Ya superamos esa época en que los indicadores oficiales nos pintaban un presente paradisíaco. Aunque aun insisten en decir, que el desempleo es tan bajo como el de los Estados Unidos; la tasa de cambio del dólar es a 6,30 bolívares, y el índice de felicidad de los venezolanos es tan bueno, que somos la envidia de la Unión Europea, EEUU y Japón.
Ahora, el Banco Central de Venezuela (BCV) simplemente dejó de publicar los índices de inflación. Esto luego de pasar por una temporada de maquillaje, después de la cual se regionalizó el indicador, y se volaron la base de cálculo para que no pudiéramos comparar con los años anteriores a 1999.
Sin embargo, y siempre hay un sin embargo, los venezolanos tenemos dos señales de alerta que nunca nos fallan: el estómago y el bolsillo.
Cuando el estómago suena, porque no podemos comprar todos los alimentos en variedad y cantidad, y metemos la mano en el bolsillo y no conseguimos, y cuando vamos al mercado y lo que conseguimos son colas y estantes vacíos, comienzan a sonarnos las alarmas. Sabemos que la inflación, la escasez y los bajos sueldos, han alcanzado niveles alarmantes.
No son necesarios manejar los números, cuando las frases que oímos son: No hay, No tenemos, y No me alcanza.
Este ocultamiento de cifras, que si se publicaran mostrarían el daño causado a la economía, provoca un daño aun mayor.
El mismo Estado, así como las empresas, para poder planificar para los próximos años, deben conocer todos estos indicadores de inflación, crecimiento del PIB, desempleo, etc. Si no saben que pasa ¿Cómo logran proyectar a futuro?
Tal vez como ha hecho este régimen, con la máxima de Eudomar Santos: “Como va viniendo, vamos viendo”.
Eduardo Martínez
Editor www.eastwebside.com
