Por Aquiles A. Prieto
Los “retazos” que Jorge Puigbó nos brindó ayer sobre un artículo que escribió hace dos años están más vigentes que nunca…la angustia existencial de sufrir como muchos el desmoronamiento de la democracia, y ver a nuestro alrededor que beneficiarios de ella se convirtieron en sus detractores más feroces, lo perturba como a tantos de quebrantos y decepciones.
¿Cómo fue posible que mentes medianamente formadas, se embelezaran e imiten el discurso de la ofensa y violencia de los tiranos?… ¿a dónde nos conduce, a qué maldición satánica responde promocionar disparates y desviaciones stalinistas de contenido en las redes sociales contra la política y la libertad?.
Los señeros “retazos” de Jorge contra los incendiarios de la justicia, nos remontaron con Stefan Zweig, al instante del asesinato de Marco Tulio Cicerón, cuando también murió la república romana en el año 44 A.C después de haber vivido durante sesenta y cuatro años defendiendo la causa de la libertad contra los gladiadores de la tiranía, su cabeza sangrante fue atravesada por un imponente clavo oxidado, y fue colocada en la tribuna de los oradores del senado, donde tantas veces pronunciara sus inmortales discursos.
A un lado del podio, sobre un fardo sucio ensangrentado, quedaron las impotentes y abiertas manos amputadas de Cicerón que escribieron las más espléndidas cartas de la época, y que dieron voz a la exaltación de la independencia del hombre libre y el cumplimiento de las normas del derecho republicano.
Tres generales usurpadores del poder, desobedeciendo al senado e irrespetando las leyes, se repartieron entonces medio mundo como tres nuevos y desalmados césares. Además, se apropiarían de tierras y bienes y harían callar a los eternos rivales de cualquier tiranía, entre ellos Cicerón, el primer defensor de la libertad de espíritu. Asesinado en una solitaria playa de Gaeta, los mutilados despojos de Cicerón fueron expuestos en el senado, para obligar al desconcertado pueblo a desfilar por el Foro Romano y observar el destino del escritor más célebre del momento, el más fiel defensor de la causa republicana y de la libertad.
El grandioso orador que desde la tribuna de la civilidad se opuso a la brutalidad del poder delirante, contra la ilegalidad, y de modo elocuente en contra de la eterna injusticia de la violencia militarista, como la de su propia cabeza, ahora muda de un hombre asesinado que abogaba por un mundo mejor donde reinaran las libertades, la tolerancia, el derecho y la justicia.
Receloso el pueblo aglomerado, abatido, avergonzado, observando los despojos del tribuno, en profundo silencio se apartó. Nadie se atrevía a gritar que estaban ante una dictadura!, a expresar una sola réplica o voto de protesta contra la sangrienta tiranía. Pero un espasmo les oprimió el corazón, y consternados los asistentes bajaron los ojos ante esa trágica alegoría de su república crucificada.
así fue entonces y sigue sucediendo ahora, en pleno siglo XXI, pero no obstante sentimos resucitar por dentro con los “retazos” de Jorge, invitándonos a continuar insuflando esperanzas de cambio.
Sigamos pues adelante hasta que el tiempo nos deje, y afinemos el oído para escuchar los pasos de la multitud silenciosa.
* Abogado litigante en el Foro de Caracas.
Editado por los Papeles del CREM a cargo de Raúl Ochoa Cuenca.
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