En el libro “Mi pasión por la diplomacia y la historia” buscamos explicar la realidad rumana y el final de Nicolae Ceausescu, el Drácula de los Cárpatos. Fuimos testigos de excepción de su desmoronamiento y trágico desenlace. La explicación a este final la encontramos en su rechazo, con elación, a toda política de reforma en el sistema político rumano. Por ejemplo, los vientos de cambio del norte que se movían al compás de la dulzura musical de los acordes de Chopin, penetraban en las montañas de los Cárpatos, mientras su hombre fuerte, se oponía.
A pesar del férreo control mediático, el cual, en la medida que se liberaba en Varsovia, por ejemplo, en Bucarest, se hacía más grueso el nudo que apretaba la libertad de expresión. Tuvimos la dicha de conocer, junto con el Embajador, mi profesor y gran amigo, Demetrio Boersner, de ciertos movimientos que mostraban el final del régimen de los Cárpatos. Era la porfiada realidad la que mostraba la justeza de ciertas políticas que se imponían en la Polonia de Chopin. Ésta, experimentó convulsiones y agitaciones políticas durante muchos años. No cesaba la epidemia de huelgas, negociaciones y por qué no decirlo, violencia del Estado contra la sociedad; todas se entremezclaban.
En Bucarest, la gran noticia acerca del proceso de instauración en Varsovia del primer gobierno no comunista en agosto de 1989, si bien, no la escondieron, fue muy matizada en términos dramáticos. La dirigencia comunista polaca, desde Bucarest fue acusada de cobarde y de “huir” del acoso de las “fuerzas reaccionarias” del capitalismo. En de junio de ese año se celebraron las elecciones que marcaron el fin del dominio de los comunistas en el poder en Polonia.
En junio de 1989, el movimiento opositor Solidarnosc, bajo el liderazgo de Lech Walesa, obtuvo una gran victoria. Derrotaron al comunismo. Éste movimiento, enfrentó la totalidad del estado polaco: fuerzas armadas, policiales, los servicios de seguridad e inteligencia; la Tv y radio, el tribunal supremo, la conducción total del manejo administrativo del proceso electoral, las finanzas del estado y para colmo, la amenaza de una invasión soviética. Moscú, había colocado en su frontera con Polonia, contingentes de sus fuerzas armadas, conjuntamente con la de los otros miembros del Pacto de Varsovia, incluida Rumanía, para intervenir militarmente. El régimen de Ceausescu, desde Bucarest abierta y secretamente alentaba una intervención militar para salvar al socialismo en el país de Copérnico. Inexplicablemente, había cambiado su tradicional discurso “autonomista e independista, por uno intervencionista”. ¡Sorpresas te da la vida!
Desde el punto de vista político para “Solidarnosc” fue muy importante movilizar al electorado a partir de su realidad. Hubo serias divergencias en el seno del movimiento opositor. Las posturas marcaban los enfrentamientos entre los que quería ir más rápido y los que procuraban reflexión y comprensión de las realidades, o mejor dicho, entre los que querían un proceso electoral, como instrumento para cambiar la realidad y los que no lo quería y en su lugar, procuraban la abstención para deslegitimar aún más al régimen polaco.
Lech Walesa fue el Copérnico de la política en Polonia. Él revolucionó a la oposición polaca y se convirtió en su líder, a partir de los problemas sociales; no fue un maximalista, por el contrario, fue un hombre que maduraba su discurso en función de sus realidades y posibilidades. Para él, el centro gravitacional de su praxis fue apalancarse en una política que evitase que su Polonia, sufriese lo que siempre conoció: reiterada violencia, sangre e invasiones. Su primer objetivo, lograr un sindicato libre y autónomo del estado. Fueron muchos los años de lucha, hasta que lo logró. No se trataba de “dignidad” ni de posturas ultra radicales o extremistas: ¡todo o nada!
* Publicado Marzo 1, 2018