La semana pasada, el Banco Central de Venezuela-BCV publicó sus estimaciones de inflación para el mes de mayo. Los datos muestran una tendencia innegable de que la inflación toma cuerpo.
Sin embargo, encontramos que la interpretación, que pudiendo ser válida, es rebuscada con lo que se pretende presentar una mejor cara del costo de la vida. Se hace uso de una carpintería estadística para hacernos ver que lo caro de la vida no es tan caro y que estamos mejor que en los últimos 29 meses.
Ni busquemos tan atrás para comparar. Es preferible ver hacia los meses más recientes, y sobretodo, descubrir cuál es la tendencia para los próximos meses. Si compramos simplemente el INPC de mayo (2,5%) con abril el mes inmediatamente anterior (1,4%), descubriremos que el índice creció en un 78,57%. Aumentó en una proporción de poco más de tres cuartos. Es decir, casi se duplica. Eso es lo que los economistas llaman una “aceleración” del índice inflacionario. ¿Para que comparar con lo sucedido hace 29 meses, cuando las políticas del gobierno eran otras, el desempeño del país era otro, y los precios del petróleo eran otros?
En el lapso de 12 meses, que van de enero del 2010 a Enero del 2011, el gobierno devaluó en dos tramos en 100% el bolívar con respecto al dólar. Primero, en el 2010, fue de 2,15 a 2,60 y 4,30 bolívares por dólar. En el 2011, se unificó a una única tasa oficial de 4,30.
En la primera devaluación, todos los artículos de la cesta básica y materias primas tenían acceso a dólares a 2,60. En la segunda, fueron estos los artículos que pasaron a 4,30.
Si bien los precios de estos artículos están regulados, el gobierno se ha visto en la necesidad de aumentar en forma considerable el precio. Como ocurrió el pasado viernes con el precio del azúcar en todas sus presentaciones, al aumentarlo en un 30%.
Cuando recurrimos a los grandes números, encontramos que en Venezuela se importa el 60% de los alimentos que consume su población. El otro 40% es producido localmente. Por lo tanto, no hay que hacer ninguna manipulación estadística para darse cuenta del impacto que una devaluación tiene en los precios de los alimentos.
Por otra parte, con un parque industrial reducido casi a la mitad, Venezuela debe importar muchos productos terminados que antes se manufacturaban en el país. Lo que también incide en el precio de esos productos cuando se devalúa el bolívar.
Pero la inflación tiene dos frentes para crecer. El primero, es el de precio de la cosas por el costo de producirlo o importarlo. El segundo frente de empuje, es el de la relación entre dinero en manos de la gente y cantidades que se pueden comprar.
Si el dinero en manos de la gente crece más allá de la cantidad de productos que oferta el mercado, los consumidores están dispuestos a pagar más por esos productos porque tiene más dinero en la mano. Es la simple y sencilla aplicación de la ley de la oferta y la demanda. Una ley de la economía que los países comunistas ignoraron por buena parte del Siglo XX, pero que hoy en día, hasta los pocos que quedan, miran con respecto. O por lo menos, la mayor parte de ellos.
El circulante, que es el dinero en manos de los venezolanos, viene creciendo considerablemente. Y recibirá un buen empuje con los planes de inversión en viviendas que el gobierno anunció en el mes de mayo.
Si las importaciones de bienes y productos siguen siendo refrenadas por la burocracia de Cadivi y las limitaciones del Sitme, no es de extrañar que la escasez de esos productos en el mercado empujen al alza los precios.
Los analistas del gobierno podrán comparar los aumentos de precios con los niveles de la colonia en el siglo XIX, pero para los venezolanos la percepción del costo de la vida será clara, directa y devastadora para los bolsillos.