Por Eduardo Martínez
Cuando el régimen de un país sigue las reglas democráticas, la vida del gobernante suele ser un libro abierto. Todos sus gobernados conocen dónde duerme todas las noches; dónde queda su despacho; cuál es su agenda pública; entre otros detalles.
Es usual que se publiquen libros de fotografías, en los cuales inclusive, se pueda apreciar como es el dormitorio, la sala dónde ve la televisión, la sala comedor cuando no está ocupado en compromisos oficiales, el gimnasio de ejercicios, y hasta el jardín en el cual se sienta a leer la prensa. El presidente es una figura pública, la primera figura del país, y por lo tanto, su vida es hasta cierto punto pública. La transparencia es siempre un requisito, en un régimen democrático.
En el caso de los dictadores, esos gobernantes que se resisten a dejar el poder, su vida pública está cubierta de misterio y un manto de oscuridad. Lo que siempre lleva a las especulaciones y fantasías… y las dictaduras juegan con el misterio.
El comportamiento de los dictadores, de permanecer diariamente escondidos de los gobernados, puede tener muchas explicaciones. Sin embargo, ciertos analistas han encontrado en la psicología algunos porqués.
Hitler, Mussolini, Joseph Stalin y Benito Mussolini, son ejemplos de dictadores del Siglo XX que llegaron y se mantuvieron, haciendo uso de la fuerza y la represión. Pisaron muchas cabezas y cuerpos. Por ello no es de extrañar que los dictadores, a la par de coleccionar cadáveres, también tuvieran una gran colección de enemigos.
Por eso, también es de no extrañar, que el dictador sufra de “paranoia”, el que esté todo el tiempo temiendo que lo quieren asesinar, que a la vuelta de cada esquina hay un complot para atentar contra su vida.
Esa paranoia, tampoco – es de extrañar- que sea “ex professo” inyectada por sus colaboradores más cercanos. Con lo que piensan ubicarse y convertirse en ser el “indispensable”, aquel que “a lo mejor” lo sucederá.
Pero… ¿cómo viven los dictadores? Es difícil saberlo, hasta que caen o mueren.
Peter York, conocido periodista londinense de “estilos de vida”, recogió en un libro (2005) cómo vivieron los principales dictadores -y también más mortíferos- del Siglo XX.
Su listado del Top-16, se inició con Porfirio Díaz, de México; hasta cerrar con Slobodan Milosevic.
York recorrió las residencias, oficinas, lugares secretos, recolectando fotografías y anécdotas, con las cuales pudo conocer cómo era la vida diaria de los dictadores.
Lo curioso de su trabajo, es que a parte de una descripción de cada dictador, su Introducción sería un excelente epílogo, en el cual hizo esa caracterización y perfil de un dictador.
En la Introducción-Epílogo, York señaló que:
Extractos:
Recomendaciones, para que un dictador consiga el “look”
En un recuadro a dos páginas, Peter York escribió el decálogo para alcanzar el estilo de vida del dictador:
El Album de fotografías
Vladimir Lenin
Residencia de Lenín: El Kremlin
Comedor diario de Lenin
Dormitorio de Lenin
Joseph Stalin
Casa de Stalin y dormitorio de reposo diurno
Dormitorio y comedor de Stalin
Benito Mussolini
Villa Torlonia-Roma
Dormitorio de Mussolini
Adolfo Hitler
Residencia de Hitler en Berghof
Comedor Berghof
Dormitorio de Eva Braun en Berghof
Gran Sala en Berghof
Comedor de Hitler en la Cancillería
Fuente: Colecciones privadas; Museo de Villa Torlonia en Roma; Dictator Stylae, Peter York, Editado por Chronicle Books, 2005. Traducciones de autor.