José Rodríguez Iturbe: Octavio Paz – el intelectual y la política (Ensayo)

Por José Rodríguez Iturbe

Cuando Yvon Grenier realizó una selección de textos políticos de Octavio Paz, aparecida en 2001, con el título de Sueño en libertad, colocó como pórtico de la misma unas citas del poeta y pensador. La primera es de Postdata (1969), en la cual dice que la política tiene una dimensión de crítica política y moral. La vertiente pedagógica se hace crítica necesaria en el caso de Paz. Estas son sus palabras: “La crítica es: el ácido que disuelve las imágenes. En este caso (y tal vez en todos) la crítica no es sino uno de los modos de operación de la imaginación, una de sus manifestaciones. En nuestra época la imaginación es crítica.

Cierto, la crítica no es el sueño, pero ella nos enseña a soñar y a distinguir entre los espectros de las pesadillas y las verdaderas visiones. La crítica es el aprendizaje de la imaginación en su segunda vuelta, la imaginación curada de fantasía y decidida a afrontar la realidad del mundo. La crítica nos dice que debemos aprender a disolver los ídolos: aprender a disolverlos dentro de nosotros mismos. Tenemos que aprender a ser aire, sueño en libertad”. La segunda cita es de La tradición liberal (1982): “Sin libertad la democracia es despotismo, sin democracia la libertad es una quimera”. La tercera es de La otra voz.

Poesía y fin de siglo (1990): “¿Qué puede decir la otra voz? Ya he indicado que, si naciese un nuevo pensamiento político, la influencia de la poesía sería indirecta: recordar ciertas realidades enterradas, resucitarlas y presentarlas. (…) Su influencia sería indirecta: sugerir, inspirar e insinuar. No demostrar sino mostrar”1.

Son citas bien tomadas. Para Paz la función insoslayable del intelectual en la política es una función crítica. Una función necesariamente crítica para la defensa de la libertad contra el despotismo; vale decir, para la defensa de la democracia. Y un poeta como Paz no puede prescindir del elemento poético para la realización de la crítica, para que la defensa de la libertad sea eficaz, para mover, en la persona que dialoga políticamente, no sólo la razón y la voluntad, sino también el sentimiento. Un político que no tenga un mínimo de sensibilidad poética estaría incapacitado para comprender y para alentar los más finos y profundos anhelos del alma popular y ennoblecerlos, elevándolos, por su propia captación de la belleza en cuanto trascendental del ser. Crítica, capacidad dialógica, visión estética, no sólo no son incompatibles, sino que deben ser armonizables para que el mensaje político y el lenguaje como medio de transmisión del mismo, no se prostituya. El intelectual no está para servir al poder, sino para criticarlo. La crítica del poder es condición de toda crítica.

La función del intelectual no admite las orejeras de las totalizaciones ideológicas. A la honestidad intelectual repugna el prejuicio partisano de demonización del adversario y de eximir de toda culpa apriorísticamente al compañero de ruta. El marxista capaz de condenar al nazi-fascismo pero incapaz de ver y censurar con humana indignación el horror del Gulag staliniano o el espanto sin límite del genocidio de Pol Pot o la mentira institucionalizada del régimen de los Castro en Cuba, degrada la función intelectual y afecta irreversiblemente su autoridad moral y política. Por eso, la función del intelectual no es cómoda: debe enfrentar el bastardo dogmatismo, nutrido casi siempre de cegueras fanáticas y de odios irracionales, alentados organizadamente por quienes aceptan sólo la crítica a los contrarios, pero carecen de la sinceridad básica para admitirla o reconocerla sobre las propias realidades o ejecutorias. Por eso, casos como el de Octavio Paz son indicativos de lo empinada que puede hacerse la ruta para el intelectual que está dispuesto a denunciar, con voz clara y coraje no sujeto a precio, las violaciones a la humana dignidad como expresiones tumorales de la negación de la libertad de las personas y los pueblos, sin cuyo respeto no puede haber política que merezca alabanza, sino de cínicos, criminales y forajidos.

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Editado por los Papeles del CREM a cargo de Raúl Ochoa Cuenca.

«Las opiniones aquí publicadas son responsabilidad absoluta de su autor».

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