Boris Ackerman: Impida que sus hijos sean docentes o investigadores

por Boris Ackerman

En Argentina y Brasil, un profesor agregado a tiempo completo gana cinco y seis veces más, respectivamente, que en Venezuela.
En la Venezuela contemporánea, las profesiones tratadas con los criterios más miserables por parte de las autoridades y de la población, en general, son las de maestro, profesor o investigador.
El Estado permite que los salarios de quienes se dedican a formar se descalabren y la población se hace la vista gorda, sin siquiera protestar ante eso, obviando que sus descendientes terminarán siendo víctimas de su propia ignorancia al no tener una educación de buena calidad y una capacitación profesional que les permita ser competitivos en el mundo contemporáneo.
Por eso, siendo la labor formadora altamente desdeñada por la sociedad, por nada del mundo permita que sus hijos se dediquen a enseñar. Es más que evidente que en nuestro país la profesión con peores remuneraciones y con los grados más ínfimos de reconocimiento social es la de educador.
¿Responsables?
Responsables somos todos, al asumir una actitud pasiva ante el tema o al buscar soluciones individuales y no con visión de sociedad. Más que el «sálvese quien pueda» que representa colocar a nuestros hijos en universidades o en colegios privados, es necesario comprender que el educar bien a toda la población y el permitir el acceso al conocimiento y al producto de investigaciones, más que un privilegio, debe ser un bien común de la ciudadanía si es que se quiere desarrollar al país y mejorar su calidad de vida.
Es preciso formar personas técnicamente capaces, con la apropiada disciplina que genera el estudio y con la habilidad de razonar, resolver problemas y actuar aun en situaciones complejas, sin mucha memorización y con un conocimiento pertinente de la realidad del mundo de hoy.
Somos responsables también porque «la mitad mayoritaria» se empeña en elegir gobiernos con un enfoque por demás demagógico en los temas educativos. Se ofrecen fraudes académicos y títulos dudosos, con tal de predicar a los cuatro vientos amañadas cifras estadísticas que no aguantan ni la más mínima apreciación objetiva.
Pero, sin duda, el principal responsable es el Estado que dedica sus esfuerzos y recursos a actividades muy distintas a las que debe ejecutar, y que desvía los fondos que produce la nación a actividades improductivas, en vez de dejar que los ciudadanos los usen para formarse y superarse.
Deterioro progresivo del salario
Una clara señal de la poca estima que dan los gobiernos y muchos ciudadanos a la educación es el haber ignorado el progresivo deterioro del salario de los profesores universitarios y de los demás gremios de educadores, a lo largo de la última década.
Si tomamos la tabla comparativa que nos ofrece la ULA referente a los ajustes salariales para militares y profesores universitarios, se observa como desde el año 2.000, el ingreso de los profesores universitarios ha disminuido en términos reales en más de 54%, considerando que las cifras de inflación que presenta el Banco Central de Venezuela se ajustan correctamente al costo de la vida. Es decir, un profesor universitario gana hoy mucho menos de la mitad de lo que ganaba hace 13 años.
Es así como un aumento de 120% apenas alcanzaría teóricamente para nivelar los salarios a valores de comienzos del año 2000, cuando ya representaban 20% de lo que ganaba un profesor en 1976, según cuadros del profesor Humberto García Larralde de la Universidad Central de Venezuela (UCV). Es decir, se puede afirmar que un profesor gana hoy en día menos de 10% de lo que percibía en 1976.
Además, en el año 2000, con un bolívar se compraba, según el Banco Central, lo que hoy se compra con 15, pero las cifras del ente emisor tampoco responden a la realidad. Muchos de los productos que componen el índice, hoy por hoy, brillan por su ausencia en los comercios formales y deben ser adquiridos a precios mayores en mercados negros.
  Por otra parte, y según las mismas cifras, un militar gana hoy más de cuatro veces -en términos reales- que en el año 2000.
Otra forma de valorar el sueldo de un profesor universitario es comparándolo con lo que devengan en otras partes del mundo. Según las tablas salariales, un profesor agregado a tiempo completo gana Bs. 3.573 por mes, lo que equivale a unos 567 dólares al cambio oficial. En Argentina o Brasil, los salarios para esa categoría de docentes quintuplican y sextuplican dicha cifra en dólares, con el agravante de que el precio del dólar oficial es un espejismo y que el poder adquisitivo de los Bs. 3.573 es seguramente mucho menos de la mitad de lo que compran 567 dólares en Brasil o Argentina.
Incentivos a la ignorancia
Todo ese esquema de abandono a la educación universitaria y a la formación se traduce en un incentivo mayúsculo por lo mal hecho, por lo mediocre, por lo cursi. En nuestra sociedad, el ejemplo a seguir es lo que podría denominarse «Homo Milenium» y no por lo que representa el relativamente reciente cambio de milenio, sino por el ser involucionado que practica una idolatría ciega a aquellos lugares de compras llamados centros comerciales.
El ejemplo a seguir en el país parece ser el de quien se conoce y consume costosas marcas de ropa, prendas, artículos de lujo y camionetas, pero que nunca ha sido capaz de leer más de la mitad de un libro de al menos 200 páginas.
Eso es lo que el Estado y algunos habitantes incentivan y aplauden. No ocurre lo mismo con el que investiga, el que desarrolla, el que aplica fórmulas e ideas novedosas y sustentadas en el conocimiento para la resolución de los gravísimos problemas de salud, infraestructura, finanzas, pobreza y desarrollo que vive el país. De ahí viene la recomendación presentada en el inicio de esta columna. ¡Ni se le ocurra dejar que sus hijos se dediquen a estudiar para enseñar o investigar! Les estaría haciendo un gran daño.

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