¿Es un error la propuesta de sembrar el petróleo?

Por Eduardo Martínez

Generalizando, podemos señalar que los venezolanos nos caracterizamos – entre otras cosas – por mitificar hechos y personajes, ser maniqueos y ser supersticiosos. Lo que esto para nada niega las positivas cualidades y virtudes que exhibimos.

Fe versus superstición

Una cosa es tener fe, otra es ser supersticiosos. Si le mostramos a un venezolano la copia de un documento secreto, probablemente nos va contestar: “Eso es falso. Yo no creo”.

Pero, si en vez de mostrar el documento, le contamos en voz baja y misteriosa que la bruja fulana nos advirtió privadamente que el dólar se va a montar en 100 bolívares, inmediamente saldrá a cambiar sus bolívares por dólares, para adelantarse a tan exagerada predicción. Esto es “susperstición”, y no Fe.

Lo maniqueo

Otra característica, que explica la manera en que el venezolano ve las cosas, y que como consecuencia también le lleva a votar en la manera en que lo hace, es ver el mundo en blanco y negro, y sin grises ni medias tintas.

Para ilustrar este punto, basta con señalar lo que usualmente decimos: “Fulano, es el más grande; o por el contrario …. Es el peor de todos”. Por lo general, nunca expresaremos una opinión más bien neutral, entre lo bueno y lo malo.

Recuerdo cuando éramos muchachos, y veíamos la construcción de las torres del Parque Central de Caracas, decíamos: “será el edificio más grande del mundo, o al menos de América Latina”.

Es así que nuestra manera de ver y clasificar las cosas es con ojos superlativos. Por que para nosotros, entre el más grande y el más pequeño, no hay nada.

Estas dos características o comportamientos, que ya tal vez están en nuestro ADN, nos conducen a la tercera característica: la mitificación.

Venezuela, país de mitos

Si bien la definición de mitos indica que son “un relato de hechos maravillosos cuyos protagonistas son personales sobrenaturales”, en nuestros días el concepto ha evolucionado para incluir  a personajes o hechos históricos que han dejado una huella imborrable.

Se señala también que “los mitos forman parte del sistema religioso de una cultura, que los considera como historias verdaderas. Tienen la meta de otorgar un respaldo narrativo a las creencias centrales de una comunidad”.

En este sentido, en Venezuela no podemos excluirnos de esta evolución de la definición. Lo que explica el por que mitificamos -convertimos en mitos- a héroes, personajes populares de nuestra sociedad, y hasta ideas, propuestas y sucesos de nuestra historia reciente.

Es en este contexto que entra en el tema varias ideas con respecto al petróleo, nuestra principal fuente de ingresos desde los años 20 del siglo pasado.

Así manejamos mitos, que algunos los han calificado de “urbanos”.

Entre ellos, vale la pena mencionar, el que “somos un país rico”, y la propuesta de que “hay que sembrar el petróleo”. Dos ideas, transformadas en mitos, y que probablemente han causado “algo” de daño y que probablemente han contribuido a llevarnos a la circunstancias en la que Venezuela se encuentra.

Estas dos ideas han sido repetidas una y otra vez. Martilladas hasta convertirlas en mitos por quienes han conducido al país, señaladas por políticos, analistas y profesores. Y en consecuencia, por los estudiantes y los venezolanos en general.

Cuando los mitos tocan el bolsillo

La importancia de señalar que somos un país rico, y que hay que sembrar el petróleo, es que nuestra economía nunca ha dejado de ser “rentista”, tan lejos como desde cuando llegaron los colonizadores y comenzaron a llevarse las riquezas que la naturaleza sembró en estas tierras.

Eso se convirtió con la mitificación, en una tradición. Ser conquistadores, sacar del subsuelo la riqueza como oro y plata, en un principio, luego petróleo, y sin mayores transformaciones, exportarlos y obtener dinero.

Lo que estuvo también en la línea de la cultura aborigen originaria de “acostarse bajo la mata para esperar que las frutas cayeran”.

No es de gratis que sean fundamentalmente las naciones hispano-americanas, las que tengamos la tradición de “dormir las siestas”. En el mundo sajón y anglosajón, esas siestas no se cultivan, la gente “trabaja”.

En cuanto a que somos un país rico, tal vez sean la palabras del geólogo Aníbal Martínez, quien mejor haya desmitificado la calificación de “ricos”.

En su momento, Martínez señaló que el petróleo -es verdad- que era una riqueza oculta en el subsuelo. Pero para que tuviera valor, había que extraerla, procesarla y transportarla.

Eso lo decía quien realizó las primeras evaluaciones de la cuantía del petróleo yacente en la Faja Petrolera del Orinoco.

El cuanto a “sembrar el petróleo”, la propuesta sembró de “minas” lo que se hacía, y puso en la boca de cada quien -y no necesariamente en sus cerebros-, las más variadas interpretaciones y subpropuestas de lo que significaba lo que era “sembrar”.

Con el pasar de los años y décadas, vimos como se destruía en función de la propuesta, lo que no funcionaba y también lo que funcionaba.

“Ahora hay una nueva manera de hacer las cosas”. Era una expresión de un neo-nacionalismo que cada vez que se profería, tenía la tónica de las famosas palabras demagógicas de Cipriano Castro -el Cabito” cuando se refirió a la “planta insolente”.

Transformada en un mito popular y académico, la propuesta de sembrar el petróleo ha sido un terreno minado para cualquier idea distinta. Nada puede contra esa idea que, lo vivido, ha demostrado lo vacío de contenido que la caracterizó desde un principio. Un daño probablemente irreparable.

* Sobre este tema de los mitos, nuestros lectores pueden consultar: https://definicion.de/mito/   

editor@eastwebside.com

Gráfica: Cortesía de TalCual

 

 

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