Por Eduardo Martínez
La reunión de presidentes en Brasil, convocada por Luis Lula Da Silva, pareciera estar orientada a relanzar la figura internacional del propio Lula, y a “blanquear” la disminuida imagen de Nicolás Maduro. Aunque también se pudiera decir, que el intento es para reagrupar a la izquierda latinoamericana.
Viendo todos estos puntos en su conjunto, es indudable que lo que tiene más peso ene sta cumbre es el esfuerzo de Lula por reconstruir su propia imagen, y tal vez, ocupar el puesto que tuvo en su momento Fidel Castro para la izquierda de la región.
Tal vez se pudiera también decir, que para levantar las banderas de Hugo Chávez, luego de su fallecimiento. Aunque esto es muy discutible, por cuanto a parte de la retórica de Chávez, lo que más influyó en su presunto liderazgo continental fue la fuerza de la libertina “chequera” que sacara a su paso con cada visita.
Sin embargo, no calzando Maduro las botas militares de Chávez ni contando con los fondos para sacar una chequera, y Lula estando preso en esos tiempos, el puesto de líder continental de la izquierda quedó vacante.
Lula apuesta a la jugada del mal menor
Lula estuvo enjuiciado y preso por corrupto, en la misma temporada que Maduro veía caer su legitimidad como presidente.
Mientras Lula salía de la cárcel, y retomaba el camino a la presidencia de Brasil, la presidencia de Maduro se deslegistimaba, a la vez que por las sanciones quedaba sin chequera, y más de 40 países – de los más importantes- le retiraban el reconocimiento y el aprecio.
En un careo de las imágenes Lula versus Maduro, nos encontramos con que Lula ha salido de sus enredos tribunalicios, con rasguños, pero fue elegido presidente. Un tanto a su favor.
En cuanto a Maduro, el viaje a Brasil es su primera salida a Latinoamérica en 5 años. Y a diferencia de Lula, Maduro todavía no ha enfrentado un juicio que tiene pendiente y el cual se ve venir: su comparecencia ante la Corte Penal Internacional (CPI) por presuntos crímenes de lesa humanidad.
En la CPI, donde los jueces no están sujetos a los avatares de la política latinoamericana, las acusaciones son graves. Según los últimos reportes conocidos, más de 8 mil declarantes han sustentado las presuntas violaciones de derechos humanos en Venezuela bajo el mandato de Nicolás Maduro.
En un mundo en crisis, y considerando el tamaño económico de Brasil, los presidentes asistentes a la cumbre deben haber pensado, más en lo que Lula le pudiera dar, que dar a Maduro lo que Maduro necesita: dinero.
No está claro si ese mismo deseo lo tengan de salir retratados de “buen gusto” con él. Al final, el prontuario que elabora la CPI no le gusta a nadie. Y nadie, le gusta asociarse con los señalados.
Hasta el momento, lo único que Maduro ha podido prometer, es enviar a Brasil la electricidad que no se consume en Venezuela: la que no se produce.
Y en cuanto al mal menor, Lula sale en todas las fotos, a sabiendas que en el peor de los casos es más fácil blanquearse con la jugada.
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