Frank Razzano es socio del bufete de abogados Pepper Hamilton LLP en Washington. Es uno de aproximadamente doce personas quienes sobrevivieron después de estar adentro del World Trade Center cuando ambas torres colapsaron.
Esta es su historia sobre cómo salvó su vida durante el atentado terrorista del 11 de septiembre de 2001.
La noche antes, septiembre 10, había estado preparando un testigo para testificar y habíamos trabajado hasta tarde en la noche. Entonces regresé al hotel y dormí hasta tarde esa mañana y supongo que el primer avión chocó, creo que a las 8:46.
Estaba dormido cuando pasó el primer avión. Me hospedaba en el piso 19 del hotel Marriott en un cuarto de esquina. La manera en la cual está localizado el hotel es directamente entre la Torre Norte y la Torre Sur.
Entonces, cuando se estrella el primer avión en la Torre Norte, escuché un ruido gigante. Y recuerdo haberme levantado, ir hacia la ventana, abrirla y encontrar papeles cayendo hacia el piso. El pensamiento que se me ocurrió fue que tal vez un panel de cristal se había caído de alguna de las torres. De todas formas, me volví a acostar.
La gente estaba especulando que fue un ataque terrorista. Esto puede sonar como una locura, pero no estaba tan preocupado. Esto era algo que estaba ocurriendo algunos 80 pisos encima de mí y verdaderamente no sentí ningún peligro en aquel momento. Pensé que los bomberos vendrían, apagarían el fuego y se acabaría todo esto. Estaba concentrado en el hecho que tenía una reunión más tarde esa mañana a la cual tenía que asistir, entonces me bañé y me vestí.
Aun en ese punto, todavía no sentía que estaba en peligro. Como dije, yo pensé que esto estaba ocurriendo 80 pisos encima de mí. Empecé a juntar mis pertenencias y cuando las tenía todas empacadas, pensaba en cómo sacar mis cosas del hotel, si precisaría a alguien del hotel para que me ayudara.
Y ahí empecé a sentir el edificio como rompiéndose, como si estuviera siendo bombardeado. El edificio empezó a temblar y se sentía que se estaba rompiendo en pedazos alrededor mío. Miré por la ventana y esto es algo que siempre recuerdo. Era como una cortina bajando sobre la ventana. Podía ver una montaña de concreto y acero cayéndose sobre la ventana, casi como en cámara lenta, como una cortina bajando en un teatro.
Corrí hacia el otro lado del cuarto y me pegue a la pared y pensé que esos serían los últimos minutos que tendría en la Tierra. Me acuerdo haber pensado si había vivido el tipo de vida de la cual mis padres hubieran estado orgullosos.
Mi hija… me recuerdo vívidamente pensando que mi hija se acababa de comprometer y que nunca la vería casarse.
Lo siguiente que pensé fue la certeza de que iba a morir, pero esperaba que algo me diera en la cabeza para irme rápidamente. No quería caerme a la calle desde el piso 19. Esto siguió por… es difícil de estimar, pero como por un minuto. Y luego todo paró y estaba oscuro, todo estaba negro y tenía escombros por todo mí alrededor.
Fue como un anochecer. O sea, se veía algo de luz, pero había pasado de ser un día soleado a pura oscuridad. Aun cuando el edificio se paró de caer, todavía había como una neblina al mirar por la ventana. Sabía que neciamente había esperado mucho tiempo para salir del edificio. Salí del cuarto y llegué al pasillo.
Y se tiene que entender que en este punto, yo no sabía que los edificios se habían caído al suelo. De todos modos, salí del cuarto, abrí la puerta y como tu primer instinto es gritar, eso fue lo que hice: ‘¿Hay alguien aquí?’. En el piso, debajo de escombros, encontré un bombero quien me dijo ‘quiero que bajes por las escaleras’ y le pregunté que si estaba bien. Me dijo ‘estoy bien, no te preocupes por mí. Pero baja por las escaleras”.
Las escaleras estaban intactas, por lo menos hasta el tercer piso. Obviamente no había luces, no había electricidad, pero tenían esas luces de emergencia. Bajé como hasta el cuarto piso y el resto de los pisos estaban bloqueados por escombros.
A través del un hueco en la pared, podíamos ver carros incendiados en el estacionamiento al lado de la Iglesia Ortodoxa Griega. Estuvimos allí aproximadamente dos o tres minutos cuando dos bomberos bajaron por las escaleras, uno de ellos siendo el que me dirigió en el piso 19.
Uno de los bomberos, Jeff Johnson, fue hacia el precipicio y miró por el hueco de la pared. Había una viga de acero en el segundo piso, recostada sobre el descanso del tercer piso. El bombero se montó encima de la viga y bajó hacia la repisa y luego nos dijo “miren, esta es la manera de salir”.
El bombero agregó que “Cualquier persona que estaba en la calle, cualquier bombero que estaba en la calle está muerto, nadie viene a buscarnos. Si nos vamos a salir de aquí, lo tenemos que hacer solos. Y la única manera es arrastrarse por la viga hacia el segundo piso”.
Dijo, “algunos pocos pies de aquí hacia la calle West, hay otro hueco en la pared en el segundo piso. Entonces lo que vamos a hacer es arrastrarnos por la viga, llegar al otro hueco en el segundo piso y volver a entrar al edificio por el hueco. Luego, intentaremos encontrar una manera de salir desde el segundo piso”. Eso fue lo que hicimos.
Justo cuando llegué a entrar de nuevo al edificio, escuché lo que puedo describir como un tren de carga viniendo hacia mí desde el cielo. No sabía que era el ruido, pero el bombero sí sabía y nos dijo que bajáramos hacia el suelo.
Esa fue la Torre Norte colapsándose. Todo el edificio cayéndose, piso tras piso. Pero todo eso lo sé ahora, en ese momento no sabía nada.
Con cada respiro, todo lo que entraba al cuerpo era polvo, no se podía respirar oxígeno. Recuerdo toser constantemente, al igual que los otros del grupo. Fue como estar hundiéndose.
Después de varios minutos de toser y sentirnos sofocados, pudimos obtener un poco de oxígeno para respirar. Pero ahora, el hueco en la pared para poder salir estaba cubierto de escombros. No había manera de salir, estaba bloqueado.
Finalmente, el bombero encontró otro hueco en la pared y colocó una alfombra para poder deslizarnos a través del hueco. Bajé usando la alfombra y llegué a la montana de escombros de 15 pies que había en la calle.
Recuerdo mirar alrededor mío y pensar “esto parece como si una bomba nuclear hubiese explotado en la ciudad”.
Había una nube de escombros y suciedad y todavía había cosas cayéndose. Empezamos a movernos hacia el otro lado de la calle West cuando el bombero que estaba con nosotros se encontró a otro y nos dijo que siguiéramos caminando hasta llegar al Río Hudson.
Y eso hicimos.
Fuente: VOA