se percibía un desmejorado estado físico del presidente. Y, después del debate, con sus confusiones y aparentes aceleradas pérdidas de memoría -sobre todo a partir del debate con el ahora candidato republicano Donald Trump.
Así, un significativo número de partidarios y parlamentarios del Partido Demócrata, fueron sumándose a esas propuestas de renuncia. Con el apremio de que una conveción para escoger candidato les venía pisando los talones.
Ha sido lamentable el deterioro físico y mental del presidente Biden. No tiene la culpa de ello. Ha entrado en un proceso natural que afecta en ocasiones las personas de la tercera edad. Sin embargo, todavía es prematuro analizar con justicia su legado presidencial. Ya habrá tiempo para ello.
Por ahora, la campaña electoral en los Estados Unidos no olvidará ese legado y desempeño. Los tiempos no han sido buenos. A Estados Unidos ha afectado profundamente la pandemia, las guerras en Ucrania e Israel, y la controversia comercial con China, no exenta de implicaciones y amenazas de naturaleza militar. Así, como el grave tema de la inmigración, que coloca al país del norte bajo presiones migratorias principalmente de la región.
Como se dice coloquialmente en venezolano, el presidente Biden “asumió su barranco”, y actuó en consecuencia. Políticamente está frente al ocaso, y de regreso a su hogar.
Llegó el momento de pasar la página.
¿Y en Venezuela?
En Venezuela tenemos un barranco que los gobernantes desde hace 25 años no asumen. Desde aquella tristementemente frase “la cual aceptó”, nadie más ha hablado de renuncia en este país. Esto a pesar de un descalabro gigantesco -social, económico y político- nunca antes visto.
No es el caso de los Estados Unidos, donde el presidente no tiene la culpa de su descalabro físico y mental. En Venezuela, por su mal comportamiento y desempeño, perdieron la confianza del pueblo, nadie les cree, y las encuestas -TODAS- lo reflejan.
Todavía hay tiempo para una renuncia. Pero no creemos que se dará. Por eso este domingo 28 de julio, los venezolanos votarán masivamente.
@ermartinezd