Empezando el año, el Ejecutivo decretó un aumento del sueldo mínimo. Este aumento se produce en momentos en que el país enfrenta una grave crisis de abastecimiento. Señala el propio Banco Central de Venezuela que de cada tres productos (30%) que un consumidor trata de comparar, al menos uno no lo consigue.
Cuando la lista de productos se reduce a los de la cesta básica, ese porcentaje se incrementa en forma impresionante: leche, harina de pan, harina de trigo, arroz, azúcar y aceite, entre otros, no se consiguen.
Sumado a la escasez, el país muestra una carrera inflacionaria también impresionante. La inflación general es del 56%, y la de alimentos supera el 70%.
Según los analistas independientes, un venezolano necesita varios salarios mínimos para poder comprar los productos de la cesta alimentaria.
Es una realidad, que para el promedio de los venezolanos, los salarios no alcanzan para comprar todo lo que necesitan para vivir. Por lo que un aumento de salarios es una medida justa. Sin embargo, en un ambiente económico signado por la escasez, más dinero en manos de los venezolanos es una catapulta para los precios de los productos que escasean, y por ende, para disparar los índices inflacionarios.
Este es un caso en el que el orden de los factores importa. El gobierno debería haber garantizado primero el abastecimiento de los productos, para luego mejorar los niveles de ingreso de los venezolanos. Con la inversión de estos factores en el tiempo, el aumento del salario mínimo, que en términos absolutos y relativos es muy poco, incrementará la escasez y presionara al alza los precios.
Fuente: redacción