Ricardo Israel: ¿Qué saldrá de la Convención Constitucional chilena?

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Por Ricardo Israel *

Toda generación puede decir que fueron testigos de un proceso de importancia histórica. Es lo que está ocurriendo hoy en Chile donde se llevó a cabo los días 15 y 15 de mayo la elección de los constituyentes que tendrán la misión de redactar la nueva constitución.

Esta Convención surgió de la violencia y protesta desatada en las calles en octubre de 2019 y como consecuencia de un acuerdo político donde el presidente Piñera, probablemente para asegurar el término de su mandato, ofreció algo no suficientemente explicado y que no había estado hasta entonces en las negociaciones como lo fue el reemplazo de la constitución vigente. El 24 de diciembre de ese año se publicó la reforma constitucional que daba inicio al proceso de creación de la nueva constitución y en octubre de 2020 un 78% dio su aprobación en un plebiscito.

En importancia solo es comparable al plebiscito de 1988 donde una mayoría le dijo No a la continuación en el poder del general Augusto Pinochet, dando origen a la transición a la democracia allí establecida. En esa oportunidad la alianza entre la Democracia Cristiana y la izquierda socialdemócrata derrotó también a la izquierda comunista dando origen a varias décadas de crecimiento económico, disminución de la pobreza y a un avance destacable en la región.

Es a ese proceso al que se le da fin ahora y se abre una nueva etapa. Con los constituyentes aparece tanto una nueva generación política como el triunfo de la izquierda radical sobre los socialdemócratas y socialcristianos que lideraron una transición que terminó antes de lo esperado, pero que duró por sobre lo debido, y donde los autores fueron incapaces de defender sus muchos logros, incluyendo aquellos aplaudidos a nivel internacional, por lo que la actual derrota y terremoto político que inmediatamente arrastró a varios de sus potenciales presidenciables, fue solo la culminación de un cambio cultural que venía gestándose desde antes.

Muy notaria fue también el colapso de la derecha arrastrada por la incompetencia y derrumbe del gobierno del presidente Piñera ya que fue incapaz de obtener el tercio necesario para negociar la mantención del modelo de desarrollo.

Chile entra a un nuevo y desconocido terreno. Los constituyentes tienen un promedio de 45 años, con varios veinteañeros. Un elemento preocupante es el hecho qué a pesar de la importancia, solo acudió a votar un 43,3% del padrón electoral.

Esta elección de 155 constituyentes se hizo con la novedad para Chile de 15 escaños reservados para los pueblos indígenas como también a nivel internacional de una paridad de género donde debía haber un número igualitario no solo entre candidatos sino en los resultados (sistema de cebra), y para lograrlo un sexo debía ceder espacios al otro, resultando perjudicadas en forma inesperada más mujeres que hombres.

Aún más llamativo fue el éxito de muchos activistas autónomos, con un número apreciable de 27 en la debutante Lista del Pueblo cuyo origen eran las protestas callejeras del año 2019, incluyendo las manifestaciones violentas, los que sumados a la izquierda del Partido Comunista y del Frente Amplio suman al menos 77 partidarios de cambios radicales.

Como era de esperar esta brusca transformación del escenario político ha sido recibida con una mezcla de actitudes que van desde la esperanza al miedo. Hay incertidumbre y predominan los que no saben que es lo que viene.

Las dudas parten por si se respetará lo plebiscitado o si estos nuevos constituyentes querrán partir de una hoja en blanco y del hecho que en la práctica no existe el tercio de derecha que pueda obstaculizar la regla que todo acuerdo necesita dos tercios para imponerse. En todo caso el nombre de Convención fue acordado para distinguirlo de una Asamblea y según la reforma constitucional que permitió este proceso tiene varias limitaciones, incluyendo que no podrían alterar los quórums en favor de una regla solo mayoritaria simple.

Tampoco puede imponerse la Convención sobre los poderes del Estado, conservando la presidencia las funciones de gobierno como también el Congreso las legislativas y constitucionales hasta la aprobación de la nueva constitución por un plebiscito de salida. Esta Convención debe respetar las sentencias judiciales y el texto de la futura constitución, el carácter de República del Estado y el régimen democrático. Por último, y en forma muy importante, no se pueden alterar los tratados internacionales ratificados por Chile.

Según los plazos su funcionamiento debiera empezar en julio y solo con la elección de sus autoridades (presidente, vicepresidente) y la aprobación de su Reglamento se tendrá una idea de cuanto predominará la búsqueda de acuerdos y cuanto de confrontación habrá en su funcionamiento.

Para redactar la nueva constitución solo se dispone de nueve meses a los que se puede agregar por única vez otros tres, por lo que este año coincidirá con el nuevo Congreso y Presidente de la República a ser electos en noviembre de este año.

En democracia se respetan los votos (de los que votan) y esta fue la decisión de los chilenos que tendrán que vivir con las consecuencias de lo que eligieron con la única función de redactar una nueva constitución.

¿Lo entenderá así la mayoría de los recién electos?. ¿Predominará la comprensión que su función es redactar las reglas del juego para las próximas décadas y no gobernar? ¿Será capaz la mayoría de entender su rol o triunfará la soberbia?

En 1988 el país estaba igual o más dividido pero los actores políticos fueron capaces de encontrar puntos de acuerdo. Decir que Patricio Aylwin apoyó el golpe de estado de 1973 y que también encabezó la transición a la democracia no es contradictorio, sino la historia de Chile.

Sin embargo, no se ve un proyecto similar en el día de hoy y en forma preocupante ha predominado una narrativa negacionista de los éxitos y logros de las últimas décadas.

Chile entra a un terreno incierto sin una visión compartida de su futuro y con los riesgos asociados a que la búsqueda de mayores niveles de igualdad afecte libertades hoy existentes y la generación de los recursos necesarios para financiar y satisfacer los nuevos derechos que con seguridad van a quedar establecidos.

Con un 43,3% de participación Chile tomó esta decisión y deberá vivir con las consecuencias. Si se da frustración de las expectativas lo más relevante es que no se arrastre al propio sistema democrático.

(*) Abogado (Universidad de Chile, Universidad de Barcelona), Doctor (Ph.D.) University of Essex, ex candidato presidencial (Chile, 2013)

«Las opiniones aquí publicadas son responsabilidad absoluta de su autor».

 

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