¿De cuál recuperación económica estamos hablando?

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Por Eduardo Martínez

En el último mes y medio nos encontramos con declaraciones y opiniones que advierten que la economía del país se ha venido recuperando. A la vez que pronostican un inminente auge para el 2022. Ni más ni menos, justo a partir de las próximas semanas.

Sin esconder nuestra perplejidad, ante tan extraordinarias predicciones, hemos preguntado cuáles son los indicadores que señalan esa recuperación, y que, en el caso de ser cierta, cambiaría el ciclo de decrecimiento que viene experimentando la economía venezolana desde hace varios años.

Si bien ¿la apreciación de una recuperación se nos presenta con diversos matices, la respuesta es casi única, palabras más… palabras menos: “Mira cuanta gente está en las calles (…) ve que las tiendas están abiertas y con ofertas de productos (…) tienen de todo (…) más barato que en Miami (…) ya no tenemos escasez (…) viste en televisión cuantos mega comercios han abierto sus puertas (…) y ni se diga del tráfico que hay en las calles (…) y los bodegones ¿tú no los ves?… el año que viene será mejor…”.

Sin embargo, la realidad de las cifras, indicadores y de las teorías económicas nos apuntan a no ser tan optimistas. Más bien, nos aumenta el pesimismo con respecto al año 2022, y nos angustia pensar en el probable descontento que generará en la población el que la anunciada recuperación no se materialice.

En la economía de cualquier país del mundo se conjugan varios sectores y grupos: el petrolero, el industrial, el comercio, el agrícola, el de servicios, el sanitario, el educacional, el transporte, los empresarios, lo laboral, el estudiantil, entre otros.

En el caso venezolano, hay que agregar el “público”. Un sector que hay que tomar en consideración, por cuanto el régimen se ha dado a la tarea de apropiarse de tantos sectores, que hoy por hoy ‘tal vez sea” el empleador y el propietario de instalaciones productivas más grande del país.

Si le damos un recorrido a estos sectores, de cara a los pronósticos ligeros sobre la recuperación, encontraremos que las presuntas evidencias provienen únicamente del sector comercio.

Para entender este sector, entremos a cualquier bodegón o tienda. Tomemos 10 productos que nos llamen la atención, y veamos dónde fueron producidos. Encontraremos que no menos de 7 son importados. Es decir, un 70%.

Cuando compramos un producto importado, se estará beneficiando mayormente trabajadores de esos países donde fueron manufacturados. El resto, y en una pequeña proporción, se lo llevan el dueño del bodegón, el transporte para traerlo desde esos países, y los pocos trabajadores del bodegón.

Si el producto ha sido manufacturado en Venezuela, trabajadores venezolanos se llevarán una buena tajada de lo que pagamos; y una pequeña parte, será importada en forma de materia prima.

La gran diferencia, entre comprar importado o hecho en Venezuela, es que mientras mayor cantidad de dinero se queda en Venezuela, mayor cantidad de dinero se gastará en Venezuela. Lo que alimentará el crecimiento de la economía venezolana.

Lo pregunta entonces, cuando abordamos el aparentemente bollante comercio, es de dónde proviene el dinero con el que los venezolanos compran en los bodegones y tiendas.

Si bien es bastante complejo buscar el dónde, podemos simplificar los orígenes de procedencia del dinero.

El dinero no viene de La Habana, como nos canta el viejo Son cubano que señala que vienen de “La Loma”. Recordemos que el dinero que han enviado a La Habana, no regresará y por tanto no lo veremos más nunca.

El Estado es el mayor empleador de Venezuela, y según los analistas los empleados públicos reciben un salario promedio no más de 4 dólares mensuales (tomado en consideración al sector privado, se estima que el salario promedio nacional es del 4,7 dólares). Con ese sueldo, los empleados al servicio del Estado no pueden comprar -con su remuneración- en los bodegones y tiendas, donde todos los precios están calculados y fijados en dólares.

Los empleados del sector privado, reciben salarios superiores al sector público. Según un reporte publicado por el economista José Guerra, para enero del 2021, las remuneraciones promedios eran de 70,1 dólar.

Sin embargo, en el mismo reporte, se señala que el 50% de la masa trabajadora no tiene trabajo regular, sino que fundamentalmente trabaja por su cuenta.  Es decir, no gozan de prestaciones ni beneficios sociales.

Esto es muy importante, por cuanto la mitad de la masa trabajadora genera el dinero que circula en la calle. La otra mitad, vive de ese dinero.

¿De dónde entonces vienen los dólares?

Para no complicarnos la existencia con las explicaciones, no herir susceptibilidades, vamos a decir que los dólares vienen de las remesas -pocas o muchas- que 7 millones de venezolanos que emigraron envían a sus familiares que todavía están en Venezuela. Con esas remesas, los empobrecidos trabajadores que siguen en el país logran pasar las puertas de tiendas y bodegones.

Hay que advertir en este ligero análisis, que esos dólares regresarán al exterior, por cuanto no menos del 70% de los productos que vende el comercio viene de otros países.

Los demás sectores

Si los síntomas de la esperada recuperación, quedan en entredicho al revisar el sector comercio, con los otros sectores quedará totalmente destruido ese pronóstico.

En el caso del petróleo, según las estadísticas de la OPEP, Venezuela solo produjo 527 mil barriles diarios de crudo en septiembre del 2021. Lo que representa una disminución del 82,9% al inicio del régimen de Nicolás Maduro en el 2013.

En cuanto al sector industrial, los gremios manufactureros han señalado que de 12 mil industrias existentes para 1999, solo han quedado menos de 3 mil, con una actividad promedio de esas industrias de menos del 30% de su capacidad instalada.

La inversión

La recuperación de la economía pasa por que se invierta, pública y privadamente – nacional y extranjeramente, en el país. Para ello es necesario que existan condiciones de seguridad jurídica, estabilidad cambiaria y una buena infraestructura.

No hay señales del factor político que impera en el régimen, que inspire confianza en los inversionistas. No se percibe seguridad jurídica. Lo que es igual para los nacionales y para los extranjeros.

En cuanto a la infraestructura, no existe continuidad ni calidad en los servicios de gas, combustible, electricidad ni agua potable.

En este sentido, el economista Orlando Ochoa ha advertido que “mientras persistan los problemas de infraestructura, en particular del servicio eléctrico, difícilmente se pueda proyectar un crecimiento sostenido que estimule la actividad de alto impacto en el país”.

En cuanto al transporte, la escasez de los combustibles: gasolina, gas y gasoil, son determinantes en el freno de la actividad empresarial.

En lo que respecta a la agricultura, la falta de gasoil (para finales de noviembre 2021 -se reportaba que solo 6 estaciones estaban expendiendo gasoil en todo el territorio nacional)- impide que se realice cualquier tipo de inversión.

Y finalmente, un factor determinante es la inseguridad personal. La existencia de bandas, pranatos, alcabalas de los cuerpos de seguridad, vacunas y los secuestros, probablemente sean el mayor freno para cualquier tipo de inversión, inclusive para las apuestas especulativas. Los riesgos son muy grandes y ciertos.

Entonces…. ¿De cuál recuperación económica estamos hablando?

editor@eastwebside.com

 

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