La corrupción es una de las grandes tragedias que azota y persigue a la sociedad venezolana. Nada ocurre o no ocurre sin que esté presente la mano invisible de la corrupción.
Este fenómeno es análogo a la teoría de la “mano invisible” del capitalismo, que se refiere a las fuerzas invisibles que mueven la economía de libre mercado. Un enfoque que sostiene que el mercado “encuentra su equilibrio sin que el gobierno u otras intervenciones lo obliguen a seguir patrones no naturales”.
Parafraseando este enfoque, la vida del venezolano pareciera encontrar su equilibrio sin que el gobierno intervenga, pero siguiendo siempre patrones no naturales.
Lo sorprendente, es que en el caso venezolano no interviene el gobierno como tal, pero siempre parece que quienes gobiernan si lo hacen.
Eso es lo que ha hecho que el venezolano deba atravesar alcabalas para cualquier trámite, para ir de una población a otra y hasta para, dentro de una ciudad, de una urbanización a otra.
¿Lo estableció el gobierno? Por supuesto no se puede asegurar. ¿Lo aplican funcionarios del Estados? Siempre, o quienes como el agente 007, “tienen licencia para matar”.
Ante estos tipos de argumentos, nos imaginamos que se alzarán voces que digan que no se puede generalizar. Por eso concluiremos con una pregunta: ¿Desde hace cuanto tiempo, que para un trámite al que se tiene derecho, alguien no ha aparecido para pedirle una comisión o ayudita?
Eduardo Martínez, Editor
