El Hombre Nuevo como excusa y despojo

Por Eduardo Martínez

Una característica de las propuestas de gobiernos pseudo revolucionarios de corte autoritario, ha sido proponer la “creación” de un Hombre Nuevo. Para el Che Guevara, el Hombre Nuevo era “el hombre emancipado del futuro comunista”. Así se vendió en Latinoamérica la oleada revolucionaria que surgió en Cuba a partir de 1959.

Esa expresión lanzada por Guevara era la adaptación de una idea robada. En el Nuevo Testamento, el Hombre Nuevo es “la naturaleza espiritual recién regenerada del cristiano nacido de nuevo”. Y eso en la tradición cristiana, es el hombre nacido en Cristo.

Robada al cristianismo, y tomada descaradamente de la Biblia, el termino sería re interpretado a la luz de los escritos de Friedrich Nietzsche. Debemos tomar en consideración, que los cristianos de vieja tradición llevan en su ADN la impronta del Hombre Nuevo. En tanto estudian, es que se enteran de las reinterpretaciones de Nietzsche y los anexos del marxismo leninismo original.

Según wikipedia, la enciclopedia que lo sabe todo, “Un Übermensch, (traducible como superhombre, superhumano, suprahombre, sobrehombre u hombre superior), en la filosofía de Friedrich Nietzsche, es una persona que ha alcanzado un estado de madurez espiritual y moral superior al que considera el del hombre común. Es capaz de generar su propio sistema de valores, identificando como bueno todo lo que procede de su genuina voluntad de poder”. (wikipedia)

Es necesario recordar, que el nazismo por boca de Hitler se escudó tras este concepto de Nietzsche para sustentar el concepto de la raza aria, y darle un amparo filosófico a los desmanes y atrocidades cometidos en Europa en el período 1933-1945.

El bolchevismo no se quedaría atrás. En este sentido, el Hombre Nuevo sería uno de los postulados del listado de términos del comunismo marxista-leninista.

El manejo político instrumental del Hombre Nuevo, como los ejemplos experimentados en Latinoamérica, han sido más básicos y despiadados. Y por supuesto, más contradictorios.

La experiencia, es que al Hombre se le despoja de lo mucho o poco que tenían, tanto en lo material como en lo espiritual. Se le construye una nueva narrativa, por supuesto “intangible”. Es decir, que carece de materialidad. Y se le hace dependiente del Estado, como ente supremo. Si antes tenía, ahora no tiene o tiene menos.

Parte porque se pensó así, o por la puesta en práctica de descabelladas políticas económicas, se va modelando un nuevo hombre, que de nuevo no tiene nada, porque se le envía a un pasado casi prehistórico: el de la supervivencia.

Es así, como el presunto Hombre Nuevo que va creando el proceso revolucionario, es un hombre sumido en la miseria, limitado en sus posesiones materiales, sin ahorros, sin oportunidades, enclaustrado en una realidad nacional que ignora lo que lo pasa en el resto del Mundo, alejado de las nuevas ideas y de la preservación de aquellas tradicionales que habían forjado sus valores y, en definitiva, su idiosincrasia personal y nacional.

Al ser despojado de todo eso, ese nuevo hombre que ya es viejo, debe contentarse con vivir con una indigna pensión de un puñado de dólares, con una salud precaria por falta de atención hospitalaria y medicamentos, sin poder ayudar a sus hijos -ya no tiene ahorros- y condenados a esperar sumisamente el final de sus días.

Contradictoriamente, esos presuntos Hombres Nuevos, son controlados por una pequeña manada de Hombres Nuevos, en los cuales lo nuevo es su poder y la riqueza personal que atesoran.

Frente a este estado de cosas, el hombre común y corriente, que ya no sabe si es viejo o nuevo -y sobre todo los jóvenes- no encuentran mejor cosa que escapar. Como dijo un migrante en su paso por el Darién: “Nada puede ser peor que esto”

¿Lo que le queda es escapar?

Fotografía: Cortesía de analitica.com

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@ermartinezd

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