Tras las huellas en el camino

Por Eduardo Martínez

Muchos criminales en Estados Unidos, y en otros países, han terminado en la “silla eléctrica” por los rastros que han dejado en su huida.

Como no fueron descubiertos infraganti, se creyeron a salvo de las largas manos de la justicia. Se desaparecieron por unos días de los reflectores, para pasar desapercibidos. Viajaron a otras ciudades, donde no los conocen. Para luego regresar a su habitat delictual “como si nada hubiera pasado”.

Sin embargo, si hay unos profesionales que no paran y trabajan las 24 horas al día, esos son los policías. Son como unos perros de presa. Mamíferos que no regresan a la tranquilidad de los cuarteles, hasta que con su mordisco no le llegan al hueso del criminal.

Con el advenimiento del mundo digital, la cosa se puso más seria para los criminales. Las llamadas investigaciones “forenses”, con la ayuda de computadoras, escaners y hasta dispositivos nucleares, aumentaron el grado de precisión y rapidez de los “peritajes, para encontrar los autores de los delitos, llevarlos ante la justicia y que se declare la culpabilidad del imputado “libre de toda duda”.

Al final, el único que quedará sin libertad y sin duda, será el delincuente.

Paradójicamente, quien conduce al criminal no es el camino, son las huellas con la impronta de su identidad.

De ese camino, donde quedaron sus huellas, no escapan los policías “mala conducta”. Delincuentes que tras una placa y un arma, esconden sus malos procederes.

Así es como se avizora el futuro en este estado de cosas que nos tocan vivir.

Fotografía de autor, en el Parque del Este de Caracas.

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@ermartinezd

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