Venezuela vive una degradación moral que puso de cabezas la pirámide socioeconómica de la sociedad. Se pudiera pensar, que quienes tienen menos y, que además han recibido una pobre formación formal y familiar, son aquellos propensos a caer en las tentaciones.
Sin embargo, ha resultado en esta crisis venezolana, en ser aquellos quienes han seguido el camino de la emigración, han jugado limpio con sus vidas, y en vez de prostituirse o corromperse, decidieron “agarrar sus cachachás” e irse hasta a pie por las trochas fronterizas.
Estas decisiones pueden estar siendo un error. Lo que muchos no llegan a ver, ni siquiera cuando se enfrentan a las realidades de la Selva del Darién.
Mientras tanto en Venezuela, estamos parados frente a situaciones ante las cuales, una cantidad apreciable de esos venezolanos mejor educados y con posibilidades económicas visibles y que no se preocupan por ocultar -por el contrario, se esmeran en exhibir- muestran una complicidad ante situaciones que cruzan las fronteras de la inmoralidad y la legalidad.
“El que puede lo más, puede lo menos”, dice un viejo principio jurídico. Y eso es lo que ha venido ocurriendo en Venezuela, desde que con un pito en la boca Hugo Chávez procedió a licenciar a la alta gerencia de PDVSA.
Una vez degradada la principal empresa venezolana, se inició un proceso de intervención económica y empresarial que dinamitó las principales industrias básicas y de infraestructura del país: CVG y sus filiales, electricidad, distribución de gas, acueductos, entre otras. Para lograr escalar a los centros de producción privados: industrias, agropecuarios, alimentos, entre otros.
Ahora, cuando las cuentas nacionales están secas por las políticas aplicadas, y en las bóvedas del Banco Central solo entran arañas para tejer sus redes, se ha abierto las rendijas de una posible privatización de esas empresas para captar inversión –o pasar cepillo a fondos privados nacionales o extranjeros.
Hay otro viejo dicho español, que señala que “El lobo pierde el cuero, pero no pierde las mañas”. Lo que nos viene a la mente cuando observamos los movimientos aparecidos en los últimos meses, para privatizar CANTV.
No es nueva la idea, de que sea la telefónica la primera a privatizar para generar credibilidad en un país con estatizaciones de viejas data. Ya en los años 90 del siglo pasado, fue ensayada esta estrategia. Aunque que debemos recordar, que los procesos de privatizaciones fueron transparentes, lo que signó el éxito de las privatizaciones al atraer inversionistas internacionales.
Con la venta de acciones de CANTV, nos encontramos frente a una acción de dudosa legalidad, que ha presuntamente violado los principios legales y las prácticas bursátiles. Proceso que carece de atractivos para los inversionistas internacionales.
Todo hace pensar que “tal vez” estamos recorriendo el camino de una entrega de este monopolio ya designado a dedo. Y que la emisión de nuevas acciones, se trataría de todo «un cuento chino».
A pesar de lo evidente y burdo de la estrategia, los expertos han guardado un silencio sepulcral. Los que más saben, no dicen nada. No abren la boca. Lo que nos hace sospechar de una presunta complicidad con su silencio, y al haber más de dos involucrados, estaríamos en presencia de una conspiración.
Eduardo Martínez, Editor
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