Coincido con Pierre Bourdieu en la constatación de las dificultades para afrontar y describir el complejo cuadro de la pobreza y sus casi infinitas formas de narrar las experiencias de aquellos que viven en esa difícil condición. Y en la comprobación de cuan necia puede llegar a ser la burocracia cuando hace todo lo posible para convencer al país de que la pobreza se está yendo de nuestra realidad. ¿Yéndose para donde? Eso es lo que nunca dicen.
Recientemente le tocó a Elías Eljuri salir como vocero de esa expectativa que venden como si su instrumentación estuviera a la vuelta de la esquina. Pero no es así. El tiempo perdido y los recursos dilapidados han dejado a las mayorías
modestas del país en peores condiciones que hace trece años, y con una mayor dependencia de las dádivas oficiales. Ahora no solo son pobres, también son menos libres.
Es muy complicado narrar sin caer en las provocaciones de la indulgencia, la relatividad y el consuelo. Es difícil creer que alguien tenga algo de calidad de vida cuando vive lejos de su lugar de trabajo y deba madrugar para llegar a tiempo. O que son partícipes de la máxima felicidad posible los que desgranan días, meses y años malviviendo en un refugio mientras esperan que se les resarza de su infame condición. O que pueda sentirse dichoso alguien que tema la exclusión por la aplicación de la lista de Tascón, y por lo tanto pierda esa
oportunidad para estudiar o conseguir ese trabajo que podría hacer la diferencia. O se sienta bien una madre que vea como sus hijos desertan de la escuela porque los aprisionan las carencias y el hambre, sin que
ella pueda hacer nada. O que un padre se sienta parte de una comunidad de elegidos cuando recibe en la puerta de su casa a la hija, rota la nariz, golpeada por el malandro de turno, vejada en su dignidad, y queal final tenga que tomar la decisión de abandonarlo todo, porque o es eso, o cualquier día se la entregan muerta. Y por supuesto, difícil imaginarse el impacto moral que significa un hijo asesinado, o el desgarre itinerante que familias enteras sufren al tratar de resolver una enfermedad. Y mucho menos resulta fácil imaginarnos la mendicidad, el abandono, la soledad y el miedo, formas de miseria que tienen el sabor amargo de lo insalvable que se torna cotidiano.
Lo que no responde Eljuri es para dónde se fue la pobreza que él dice se ha ido de nuestra realidad. Porque las mismas cifras oficiales hablan de un déficit de viviendas monumental, de millones de familias que viven entre el desempleo y la informalidad, y de cientos de miles de víctimas de la violencia. Esas mismas cifras encubren el drama de millones de manos que se extienden afanosamente para esperar el retardado incentivo que ahora se llama misión, o gran misión, pero que a cambio pide sumisión y se entrega bajo la transacción de una
amenaza. Ahora a los malandros del barrio se suman los que representan
los intereses oscuros de un régimen que entrega a cuenta gotas, exacerbando la ansiedad por la espera, sin condolerse de la necesidad que es inminente. Tampoco tiene como imaginarse el presidente del INE la calamidad de horas completas sin luz y sin agua, presintiendo el próximo balazo, contando una y otra vez a todos los miembros de lafamilia, invocando a Dios para que les permita un amanecer más, y llegar a esa hora en la que la violencia parece adormilarse por lo menos un rato.
¿Se habrá imaginado alguna vez los dilemas cotidianos de la pobreza? Por ejemplo el tener que dejar al hijo prendido en fiebre porque si no trabaja el día no hay comida esa noche, o el ver y oír el dolor del esposo que grita se retuerce con su enfermedad terminal, porque no obtuvo ese opiáceo milagroso que lo adormece y le evita tanto sufrimiento. O la opresión que siente el abuelo al descontar los días sin conseguir un empleo, y no sabe cómo hacer para que la vieja y el nieto coman algo.
Yo me asomo a la ventana y veo el desborde del barrio que siempre ha
estado allí. La pobreza y sus múltiples dramas también siguen estando presentes, poniéndole límites a la vida y a la esperanza, ambas truncadas para la mayoría de los venezolanos, mientras que Chávez transcurre su enfermedad como sólo lo pueden hacer los que tienen en el puño todos los privilegios.
Víctor Maldonado C
Twitter: @vjmc