Por Fernando Montes Negret
Richard Thaler, no obstante haber sido profesor de prestigiosas universidades, presidente de la Asociación Americana de Economistas y haber recibido el Premio Nobel de Economía en el 2017, no es muy conocido aún entre los economistas profesionales. Una razón para ello es que su investigación y contribuciones se ubican en la frontera entre la economía y la psicología, siendo un importante cofundador de una nueva rama de la economía: la economía del comportamiento (con Kahneman, otro premio Nobel, autor de Thinking Fast and Slow, 2002).
Los economistas habían optado por el camino fácil de los neoclásicos, definiendo al “hombre económico”, como una especie de robot, capaz de procesar toda la información disponible y tomar solamente decisiones racionales, basadas en información perfecta, pensando en el futuro. Si bien había conciencia de que los individuos no actúan de acuerdo a estos ideales, se pensaba que en el agregado se lograría una aceptable aproximación. Sin embargo, la nueva evidencia de la economía del comportamiento demuestra que las actividades humanas se apartan, sistemáticamente, de esos ideales.
Thaler, entre otros, se dedicó a exponer las anomalías o desviaciones de esa racionalidad extrema en el comportamiento de los individuos, examinando la diferencia entre lo que la gente “debería hacer” y lo que “efectivamente hace” y las consecuencias de esas discrepancias para el diseño de las políticas económicas. De ahí la columna de Thaler ‘Anomalías’, publicada en el Journal of Economic Perspectives entre 1987 y 1990, documentando las desviaciones de los individuos de los objetivos microeconómicos de optimización.
Al incorporar supuestos psicológicos realistas acerca de cómo los individuos, con una racionalidad limitada, con preferencias sociales y falta de autocontrol toman decisiones, presenta un gran desafío para el análisis económico. Las propuestas de Thaler han enfrentado resistencia por parte de algunos economistas ortodoxos, ya que dificultan el diseño de modelos matemáticos, alejándonos del ideal de imitar a la física como modelo (con los individuos como “partículas”), con leyes precisas y estables, sin la indeterminación que puede introducir el comportamiento de los seres humanos, más bien impredecible y variable.
Los principales factores psicológicos que hay que explicar son: ¿por qué no hay un comportamiento totalmente racional?, ¿qué explica la diferencia entre lo que los individuos determinan que es “justo” y lo que es “razonable”? y ¿cómo explicar la “falta de autocontrol”?
Lo que encuentra Thaler en su interesante libro Nudge (2008, actualizado en el 2021) tiene profundas implicaciones sobre el diseño de las políticas económicas. Su propuesta es una de “paternalismo libertario” que, sin coerción, busca inducir a los agentes económicos a tomar mejores decisiones. Thaler documenta ejemplos de cómo su enfoque impacta toda clase de decisiones, desde la recolección de impuestos, la donación de órganos y las pensiones. En cuanto a estas últimas, la propuesta es la de diseñar las contribuciones pensionales obligatorias aplicables a todos los trabajadores en forma automática, permitiendo a los individuos solo decidir explícitamente si desean renunciar a participar, con aumentos automáticos de las contribuciones de las cuales los trabajadores tienen que pedir, explícitamente, ser excluidos. Este diseño es mejor que simplemente exhortarlos a aceptar las deducciones a sus salarios de hoy ?lo que lleva a menudo a contribuciones muy bajas o salirse de los regímenes pensionales? con la promesa de una pensión razonable dentro de tres o cuatro décadas.
En Nudge (‘Empujoncito’), la arquitectura de las decisiones que se propongan alteran el comportamiento de los individuos de una manera predecible, pero sin restringir las opciones o alterar los incentivos económicos. En un segundo libro (Misbehaving: The Making of Behavioral Economics, 2016), Thaler presenta como los seres humanos llegamos a la toma de decisiones cargados de “sesgos de comportamiento”, estamos sujetos a errores y no siempre tomamos decisiones racionales. Ejemplos incluyen lamentar más la pérdida de una cuantía cualquiera, a la ganancia de una suma equivalente; a darle más valor a un activo o una propiedad por el simple hecho de ser nuestro; o el de un taxista que establece como objetivo una cierta cantidad de ganancias diarias, pero para de trabajar al alcanzar su meta en los días de mayor demanda, mientras que trabaja más horas en los días malos, comportamiento opuesto al objetivo de maximizar las ganancias por hora trabajada (‘Reasonable Doubt’, The Economist, 14 de octubre, 2017).
La Academia de Ciencias Sueca ?que otorga los premios Nobel por encargo del Banco Central? señala que Thaler desarrolló: (1) la teoría de que existe una “contabilidad mental”, en la cual los individuos crean compartimentos, con énfasis en el impacto estrecho de cada decisión individual, en vez de sopesar el efecto global, generando limitaciones cognitivas que impactan los mercados; (2) sus investigaciones demuestran cómo el concepto de “justicia” ?en el “juego experimental del dictador”? entra en las decisiones de los agentes económicos, por ejemplo, llevando a las empresas a limitar los aumentos de precios cuando hay un exceso de demanda, pero no cuando los costos suben; (3) la falta de autocontrol (por ejemplo, de cumplir o no las resoluciones del nuevo año) ?explicada por su modelo del “hacedor” (“doer”) y del “planeador” (“planner”)?demostrando cómo caemos fácilmente a las tentaciones del inmediatismo y la inercia, y cómo las preferencias que tenemos no son constantes a través del tiempo.
En síntesis, Thaler establece un puente entre la economía y la psicología que explica mejor las decisiones que toman los agentes económicos, humanizando a la primera, e incorporando los hallazgos experimentales de la segunda. Thaler celebró su premio Nobel señalando que “su contribución más importante a la economía es el reconocimiento de que los agentes económicos somos humanos, lo que debe incorporarse en los modelos económicos”, dándoles más importancia a los aspectos empíricos que a las elucubraciones teóricas. Los límites a la racionalidad de los individuos es el fundamento de la nueva economía del comportamiento y la herramienta de la arquitectura de las escogencias es muy poderosa en influenciar sus decisiones.
*Publicado en El Tiempo de Bogotá.