Por Eduardo Martínez, Editor
La Oferta Pública de nuevas acciones de CANTV ha despertado sospechas y preocupaciones entre los analistas independientes. Así como también, entre los experimentados y decentes corredores bursátiles que todavía existen en Venezuela. Porque la verdad que, ser socio del gobierno, es como hacer el amor con un gorila: «Él es el que manda».
Daniel Lahoud, en una MasterClass en la Bolsa de Valores de Caracas, afirmó en sus recomendaciones que en el caso de CANTV “van a tener un socio que a mi no me gusta para nada”, y unos minutos después, añadió que: “Esto tiene un defecto fundamental. El defecto fundamental es el socio”: cerrando en sus recomendaciones finales: “La recomendación obvia aquí es comprar, pero por supuesto con cautela. Recuerden que aquí el socio no es …..”.
Teme al socio, y a la vez -en la misma conferencia- recomienda comprar. Una contradicción que no se entiende.
Sin embargo, el mensaje es claro: el socio no le gusta. En eso pareciera tener razón. A pesar de que en su análisis fundamental de la empresa y sus acciones, deja de lado importantes grietas y ausencias que causó alarmas entre los auditores de los Estados Financieros de la CANTV, al punto que se excusaron de opinar. Por escrito señalaron que: “no hemos podido obtener evidencia suficiente y apropiada que proporciones una base para nuestra opinión de auditoría sobre los estados financieros consolidados al 31 de diciembre de 2020, y por el año terminado en esa fecha; por lo cual No expresamos una opinión sobre los estados financieros consolidados adjuntos de Compañía Anónima Teléfonos de Venezuela (CANTV) y subsidiarias”.
Coincidimos en el no gusto del economista Lahoud. El socio (el gobierno) no es confiable. Y no se puede confiar por el comportamiento demostrado desde 1999, hasta el día de hoy.
Si se invierte en acciones Tipo-D de CANTV, el inversionista estará a merced de unos dueños del 90% de las acciones de CANTV, quienes designa 8 de 11 directivos, y que operan bajo los reglamentos de un gobierno que los designa, y que a conveniencia, cambia esas normas, leyes y reglamentos.
Si el accionista llega a sentir que se menoscaban sus derechos, o descubre malos manejos, el recurrir a los entes reguladores, judiciales o extrajudiciales, se encontrará igualmente de frente instancias también designadas y manejadas por el mismo gobierno. En conclusión, descubrirá que está en un estado de indefensión.
Coincidimos con el economista Daniel Lahoud: “Tampoco nos gusta el socio”. Y en este caso, es mejor prevenir que lamentar. Entonces, estamos a tiempo de prevenir.
Coloquialmente
Entrar como socio del gobierno, nos recuerda una discusión que se generó a mediados de los años 70, cuando en la Universidad de Kansas se enfrentaron las facultades de Ciencias e Ingeniera por la compra de un gran computador. La facultad de Ciencias se inclinaba por una computadora Burroughs . En tanto la facultad de Ingeniería favorecía la compra de una computadora IBM.
En lo más álgido de la controversia, los estudiantes de Ciencias elaboraron un jocoso afiche en el cual aparecía un gran gorila de las dimensiones del legendario King Kong. Al pié se leía: Trabajar con una IBM es como hacer el amor con un gorila. Él es el que manda.
Eso sucede en este caso.
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