Llegó a la presidencia de Pdvsa después de la crisis de abril 2002, cuando Chávez pidió perdón a los petroleros y destituyó a la directiva protestada. De voz pausada, aparentemente conciliador y percibido como hombre serio, Alí Rodríguez fue acogido favorablemente por ser la mejor opción dentro del chavismo, asumiendo que durante su estada en la sede de la OPEP los aires del Danubio habían atemperado al excomandante Fausto.
Inicialmente la empresa marchó sin contratiempos ya que ningún trabajador tenía interés en otro conflicto. Sólo planteamos a Alí la posición amedrentadora de su gerente de Prevención y Control de Pérdidas y criticamos el financiamiento de petróleo a Cuba. En una oportunidad recibí una amonestación por dar declaraciones que no me correspondían, la cual acepté públicamente. Ante la perspectiva de un paro nacional para el 10 de octubre, todos los altos directivos de la empresa le expresamos a Alí que nadie tenía pensado paralizar las operaciones, pero que percibíamos que el personal administrativo se sumaría, como efectivamente sucedió.
El ambiente de trabajo se fue enrareciendo gradualmente. Alí Rodríguez promovió unas Mesas de Gobernabilidad, pero los “revolucionarios” desataron una guerra de correos electrónicos. Dos abogados, uno de ellos compañero de promoción de Alí, introdujeron una solicitud de averiguación penal en contra de algunos de nosotros. También lo hicieron unos parlamentarios. Gradualmente Alí realizó cambios en el tren directivo de las filiales no acordes con los desarrollos de carrera y fue cediendo terreno a los rojos de la empresa. Este ambiente interno y la situación nacional determinaron que los petroleros nos sumáramos, a título personal, al paro cívico convocado por la CTV, Fedecámaras y todos los partidos políticos de oposición.
Al iniciarse el conflicto los directivos y gerentes aplicaron el plan de contingencia para evitar mayores daños, pero Alí tenía su propio plan. Llamó a los círculos violentos, militarizó las instalaciones y destituyó a la alta gerencia operativa que estaba cumpliendo sus funciones, sustituyéndola por personal no calificado. Además separó de sus cargos y suspendió a numerosos trabajadores. Pudo despedir a un grupo de trabajadores. Salir de casi 23.000, entre ellos 5659 de las nóminas menor y diaria fue un crimen y una estupidez para poner a Pdvsa al servicio de la revolución. Le consta que los directores de la Junta que presidía y la mayoría de los presidentes y directores de las filiales permanecieron en sus puestos y, posteriormente, cuando inició los despidos y suspensiones, solicitaron la jubilación. Sin embargo, el comandante Fausto justificó las sanciones que aplicó el usurpador Auditor Fiscal , declarando que “mi convicción personal es que la principal razón para poner los cargos a la orden obedeció a no querer enfrentar las medidas drásticas que el caso ameritaba..” ¿Entonces por qué les concedió la jubilación? Alí no es un hombre serio, como piensan algunos, sino un hombre que no sonríe y responsable de la debacle de Pdvsa.
Como en botica: Bravo por Mariana Rondón y Gabriela Montero.
¡No más prisioneros políticos, ni exiliados!