Editorial: El Mundo cambia… ¿Cambiamos nosotros?

En las últimas semanas hemos visto cómo el Mundo está cambiando. En ese avanzar y retroceder de las cosas, estamos en un momento en el cual recibimos noticias de muchas partes de la Tierra en la cual están sucediendo eventos que parecían inalcanzables o imposibles.

Son sucesos que inspiran nuestro pensamiento y nos ayudan a visualizar la posibilidad de una vida mejor. Aunque también esos mismos sucesos nos han mostrado lo que ha sido el terror y la iniquidad.

En todo caso, es la visión simultánea de un antes y un después, como podía hacer el Dios Jano. Dios que tenía dos caras. Una veía el futuro. La otra veía el pasado.

No necesariamente eso significa que sea un Alfa y un Omega. La maldad no es el principio reciente. Y el cambio no es final. Por que siempre se ciernen amenazas y retrocesos.

La caída de la dictadura de los Assad en Siria, abrió las puertas de la cárcel de Damasco. Quedamos horrorizados con lo que las cámaras de televisión registraron. Imágenes no vistas desde los finales de la Segunda Guerra Mundial (1945) cuando los aliados descubrieron los campos de concentración. Sí, escrito con letras minúsculas, pero de una magnitud que ameritaría todas las letras mayúsculas para que no se olvide el Holocausto.

En el caso de Siria, el episodio todavía no ha finalizado pero ha abierto una puerta a la paz y a la regularización de la vida civil siriana.

En América, estamos en el conteo regresivo de la inauguración de nuevo gobierno también civil. Lo que tiene también al Mundo frente a un antes y un después.

Lo poderoso del país, y las primeras señales que emite el presidente electo, auguran un cambio significativo.

Lo poderoso se apoya en la frase “zanahoria y garrote”. La zanahoria refleja el poderío económico. Y el garrote, el poderío militar. Nadie quiere pelearse con el familiar rico, aunque sea lejano. Y tampoco quiere provocar, más allá de los micrófonos, al vecino armado hasta los dientes que, con un simple soplo, puede aplastar al país más lejano.

Aunque, recordando el cuento de “Viene el lobo”, ha sido suficiente su inminente llegada (enero 20) para impulsar negociaciones de paz, antes de que el nuevo presidente se instale en la Casa Blanca. La sombra del lobo, que se asoma, también asusta.

Para Estados Unidos, nada es lejano. Y pareciera ser que en estos tiempos son los únicos que tienen la capacidad para imponer algún tipo de orden.

En este contexto de circunstancias, en las que finaliza el 2024, conflictos y crisis parecen estar aceitando las puertas cerradas hacia cambios y una paz -que esperemos- sea duradera.

En la Navidad de este año, hace dos días, ha sido significativo la avanzada del Papa Francisco. En un hecho inédito, procedió a abrir -por primera vez- las puertas de una cárcel romana para dar inicio al Año Jubilar.

Si bien el gesto apunta a abrir los corazones, el Papa -en esa dualidad milenaria de la Iglesia- nos deja el mensaje de las cárceles diseminadas por todo el Mundo. Depósitos humanos de aquellos que son alcanzados por las tenebrosas manos de la represión, las persecuciones y el dominio absoluto de regímenes que todavía existen y controlan a sus nacionales. El Omega de vidas. Sin principios que no finalizan, y sin humanidad.

El Mundo está cambiando… ¿También estamos cambiando nosotros?

Eduardo Martínez, Editor

editor@eastwebside.com

@ermartinezd

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